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Nunca Renunces a Tus Sueños Resumen

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Submitted By KevinIsay22
Words 7376
Pages 30
Resumen del libro Nunca Renuncies a tus Sueños. Autor Augusto Cury

Prefacio

Hay dos tipos de sueños. Los sueños que tenemos cuando dormimos, y los que producimos cuando estamos despiertos, viviendo las batallas de la existencia, sintiendo la vida que palpita en nuestra cotidianidad.
Los sueños nocturnos no son inofensivos, pues se registran en la memoria y lo mismo puede expandir el aprendizaje y enriquecer la personalidad como alimentar la inseguridad y la ansiedad.
Estos hombres cambiaron la historia porque tuvieron grandes proyectos, y los tuvieron porque vivieron grandes sueños. Sus sueños aliviaron sus dolores, les infundieron esperanza en las pérdidas, renovaron sus fuerzas en las derrotas. Sus sueños convirtieron su inteligencia en un terreno fértil.
Descubrir el sueño del Arquitecto de la Vida, con independencia de una religión, es la responsabilidad —y tal vez el mayor desafío— de cada ser humano.

El niño y el sabio.

— ¿Y de qué tamaño es mi mundo?
Y el pensador le respondió:
—Tiene el tamaño de tus sueños.
Por encima de todo, este libro enseña a pensar. Quizá, al leerlo, te replantees la vida.

¿Quién puede descifrar al ser humano?
Durante toda su infancia, cuando este paciente veía la imagen de una mariposa bailando graciosamente por el aire, accionaba un gatillo psíquico que en milésimas de segundo abría la ventana de la memoria en que se hallaba registrada la imagen negativa. La mariposa imaginaria era liberada por su inconsciente, asaltaba su emoción y le robaba la tranquilidad.
Para unos, las derrotas son lecciones de vida; para otros, un sofocante sentimiento de culpa. Para unos, lo desconocido es un jardín; para otros, una fuente de terror. Para unos, una pérdida es un dolor insoportable; para otros, un golpe que talla el diamante de la emoción.

Todos creamos monstruos que destrozan sueños.

Algunos momentos generan conflictos que nos cambian la vida, aunque no lo percibamos en el instante en que sucede.
Hay personas que ya no se recuperaron después de sufrir ciertas derrotas. Otras nunca más tuvieron coraje de mirar con esperanza el horizonte después de una pérdida.

Personas sensibles sucumbieron presas de la culpa, se convirtieron en rehenes de su pasado después de cometer ciertos errores. La culpa las asfixió.
Muchos hombres y mujeres perdieron el romanticismo después de fracasar en sus relaciones afectivas, después de haber sido traicionados, incomprendidos, heridos o no amados.
También hay hijos de cuya mirada desapareció la vivacidad después de que uno de los padres muriese y se sintieron solos en medio de la multitud.
Todos somos complejos y complicados.

Algunos son especialistas en sufrir por cosas que ellos mismos crearon. Otros tienen motivos para estar contentos, pero mendigan el placer. Algunos poseen abultadas cuentas en los bancos pero están endeudados en lo más profundo de su ser, y viven angustiados y estresados.
Cualquier persona que pretenda ser demasiado perfecta podrá llegar a ser una computadora, pero no una persona completa. No debe contrariarnos ser tan complicados. Si bien, por un lado, nuestras preocupaciones surgen de esa zona que extrapola la lógica, también las maravillas de nuestra inteligencia surgen de esa misma esfera.

Inspiración y transpiración.

Para tener grandes sueños y producir importantes cambios en la sociedad no es necesario contar con características genéticas superiores o privilegios propios de los genios.
Son dos piernas que deben caminar juntas, ya que una depende de la otra; de lo contrario, nuestros proyectos se convertirán en espejismos y nuestras metas no se concretarán.

Los secretos de los que cambiaron la historia.

La mayor genialidad no es la que proviene de la carga genética ni la que es producto de la cultura académica, sino la que se construye en los valles de los miedos, en el desierto de las dificultades, en los inviernos de la existencia, en el mercado de los desafíos.
A algunos los calificaron de locos; a otros, de tontos. Algunos fueron objeto de burlas; otros, de discriminación.
Tenían todos los motivos para renunciar a sus sueños y, en ciertos momentos, hasta a la propia vida. Pero no lo hicieron. Pero esos soñadores dedicaron por lo menos el diez por ciento de su tiempo a crear, inventar, descubrir.
Tuvieron una visión panorámica de la existencia, incluso en tiempos oscuros. Fueron emprendedores, estrategas, persuasivos, amigos del optimismo Para el filósofo Kant, «la paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces”. Así pues, no midas a un ser humano por su poder político y financiero. Mídelo por la grandeza de sus sueños y su paciencia para llevarlos a cabo. Pero ésta necesita también de otro remo para conducir el bote de los sueños.
El que vive únicamente para sí mismo no tiene raíces internas.

Buscar oro entre los escombros de las derrotas.

Lo que diferencia a los jóvenes que fracasan de los que alcanzan el éxito no es la cultura académica, sino la capacidad de superar las adversidades de la vida.
Vamos a penetrar en el espectacular mundo que produce pesadillas y construye sueños.

El mayor vendedor de sueños de la historia.

Pequeños momentos que cambian una historia.
Un beso, un elogio, un abrazo pueden, en el lapso de un segundo, superar un dolor enquistado desde hace semanas, meses o años.

La personalidad construida sobre el romper de las olas.

Unos niños crecieron corriendo por la arena. Atrapaban las burbujas que se formaban al estallar las olas. Brillaban en las palmas de sus manos, pero en seguida se disolvían y se escurrían entre sus dedos, como si dijeran: «Yo pertenezco al mar». Mirando el mar, los niños decían para sus adentros: «También nosotros le pertenecemos».
Soñaban con los cardúmenes. Sin embargo, los peces escaseaban. La vida era dura. Tirar de las pesadas redes en el mar era extenuante. Soportar las ráfagas de vientos fríos y las rebeldes olas toda la noche no era para cualquiera. Y, lo peor de todo, el resultado los frustraba. Cabizbajos, reconocían el fracaso. El mar tan inmenso se había tornado una fuente de decepciones.
Todos los días enfrentaban la misma rutina y los mismos obstáculos.
Querían cambiar de vida. Pero les faltaba coraje. El miedo a lo desconocido los bloqueaba. Era mejor tener muy poco que correr el riesgo de no tener nada, pensaban.
Parecía que nada iba a cambiar su destino, hasta que apareció en su camino el mayor vendedor de sueños de todos los tiempos.

Una invitación perturbadora.

Por aquellas comarcas, algo nuevo rompió la monotonía. Había un hombre que había vivido durante treinta años en el desierto. Lo que decía era extraño; sus gestos, raros. Por su modo de vivir, daba la impresión de estar trastornado.
Estaba obsesionado con la idea de que era el precursor del hombre más importante que jamás habría de pisar la Tierra.
Su nombre era Juan, apodado el Bautista. Lo más extraño era que no había convivido con la persona a la que anunciaba, pese a que ocupaba su mente.
¿Cómo podía un rebelde que no respetaba las convenciones sociales, que no tenía pelos en la lengua, que no tenía miedo a decir lo que pensaba, elevar tan alto a alguien a quien no conocía? ¿Qué clase de hombre sería ese al que Juan anunciaba con sus palabras?
A pesar de la diversidad de las fantasías, la mayoría estaba de acuerdo en que el encuentro con él sería solemne. Todos esperaban un discurso arrebatador. De repente, en el calor del atardecer, cuando los ojos confundían las imágenes en el horizonte, se acercó discretamente un hombre sencillo, de origen pobre. Nadie reparó en él.
Llevaba ropa gastada, sin ningún adorno. Tenía la piel deshidratada, seca y con surcos, consecuencia del trabajo duro y la larga exposición al sol. No lo acompañaba escolta alguna, ni poseía carruaje, ni servidores.
De pronto, las miradas de ambos se cruzaron. Juan contempló al hombre de sus sueños. Quedó fascinado por la imagen. Lo que había imaginado la gente no coincidía con lo que tenían ante los ojos. Pero Juan veía lo que no veía nadie, y, para espanto de la multitud, exaltó sobremanera a aquel hombre sencillo.
Sin embargo, el hombre de los sueños de Juan llegó en silencio y se marchó callado. El sueño de la multitud se disipó como gotas de agua consumidas por el sol del Sahara.
Desilusionada, la gente se dispersó, para volver a sumergirse en su tediosa rutina.
No había nada diferente en el aire.
De repente, dos hermanos levantaron los ojos y vieron a una persona desconocida caminando por la playa. No le prestaron atención. Los pasos del hombre eran lentos y firmes. El peregrino se aproximó. Los pasos se detuvieron. Sus ojos se posaron en los jóvenes.
Incómodos, ellos se miraron de reojo. Entonces, el extraño rompió el silencio. Alzó la voz y les hizo la propuesta más absurda del mundo:
«Seguidme, y os haré pescadores de hombres».
Todos deberíamos, en algún momento de la existencia, cuestionar nuestra vida y analizar aquello por lo que luchamos. El que no logre hacerlo será siervo del sistema, vivirá para trabajar, para cumplir obligaciones profesionales y sobrevivir a duras penas.

¿Quién se arriesgaría a seguirlo?

Pensemos un poco. ¿Por qué seguir a ese hombre? ¿Cuáles eran las credenciales del que hacía esa propuesta? ¿Qué implicaciones sociales y emocionales tendría? El vendedor de sueños era un extraño para los dos hermanos. No tenía nada concreto para ofrecerles.
Pedro y Andrés se sintieron atraídos por el vendedor de sueños, si bien no entendían las consecuencias de sus actos. Sólo sabían que cualquier barco, incluso el más grande, era pequeño para contener sus sueños.
Poco después, el Maestro de vida encontró a otros dos hermanos más jóvenes e inexpertos. Eran Santiago y Juan. Estaban a la orilla del mar, reparando sus redes. A su lado se encontraban su padre y otros pescadores empleados suyos. El Maestro se aproximó a los hermanos, los observó y les hizo la misma e intrigante invitación.
No los persuadió, no amenazó ni presionó; sólo los invitó. Fueron cinco segundos que cambiaron sus vidas.
Zebedeo, el padre, se quedó pasmado ante la actitud de sus hijos.
Rodaban lágrimas por su rostro y había dudas en su alma. Él poseía barcos, era un comerciante. Su esposa, una mujer detemple, quería que sus hijos fueran prósperos en el territorio de Galilea.
Pero había llegado alguien y les ofreció el mundo, los convocó a trabajar en el corazón humano.
El padre, al ver la actitud de sus hijos y observar sus ojos, que brillaban como perlas en busca de los más excelsos sueños, los bendijo. Tal vez pensó: «Los jóvenes son rápidos para decidir y rápidos para cambiar de ideas; pronto volverán al mar».

La vida es un contrato de riesgo.

No debemos correr riesgos de manera irresponsable, pero tampoco debemos temer adentrarnos en terrenos desconocidos, respirar aires nunca antes aspirados.
Los jóvenes galileos fueron valientes al responder a la invitación de Jesucristo. Tenían muchos defectos en su personalidad, pero empezaron a ver el mundo de otra manera. Abrieron el abanico de la inteligencia.
Sin embargo, ¿quién fue más audaz: los discípulos al seguir a Jesús, o Jesús al escogerlos? El material humano es vital para el éxito de un proyecto. Una empresa puede poseer máquinas, tecnología, computadoras, pero si no cuenta con personas creativas, inteligentes, motivadas, que sepan prevenir errores, trabajar en equipo y pensar a largo plazo, puede sucumbir.

El equipo elegido por el Maestro de Maestros.

Mateo tenía pésima reputación. Era un publicano, recaudador de impuestos, y en esa época, los recaudadores eran famosos por su corrupción. Tomás padecía la paranoia de la inseguridad. Sólo creía en aquello que podía tocar. Era rápido para pensar y rápido para desconfiar. Se conducía según la lógica, carecía de sensibilidad e imaginación.
Pedro era el más fuerte, decidido y sincero del grupo. Sin embargo, era inculto, analfabeto, intolerante, irritable, agresivo, inquieto, impaciente, indisciplinado, y no soportaba que lo contradijeran.
Judas Iscariote era moderado, comedido, discreto, equilibrado y sensato. No hay elementos que indiquen que se trataba de una persona tensa, ansiosa o inquieta. Nunca mostró una actitud agresiva o irreflexiva. Jamás fue reprendido por su Maestro.

Los discípulos ante un equipo de psicólogos.

Si un equipo de psicólogos especialistas en evaluación de la personalidad y desempeño intelectual analizara la personalidad del grupo elegido por el Maestro de Maestros, probablemente los desaprobarían a todos, salvo a Judas.
Judas era el mejor preparado de los discípulos. Tenía las mejores características de personalidad, excepto una: no era una persona transparente.
Nadie sabía lo que pasaba en su interior. Esta característica corroyó su personalidad como una polilla. Lo llevó a ser infiel consigo mismo, a perder la capacidad de aprender.
Tenía todo para brillar, pero se encerró en el calabozo de sus conflictos.
Antes de traicionar a Jesús, se traicionó a sí mismo. Traicionó su conciencia, su amor a la vida, su deleite por la existencia. Se aisló, se volvió autopunitivo.
Disponía de poco más de tres años para enseñarles. Un lapso de tiempo brevísimo para transformarlos en el mayor grupo de pensadores y emprendedores de esta Tierra.

Sueños que contagiaban el inconsciente.

Están los que sueñan con una excelente profesión, con un gran futuro, con poseer una casa en la playa, mientras otros lo hacen con viajar por el mundo, conocer pueblos, nuevas culturas y aventurarse por sitios desconocidos.
Sin sueños, la vida es como una mañana sin rocío, seca y árida.
¿Cuáles fueron los principales sueños que abrieron las ventanas de la inteligencia de los discípulos y brindaron a sus vidas una meta superior?

Vendía el sueño de un reino justo.

El Maestro de Maestros hablaba de un reino que se hallaba más allá de los límites del tiempo y el espacio. Un reino donde predominaba la justicia, donde no había clases sociales, donde no existía la discriminación. Una esfera donde la paz envolvería el territorio de la emoción, y las angustias y las aflicciones humanas ni siquiera se recordaría. ¿No era ése un sueño grandioso?

Vendía el sueño de la libertad.

Sin libertad, el ser humano se deprime, se asfixia, pierde el sentido existencial.
Sin libertad, o se destruye o destruye a los demás. Por eso el sistema carcelario no funciona.
Quisiera destacar la fábrica de íconos construida por los medios. Los jóvenes no toman como modelos de vida a sus padres, profesores y otros profesionales que luchan por triunfar en sus respectivos ámbitos.
Sus modelos son mágicos: actores, deportistas, cantantes que alcanzan el éxito de un día para el otro. Este modelo mágico no tiene fundamentos, no proporciona bases para soportar dificultades y enfrentar desafíos.
El Maestro de la vida vivía lo que predicaba. No le impedía a la gente que lo abandonara, que lo traicionara, ni siquiera que lo negara. Nunca hubo alguien tan desprendido y que ejercitara de tal forma la libertad.

Vendía el sueño de la eternidad.

Cuando viajo con mis hijas por la noche y veo a lo lejos casas con la luz encendida, les pregunto: « ¿Quiénes vivirán en esas casas? ¿Cuáles serán sus sueños y sus alegrías? ¿Cuáles serán las lágrimas que nunca han llorado?».

Vendía el sueño de la felicidad inagotable.

Nadie es emocionalmente estático, salvo que esté muerto. Para no ser inestables, debemos reaccionar y comportarnos según un determinado patrón, pero éste siempre reflejará una emoción fluctuante.
Ser feliz, desde el punto de vista de la psicología, no es gozar de una vida perfecta, sino saber extraer sabiduría de los errores, alegría de los dolores, fuerza de las decepciones, coraje de los fracasos. Ser feliz de este modo es el requisito básico para la salud física e intelectual.

Trabajando en la personalidad hasta el último minuto.

No sabemos dónde están las ventanas afectadas de nuestra personalidad. Para hacernos una idea, una zona de la corteza cerebral equivalente a la cabeza de un alfiler contiene millares de ventanas con millones de informaciones.
El gran desafío, para el éxito del tratamiento psicológico, no radica en la dimensión de una enfermedad, sino en la conciencia que tiene el paciente de la enfermedad y la capacidad de intervención en su dinámica.
Al analizar a Jesucristo con una perspectiva científica, me quedé asombrado. Tuve la convicción de que la ciencia había pecado de timidez y omisión al no haber investigado nunca su inteligencia. Así pues, fue desterrado de las universidades, excluido de la formación de psicólogos, educadores, sociólogos y psiquiatras. Ha sido un perjuicio enorme. Las sociedades occidentales se volvieron cristianas sólo de manera nominal.

Reconstruir al ser humano.

Vamos a analizar uno de los más hermosos momentos de su vida. Horas antes de que lo capturaran, mostró en la última cena un conjunto de actitudes capaces de dejar perplejas a la psiquiatría y la psicología. La última cena es mundialmente famosa, pero muy poco conocida desde el punto de vista científico.
Como estaba a punto de morir, debía enseñar de prisa las más bellas lecciones de inteligencia, como el arte de la solidaridad, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, el respeto por la vida. En teoría, se necesitaría años para realizar esa tarea pedagógica.
Entonces, sin decir nada, el Maestro tomó un cuenco con agua y una toalla y se puso a lavar los pies de aquellos discípulos que tantos quebraderos de cabeza le habían dado. Su actitud resulta simplemente increíble.
Ellos se quedaron paralizados, desconcertados, estupefactos. Se miraban entre sí con un nudo en la garganta. No sabían qué decir.
El Maestro de la vida fue fiel a sus palabras, vivió lo que predicó. Dio más importancia a los otros que a sí mismo, incluso ante la muerte. Fue digno de la más alta autoridad, porque renunció a ella. El mayor vendedor de sueños fue el mayor educador y el mayor psicoterapeuta de todos los tiempos.

Jugarse todo lo que tenía por los que lo frustraban.

Al acabar la última cena, los discípulos decepcionaron en grado sumo a su Maestro. Iban a detenerlo, y de un momento a otro aguardaba a los soldados. Por primera vez, les pidió algo: que lo acompañaran en aquel momento angustioso. Pero los discípulos, estresados tras verlo sudar sangre y sufriendo, se durmieron.
El Maestro de Maestros no renunció a él; quería reconquistarlo, lograr que utilizara su dramático error para crecer. Quería que Judas no se dejara dominar por la culpa y el autocastigo, y que no renunciara a su vida. Lamentablemente, Judas no oyó la voz suave, sabia y afectuosa de su
Maestro. ¡Jamás una persona traicionada amó tanto a un traidor!
Tanto a un traidor!
Horas después de que apresaran a Jesús, Pedro lo hirió tres veces, negando con vehemencia que lo conociera. Pedro amaba profundamente al Maestro, pero era presa de la emoción. No razonaba. Jesús no le exigió nada. Todavía seguía entrenándolo. En el momento en que su discípulo lo negó por última vez, el Maestro se volvió hacia él y le dijo: «¡Lo comprendo!».
En muchas ocasiones actuamos como verdugos de las personas que se equivocan, incluso de nuestros hijos y alumnos, pero el mayor vendedor de sueños jamás renegó de los jóvenes a los que había elegido.
A menudo también los jóvenes son implacables y agresivos con los errores de sus padres. En la especie humana falta comprensión y sobra castigo.

Vender sueños hasta la última gota de sangre.

En la primera hora de crucifixión, abrió las ventanas de la inteligencia y exclamó: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Perdonó a hombres imperdonables. Comprendió actitudes incomprensibles. Aceptó a personas dignas de total rechazo.
Uno de los ladrones que se hallaba a su lado se sorprendió al oír esa frase.
Los que se encontraban al pie de la cruz se quedaron hechizados. Y durante las seis largas horas de la crucifixión se dieron muchas otras reacciones similares. Fue la primera vez en la historia que alguien ensangrentado, abatido por el dolor físico y emocional, sorprendía a los que estaban libres.
Un soñador que coleccionaba derrotas.

A. L. era un joven sencillo, hijo de agricultores. No gozó de privilegios sociales, no vivió en un palacio, rara vez recibía regalos. Pero tenía una de las características de los vencedores: se quejaba poco. Nada mejor para fracasar en la vida que quejarse mucho, pues no quedan energías para crear oportunidades.
Desde su juventud, A. L. conoció las dificultades de la existencia. Perdió a su madre a los nueve años. El sabor amargo y cruel de la soledad penetró en los recovecos de sus emociones. El mundo se desplomó sobre él. Perder a la madre en la infancia equivale a perder el suelo sobre el que se camina; para un niño, es el dolor más intenso.
Un ser humano puede ser rico aunque no posea dinero si tiene a su lado personas que lo aman; pero si la soledad es su compañera puede sentirse desdichado aunque sea millonario.
Había en él algo digno de elogio: su enorme capacidad de viajar.
Viajaba mucho. Se trasladaba a lugares muy lejanos y de difícil acceso. Pero ¿cómo lo hacía, si no tenía dinero? Viajaba por el mundo de los libros.
El mundo de los libros da alas a la inteligencia, y el que logra descubrirlo vuela más lejos. Cierta vez, por no disponer de recursos económicos, A. L. se atrevió a pedir libros prestados a vecinos y amigos. Le daba un poco de vergüenza, pero no temía recibir un «no». Lo que temía era no aprender. Desde muy pequeño amó la sabiduría.

LA QUIEBRA
El joven se enfrentó muy pronto al drama de la derrota. Algunos, ante un fracaso, bloquean la inteligencia.
La derrota no superada aplasta los sueños y anula el coraje.

Aprender a no dejarse dominar por los fracasos.

¿Te has enfrentado ya al dolor de una derrota? A. L. la vivió y se quedó abatido, pero no se sometió a ella. La asumió, la afrontó y la analizó desde otros ángulos.
Levantó la cabeza y volvió a soñar. Saltó del mundo de los negocios al de la política. Pero era ingenuo, y no conocía los enigmas de este terreno. Se presentó para un cargo. Estaba muy animado, quería ser un político diferente. Se sentía muy inspirado, intuía que podía llegar a ser un gran hombre. Pero ¿cuál fue el resultado de las urnas? ¡FUE DERROTADO!
«¡No es posible! —exclamaba—. ¿Qué es lo que he hecho mal?» Muchas preguntas, muchas respuestas, pero ninguna apaciguaba sus emociones.
Al día siguiente, el «yo» de nuestro joven, que representa su capacidad de decidir, de controlar su mundo, de ser consciente de sí mismo, estaba abatido. No tenía ánimo para hablar con nadie.
A pesar de sentirse desanimado, A.L. no se dio por vencido. Todos los soñadores son enemigos de la rutina.
Cuando piensan en abandonarlo todo, los sueños aparecen de nuevo en el teatro de su mente y vuelven a impulsarlos. Así ocurrió con nuestro joven, que retornó una vez más al mundo de los negocios.
La esperanza es el aliento de la vida, el nutriente esencial de la e moción. ¿Cómo alimentas tú la esperanza?
Entonces, después de trabajar mucho e invertir energías en la organización de su pequeña empresa, llegó el resultado.
VOLVIÓ A FRACASAR
Se quedó profundamente abatido. Su «yo» no gobernaba sus pensamientos.
El exceso de pensamientos es el gran verdugo de la calidad de vida del ser humano.

Golpes inevitables.

Pero la alegría de A. L. se disipó pronto bajo el peso del dolor. Al año siguiente sufrió una pérdida irreparable: su novia murió. Su madre había muerto joven, y ahora nunca más volvería a ver el rostro de la mujer a la que amaba.
No esconde su irracionalidad, sino que, por el contrario, la trata. Muchas personas impulsivas hieren durante toda la vida a sus seres más cercanos porque nunca asumieron su ansiedad. Somos muy habilidosos para escondernos nuestros fallos.
¿Resultado? Al año siguiente sufrió una crisis depresiva. Algunos, por pérdidas menores, se deprimen durante años; otros entierran sus sueños para siempre. A. L. estaba deprimido, pero era diferente de la mayoría de las personas. Sabía que tenía dos caminos: sus pérdidas o lo ayudaban o lo destruían.
En vez de someterse como víctima del mundo, rescató el dominio de su «yo». Salió de su desdicha. Agradeció a Dios la vida y las pérdidas. Hizo de ellas una oportunidad para comprender las limitaciones de la existencia y crecer.
Cuando sentía que la vida no tenía sentido, combatía esa actitud derrotista. Cuando lo asaltaba un pensamiento negativo, no se sometía a él, como la mayoría de las personas, sino que sometía ese pensamiento a la más severa de las críticas. No era esclavo de los pensamientos perturbadores. ¿Tú eres esclavo de esos pensamientos? ¿Cuántas personas excelentes sufren también esa esclavitud?

Se levantó de las cenizas.

Poco a poco recuperó el gusto por la existencia. Deseaba ser útil a la sociedad, porque no veía otro sentido para su vida. Impulsado por la llama de ese ímpetu, se presentó a la candidatura como diputado federal. Se preparó para una gran victoria. Sonrió, viajó, discutió más sobre los problemas sociales. Luego llegó el resultado.
FUE DERROTADO
Su alma se estremeció. Se sentía asfixiado. Miraba en torno y creía que la gente comentaba su fracaso.
Algunos juzgaban que el sueño de A. L. era mero entusiasmo. Pero él volvió a levantarse. Sus sueños eran demasiado sólidos para quedarse aplastado bajo los escombros de sus fracasos. Unos años más tarde, renació su sueño de ser un gran político. Y se presentó como candidato una vez más.
Llevó a cabo su campaña con seguridad y osadía. Se esforzó como nadie. Pensaba: «Esta vez saldré vencedor». Estaba muy animado. Tras la extenuante campaña, llegó el resultado.
PERDIÓ OTRA VEZ
Fue un desastre emocional. Al verlo pasar, la gente meneaba la cabeza. Los más cercanos le decían: «¡Deja de sufrir! ¡Dedícate a otra cosa!». Muchas personas no volverían a intentarlo jamás.
Adquirió anticuerpos intelectuales. Un buen profesional se prepara para los logros, uno excelente se prepara para el fracaso.
Nuestro soñador emergió del caos. Nadie lo respaldaba, pero A. L. decidió hacer frente a una nueva campaña para presentarse al Congreso.
PERDIÓ UNA VEZ MÁS
En los días siguientes, A. L. se sumió en el pantano de su pesimismo. Se sentía devastado, destruido, impotente. Se preguntaba una y otra vez: «¿En qué fallé? ¿Por qué la gente no confía en mí?». No lograba concentrarse en el mundo concreto. Había momentos en que quería huir del mundo. Sin embargo, ¿quién puede huir de sí mismo?
No obstante, cuando todos esperaban que no se levantara más, A. L. resurgió de sus cenizas.
Esta vez no podía perder. Si así ocurría, hasta sus adversarios se compadecerían de él. Entonces llegó el resultado.
PERDIÓ OTRA VEZ
Al llegar a su casa, se sentó en una silla, ajeno al propio cuerpo. Le costaba creer en esa nueva humillación pública.

Un coraje poco común.

Muchos jóvenes, cuando les va mal en un examen, entran en crisis. Otros, al ser traicionados por su novia o su novio, lloran como niños. Algunos adultos, cuando no alcanzan sus metas en el trabajo, sufren de insomnio. Otros, cuando los abandona su pareja, se sienten como los últimos de los seres humanos. En todos estos casos, las pérdidas deberían nutrir el «yo» para hacerlo más fuerte y no más sumiso, pero con frecuencia no es eso lo que sucede.
Entre los supersticiosos y los fatalistas había unanimidad: todos estaban de acuerdo en que A. L., ante sus fracasos, debía resignarse. Pensaban que debería cambiar de ciudad, de país, de empleo.
Cuando le pedían silencio, de repente él gritó más alto. Soñó con presentarse a vicepresidente de su país. ¿Vicepresidente? ¡Un escándalo! Sin embargo, él poseía algunas de las cinco características de los grandes genios:
1. Era persistente en la búsqueda de sus intereses;
2. Se animaba frente a los desafíos;
3. Tenía facilidad para proponer ideas; 4. Poseía una enorme capacidad para influir en las personas;
5. No dependía de la opinión de los demás para seguir su camino.
El día de la votación su ansiedad aumentó. Empezaron a contar los votos.
No tardaron mucho en anunciar el resultado.
OBTUVO UNA FLAGRANTE DERROTA
Quedó relegado. Muchos pensaron que por otra parte, contagiaría con su tendencia a la derrota al candidato a la presidencia.
¿Qué harías tú después de tantos fracasos? ¿Qué harías si te abandonaran las personas más cercanas? ¿Qué actitud tomarías si te despidieran del empleo en el que habías invertido todo tu futuro? ¿Cómo reaccionarías si atravesaras una crisis económica tan grave que no tuvieras dinero para pagar el alquiler de tu casa? ¿Cuál sería tu postura si te criticaran en público y las personas de tu entorno no creyeran en absoluto en ti? Muchos simplemente renunciarían a sus sueños.

Un escultor de ideas, un artista de la vida.

Gran parte de la gente creía que el «Señor Fracaso» no volvería a aparecer entre los políticos y candidatos.
De repente, entró en la sede del partido un hombre de cabello grisáceo, piel seca y deshidratada, con las marcas del tiempo impresas en el rostro.
Cuando los que estaban allí advirtieron su presencia, no podían creer lo que veían; se frotaban los ojos para ver mejor. «No era posible, pero era él.» Su presencia causó espanto y reflexiones. «Aquél no era lugar para perdedores, sino para los vencedores», pensaban algunos. Otros imaginaban que A. L. había ido a firmar una carta pública anunciando que abandonaría para siempre sus sueños.
Para sorpresa de todos, el derrotado provocó escalofríos en sus colegas al manifestar su deseo de presentarse de nuevo para el Senado. «¡Presentarse para el Senado!» «¡Una actitud absurda!» «¡Echa un vistazo a tu pasado y cambia de rumbo!»
Al fin llegó el día de la votación. Aguardó con gran expectación el resultado de las urnas. Esta vez debía ser diferente.
FUE NUEVAMENTE DERROTADO
No sabía qué decir. Las lágrimas asomaron a sus ojos y corrieron por los surcos de su rostro. Escondía la cara, pero lloró mucho. Era un ser humano apasionado por su sociedad, pero sin ninguna oportunidad de ayudarla.
Parecía que esta vez A. L. se rendiría, que había llegado al límite. Haría cualquier cosa, menos presentarse como candidato a ningún cargo, ni siquiera para el club de los fracasados. Se lo impedirían el fantasma del miedo y el monstruo de la derrota.

El rocío que ansía ser la lluvia de verano: la gran lección.

Debemos grabarnos bien esto: en los primeros treinta segundos de tensión cometemos los mayores errores de nuestra vida. En los momentos de tensión bloqueamos nuestra memoria y reaccionamos sin pensar, por instinto.
Nadie imaginaba que A. L. volvería a aparecer en escena. La última derrota parecía haber sepultado sus sueños. Sin embargo, cuando todos creían que habría quedado derrotado por sus decepciones y se habría resignado a la posición de un astro sin luz propia, apareció otra vez en el ámbito político.
Los presentes se quedaron paralizados. «No es posible», «¿Qué está haciendo aquí?», se preguntaban.
Entonces, mirando a los ojos de sus viejos compañeros, tuvo la audacia de anunciar: «¡Quiero presentarme a presidente!». Todos se quedaron perplejos. Para Dostoievski, «dar el primer paso, pronunciar una nueva palabra, es lo que más teme la gente». A. L. dio un gran paso más, adoptó otra vez una nueva actitud y, al vencer sus temores, trasladó el temor a los demás.
«¿Cómo? ¡Es una locura!», pensaba la gente. Y seguían: «¿Puede el árbol mutilado desear los más excelsos frutos? ¿Puede un discapacitado competir en condiciones de igualdad y ambicionar el podio en las Olimpiadas? ¿Pueden las diminutas gotas de rocío anhelar tener la fuerza de las lluvias de verano?».
Su deseo de ser candidato se materializó. Visitó a personas, dio conferencias, organizó reuniones de trabajo, habló al corazón psíquico de la gente. La contienda era dificilísima.
Él sabía que no podía escuchar la voz de su cuerpo, dirigida por su cerebro. Tenía que escuchar la voz de su inteligencia, costara lo que costase, al precio que fuera. Para muchos, A. L. se preparaba para, una vez más, sumar un nuevo fracaso a su extenso historial. Al fin llegó el resultado:
ELEGIDO COMO EL 16.º
PRESIDENTE DE LOS ESTADOS
UNIDOS DE AMÉRICA DEL NORTE
AL. no sólo fue elegido, sino que se convirtió en uno de los políticos más importantes de la historia moderna. ¿Cómo se llamaba? ABRAHAM LINCOLN.
Abraham Lincoln venció, pero no se vengó de los que se le oponían. Sólo se burló de su propio miedo, transformó su inseguridad en osadía, su humillación en lágrimas que esculpieron su personalidad, sus lágrimas en piedras preciosas del territorio de las emociones.

Sueños que nunca mueren.

En 1842, Abraham Lincoln se casó con Mary Todd, una mujer inteligente, ambiciosa y de sólidos principios. El viejo dicho que afirma que «Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer», debería corregirse a «Junto a todo gran hombre hay una gran mujer».
Mary Todd influyó en la trayectoria de Abraham Lincoln y lo apoyó en momentos difíciles. Por desgracia, al comienzo de su segundo mandato ocurrió la tragedia. El 14 de abril de 1865, Lincoln se hallaba en el teatro Ford, en Washington. Tranquilo, navegaba por las aguas de la emoción mientras asistía al espectáculo. No imaginaba que nunca más vería levantarse el telón de un teatro, pues cerraría los ojos al espectáculo de la vida.
Un ex actor, acérrimo esclavista, avanzó con sigilo hasta donde se encontraba el presidente y le disparó un penetró en el cuerpo, destruyó la médula y rompió las arterias. Al día siguiente, por la mañana, Lincoln moría, antes de que el rocío de la primavera se disipara bajo el calor del sol.

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Abraham Lincoln y el 11 de Septiembre de 2001.

Puede encender los ánimos de la sociedad estadounidense que después del 11 de septiembre de 2001 dejó de soñar, atenazada por el miedo, por las ventanas killer del terror, por lo imprevisible del mañana.
Si te despiertas cansado, padeces dolores de cabeza, estás ansioso, sufres por anticipado, sientes dolores musculares, no te concentras, te falla la memoria o experimentas otros síntomas semejantes, te hará bien saber que eres normal, pues en la actualidad difícilmente haya alguien que no esté estresado. Es raro que alguien no presente algún trastorno psíquico o síntomas psicosomáticos.
Alan Greenspan, que fue presidente del Banco Central de Estados Unidos durante los gobiernos de Reagan, George Bush, Bill Clinton y George W. Bush, tuvo la osadía de decir que los inmigrantes latinos son más emprendedores que la mayoría de los estadounidenses y que por eso tienen más posibilidades de progreso. ¿Por qué?
Porque tienen que hacer frente a más dificultades que los estadounidenses nativos. La observación de Greenspan está respaldada por la teoría psicológica.

El sueño del pacifista que se enfrentó al mundo.
La historia de un observador

M. L. K. era un niño observador. Amaba la libertad. Corría por las calles como si nada pudiera contenerlo o lastimarlo. Sus sueños ponían alas a su imaginación, que alzaba vuelo en busca de la fuente del placer.
Todos buscamos esa fuente, pero las dificultades de la vida y los dolores emocionales son los fenómenos más democráticos de la existencia.
La inocencia de M. L. K. se vería perturbada muy pronto. No imaginaba que atravesaría el valle de las frustraciones y que sus problemas serían tantos y tan importantes que amenazarían con destrozar las alas de su libertad y encerrarlo en una dramática cárcel.
M. L. K. iba más allá de la fina capa de color oscuro de su piel y no entendía por qué los blancos eran diferentes de los negros. ¿Acaso los colores pueden burlarse unos de otros? ¿Puede uno de ellos decir: «Yo soy superior»? ¿Puede el envoltorio reclamar el derecho a ser más importante que el contenido? Para él, blancos y negros tenían los mismos sentimientos, la misma capacidad de pensar, la misma necesidad de tener amigos, ser amados y superar la soledad.

Dominado por grandes sueños.

Decidió estudiar en la Facultad de Teología y navegar por el mundo espiritual con el fin de encontrar respuestas para las injusticias del mundo social.
Vio en él el mejor modelo de alguien que combatía toda forma de discriminación. Al leer sobre Jesús, M. L. K. se quedó impresionado con su coraje al arriesgarse para proteger a las prostitutas y para romper las cadenas de la soledad de los desdichados de su sociedad. Los sueños del Maestro de Maestros alentaron los sueños de ese joven, ampliaron su capacidad de pensamiento y su determinación.
Era un joven promisorio; podía seguir su propio camino, sus propios intereses. Pero sin embargo, prefirió dedicar su tiempo y su inteligencia a transformar la historia de los demás.
La mirada multifocal revela que él no se psicoadaptó al conformismo. Albergaba la más profunda convicción de que sin esperanza se consumen la alegría de vivir y el deseo de cambiar.

El eco de las conquistas aumentó los riesgos.

Posteriormente participó con intensidad en el movimiento en pro de los derechos civiles. El primero entre muchos otros movimientos. El clima era tenso. En cualquier momento podía perder la vida. Pero no conseguía silenciar sus sueños. Éstos gritaban en los valles secretos donde nacen las emociones. ¿Qué sueños gritan dentro de ti?

La sordera de Beethoven y sus sueños.

Beethoven se quedaba callado ante su sordera, o luchaba contra ella y hacía lo que nadie antes había hecho: producir música aunque no la oyera. Y así, a pesar de estar sordo, aprendió a oír lo inaudible, aprendió a oír con el corazón. No renunció a la vida; por el contrario, la exaltó. Vencieron los sueños. Y el mundo ganó.
M. L. K. era el Beethoven de los derechos humanos. Oía los conmovedores sonidos de las víctimas del rechazo. Oía el dolor reprimido en el interior de los que eran considerados indignos de ser libres. Oía a madres que lloraban porque sabían que sus hijos no tenían futuro. Oía a ancianos que gemían inconsolables por la humillación pública. Oía a jóvenes, que tenían prohibido entrar en las escuelas, preguntarse «¿Por qué?».

Un artesano de la psique.

Por su refinada percepción de la realidad, basada en sus pasiones, deseos y personalidad (Chaui, 2000), M. L. K. salió del caos, decidió escalar los peñascos agrestes de la inseguridad y dar un giro drástico a su vida. Su comportamiento sorprendió a la psiquiatría y la psicología.
M. L. K. se convirtió en un gran líder. Un excelente líder no es el que controla a sus liderados, sino el que los estimula a hacer elecciones. No es el que infunde miedo, sino el que los convence. No es el que produce pesadillas, sino el que hace soñar.
Nuestro joven comenzó a liderar movimientos de masas y estos movimientos empezaron a tener eco social. Antes de que pasara mucho tiempo, obtuvieron un resultado conmovedor: el Tribunal Supremo de su país abolió, en diciembre de 1956, la segregación en los autobuses. Los negros podrían viajar junto con los blancos.

Las secuelas de las discriminaciones se perpetúan a través de los siglos.

M. L. K. sabía que la discriminación causaba heridas en la personalidad de su pueblo, pero como no era investigador de la psicología, no entendía hasta dónde llegarían esas cicatrices inconscientes. Si el pueblo lo supiera, tendría más agallas para luchar.

Su filosofía de «no violencia» se basaba en los principios del Maestro de Maestros, en la psicología del perdón, en la inclusión, en el sólido amor al prójimo, en la comprensión de las causas que se esconden detrás de los comportamientos. También en el pacifismo de Gandhi, a su vez muy influido por Jesucristo. Ésta es la historia de
MARTIN LUTHER KING.
Un soñador que deseó cambiar los fundamentos de la ciencia y contribuir al bien de la humanidad

AC. tuvo una infancia difícil, pero divertida. Cuando eran adolescentes, sus padres trabajaban como agricultores. Padecieron enormes dificultades económicas. De su matrimonio nacieron seis hijos. Durante los primeros años, dormían todos en una misma habitación, en una casa pequeñísima. Con espacio reducido pero con un corazón grande, la casa de A. C. era un desorden.
Por diversos motivos, a medida que A. C. crecía se volvía hipersensible. Los pequeños problemas le causaban un gran impacto en el territorio de las emociones. Pero las dificultades de la vida, las trifulcas con sus hermanos, los juegos en las calles estimulaban su personalidad. Se volvió dinámico, audaz, impulsivo, creativo.
A. C. parecía un joven alienado, pero en el fondo siempre había sido un cuestionador de todo lo que veía y oía.
En la facultad no fue diferente. No engullía las informaciones, trataba de digerirlas. A veces sufría de indigestión intelectual y se buscaba algunos problemas por su osadía en el pensar.
Difícilmente aceptaba una idea sin cuestionar su contenido, aunque no dispusiera de muchos elementos para juzgarla.
A. C. no había aprendido a proteger sus emociones. No sabía que esto fuera posible. Se deprimió. Lloró sin lágrimas. Sin embargo, nadie advirtió su crisis; él la escondió a sus compañeros y a las personas más próximas.
Como muchos, temía que no lo comprendieran, que lo excluyeran. Prefirió silenciar el dolor que gritaba en el territorio de la emoción. Su actitud fue inadecuada y produjo riesgos innecesarios, pues la depresión es una enfermedad tratable.
Pensar el pensamiento llegó a ser para él lo que la pintura representaba para Da Vinci, la poesía para Goethe, la matemática para Galileo. Aunque en los primeros años se sintiera más confundido que seguro, su progreso científico lo llevó a entender que cada ser humano es un mundo que explorar.
Quería encontrar un lugar especial para escribir. Salí de la capital, de São Paulo, y me dirigí al interior. Construí mi casa y mi clínica en medio de un bosque. También allí establecí mi consultorio. Empecé de nuevo. Sin embargo, me preguntaba: ¿Quién acudiría a consultar a un psiquiatra en medio de un bosque? ¿Tendría que hacer frente a una nueva crisis económica? A pesar de mis dudas, un año después tenía mi agenda llena.
Algunos científicos dicen que he escrito una de las teorías más complejas de la actualidad. Otros me creen especial porque me nombraron miembro honorario de una academia de genios o porque doy conferencias para intelectuales. Pero no olvides que fui uno de los peores alumnos de mi escuela.
He contado mi historia para demostrar que cualquier persona puede superarme. Como investigador de la inteligencia, estoy convencido de que mi intelecto no es mejor que el de cualquier otro. La más excelsa genialidad es la que se construye sobre los escombros de las dificultades y en los secos desiertos de los desafíos.

Nunca renuncies a tus sueños.

A lo largo de la historia, muchos seres humanos conocieron la sinfonía de la incomprensión y la melodía de los rechazos. Nadie los entendía, nadie los apoyaba, nadie creía en ellos. Presos en la tierra de la soledad, sólo podían contar con la fuerza de sus sueños y su fe. Soportaron avalanchas por fuera y terremotos por dentro.
¿Quién es más importante: el que previene las enfermedades o el que las cura? Sin duda, la medicina preventiva es más importante que la curativa. Los educadores son los profesionales que más aportan a la humanidad. Sin embargo, se los relega a uno de los últimos peldaños de la escala profesional.
Se obliga a los maestros a seguir un estricto programa. Los alumnos son bombardeados con millones de informaciones inútiles. Y el resultado es el estrés tanto de los profesores como de los alumnos. La función de la memoria no es ser un banco de datos sino un soporte de la creatividad.
Si tuvieras que renunciar a algunos sueños, cámbialos por otros. Pues la vida sin sueños es un río sin fuente, una playa sin olas, una mañana sin rocío, una flor sin perfume.
Sin sueños, los ricos se deprimen, los famosos se aburren, los intelectuales se vuelven estériles, los libres se tornan esclavos, y los fuertes, tímidos. Sin sueños se desvanece la valentía, se agota la inventiva, la sonrisa se convierte en una máscara, la emoción envejece.
A pesar de nuestros defectos, necesitamos tomar conciencia de que somos perlas únicas en el teatro de la vida y entender que no hay personas de éxito ni personas fracasadas. Sólo hay personas que luchan por sus sueños y otras que renuncian a ellos. Por eso, deseo sinceramente que tú...
¡NUNCA RENUNCIES A TUS SUEÑOS!

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