Las Aventuras de Tobías y Tomate
Hace muchos años, en un fantástico lugar llamado Hasselandia existió un pequeño aventurero llamado Tobías. Era un niño muy inteligente, muy tenaz, fuerte y con un corazón enorme, pues le encantaba ayudar a los demás, sobre todo a los niños pobres que sufrían día con día por no tener lo suficiente para poder vivir. Además tenía una mascota muy singular, era un diminuto elefante color azul llamado Tomate, él y Tobías eran amigos inseparables, se conocían desde siempre y se ayudaban mutuamente en cada una de sus aventuras. Tobías cargaba consigo un arco y sus flechas, soñaba con ser como el legendario Robin Hood. Y Tomate, bueno, él no poseía ningún arma, pero su lealtad hacía su amigo era por demás suficiente.
Cierto día, caminando sobre los bellos suelos de Hasselandia, Tobías y Tomate se encuentran con un forajido, quien acababa de robarse una bolsa entera de pan. El ladrón corría velozmente, hasta que se perdió entre los arboles.
-No corras forajido, no te saldrás con la tuya!
Le gritaba Tobías intentando detener al ladrón, pero este no se detendría por ningún motivo
-Vamos Tomate, tenemos una misión muy importante que cumplir.
Y entonces, el pequeño aventurero se montó sobre su inseparable amigo Tomate y emprendieron una valiente carrera en busca del malvado forajido. Recorrieron el bosque entero, pero no podían verlo por ningún lado, sin duda era un ladrón muy hábil, pero eso no era impedimento para
Tobías, él estaba convencido de que lo atraparía.
Siguieron recorriendo el bosque, hasta que se encontraron con una extraña cabaña escondida entre los árboles, tenía una horrible apariencia, era muy intimidante, pero no lo suficiente para Tobías.
-Tomate, no importa lo horripilante que se vea ese lugar, estoy seguro que el forajido se escondió ahí mismo, así que vayamos por él!
Tobías se acercaba poco a poco, el cielo empezaba a oscurecer, pero él seguía muy seguro de si mismo, era un chico valiente y siempre luchaba para que la justicia siguiera viva.
Se acercaba un poco más, hasta que escucho un ruido.
-¿Que fue eso? ¿Eres tu ladrón cobarde? Sal de donde estés y entrégame lo que te robaste, le pertenece a los niños del pueblo.
Nadie contestaba. Era un intenso silencio que se ocupaba de contestar.
-Sal de ahí pillo, ¿Acaso tienes miedo?
Y de pronto, se escucharon unos pasos, cada vez mas cerca, Tobías preparaba su arco por si era necesario. Salieron no uno, ni dos, si no 5 forajidos, lo rodearon, Tobías y Tomate estaban atrapados.
-¿Pensaste que me atraparías? Imposible, soy el más hábil de todos los ladrones, y este pan me pertenece.
Gritaba en tono burlesco el maléfico ladrón.
-No digas tonterías malvado, ese pan es de los niños del pueblo, se los robaste, ellos necesitan comer, ¿Cómo puedes ser tan cruel?
-¿Cruel yo? Para nada, tan sólo me divierto, ¿Acaso no te gusta la diversión amigo mio? A mi me encanta.
Y en ese momento, el malvado forajido se dio cuenta de que Tobías venía acompañado de su inseparable amigo Tomate.
-Oh! ¿Qué tenemos aquí? que bello elefante, me pregunto, ¿Cuánto pagarán por él mis amigos los cirqueros? ¡¡Atrápenlo!!
En eso, sus amigos ladrones se encargaron de atarlo y escaparon del lugar, dejando triste y sin esperanza al pobre Tobías.
-Oh, mi amigo, y ahora que haré, se lo han llevado.
Desconsolado, el pequeño aventurero trataba de encontrar una manera de recuperar a su amigo Tomate junto con el pan robado, pero era muy difícil, no hallaba la manera, parecía que todo estaba perdido..... .. .. O al menos eso era lo que creía.
Pasaron algunos minutos, Tobías iba caminando sobre el penumbroso bosque, era de noche y la oscuridad comenzaba a perpetrar las entrañas de los árboles. De pronto se escuchó un murmullo.
-¿Quién esta ahí?
Gritaba el pequeño.
-Soy yo, Agustín.-
-¿Quién? ¿Agustín? ¿Qué Agustín?
Y en eso, un pequeño elefantito morado salió de entre las hierbas.
-Soy Agustín, tu no me conoces, pero yo a ti si, soy amigo de Tomate, me enteré que lo tienen atrapado los ladrones, así que mi deber es ayudarte a rescatarlo.-
-¿Pero como supiste? ¿Acaso nos estabas espiando?
-Por supuesto que no, Tomate y yo podemos comunicarnos por medio de la mente, así que me pidió ayuda, y yo sin dudar ni un instante, acudí a ti, su fiel amigo, para que juntos podamos sacarlo de esta pesadilla.
-Oh que alegría siento, me has devuelto la esperanza pequeño Agustín, vayamos entonces por nuestro amigo.
Dicho y hecho, Tobías y Agustín corrieron en busca de Tomate y el botín. Fue fácil encontrarlos, pues los ladrones, tontamente habían regresado a la cabaña donde cometieron su fechoría.
-Deténganse! Liberen a mi amigo y regresen lo que robaron.
-Jamás! Primero tendrás que derrotarnos.
Fue entonces cuando inició la batalla. Como Tobías era un chico muy fuerte y hábil, los golpeó en la cabezota dejándolos en suelo retorciéndose de dolor, mientras que Agustín se encargaba de arrastrarlos fuera del lugar.
-Ven amigo mio, Ahora eres libre. Vayámonos de este lugar, antes recojamos el pan y llevémoslo al pueblo. . . un momento, ¿Dónde esta el pan?
-¿Buscabas algo querido amigo?
El forajido estaba en la punta de un árbol sosteniendo la bolsa con pan.
-¿Quieres el pan? Tendrás que bajarme primero.
-Eso será muy fácil- dijo el pequeño elefante Agustín. –Prepárate para el golpe tonto ladrón.-
En eso, Agustín tomó impulso y embistió el árbol, haciendo que el forajido cayera dando un doloroso sentón en el suelo.
-¿Creíste que te saldrías con la tuya? Claro que no, la justicia siempre triunfa, esto te enseñará a no apoderarte de las cosas que no te pertenecen y que el egoísmo tan solo te traerá muy malas cosas. Debes respetar las pertenencias de los demás.-
Dijo el dichoso Tobías, quien una vez más había triunfado, demostrando que la justicia sigue viva, y que aun cuando pienses que todo está perdido, siempre existirá una oportunidad para poder salir victorioso.