BAJO EL HORIZONTE DEL MAR

Mariano G. Sánchez

2005
La esfera comienza a ascender, trato de seguirla con la mirada hasta que se pierde en el brillo de un sol aparentemente blanco. Nuevamente se repite la escena una y otra vez entre los brazos de luz que nos juegan de un lado a otro.
La esfera va tomando velocidad cuanto más lejos de mi se encuentra; ya lo se, eso tiene un fundamento, pero sinceramente ahora no me interesa.
El entorno en colores azules me invita a relajarme.
Mas abajo veo varias personas que recorren el lugar, como si disfrutaran de un dia de paseo por un campo. Las veo conversar y escucharse tal como estamos acostumbrados en estas tierras…tierras?
Es increíble, pero desde acá puedo sentir su felicidad y entusiasmo. No pueden creer todo lo que los rodea.
Cuánto dice la expresión de una mirada! Que lenguaje tan simple y franco!
Sigo protegido por la ingravidez y el silencio.
En realidad no es un silencio absoluto, pero la insensibilidad de nuestro oido desprecia los llamados, chasquidos y movimientos, dejando casi siempre a la mi voz interior desatando mis líos de terricola, reflexionando sobre lo vivido o proyectando mi futuro.
Al poco tiempo esta sensación de bienestar se interrumpe suavemente, el sol ahora es más amarillo, el aire se transforma en brisas, vuelven los sonidos habituales, y descubro una vez mas el otro gran azul que es de donde pertenezco.
La verdad no se como fueron esos comienzos.
Recuerdo que cuando era chico, siempre jugaba a el “hombre rana”, dejaba la punta de la media algunos centímetros flameando y me desplazaba boca a bajo sobre un piso de madera.
También me acuerdo de ir en el viejo Ferrocarril Roca acompañado de mi viejo con destino a Capital Federal y después de la estación Nicolas Avellaneda ver ese espejo de agua que es el Riachuelo