La mujer ideal: Edad Media vs. La actualidad
La sociedad, al igual que el hombre, evoluciona y se adapta conforme el paso del tiempo. Estos constantes cambios permitieron que cada época, nación y sociedad tuviera su propio toque distintivo con respecto a las costumbres, la moral y las creencias con las que tanto hombres y mujeres se guiaban y desenvolvían en su vida cotidiana. Los papeles que ambos desempeñaban y los conceptos de perfección que se manejaban para ambos en sus respectivos tiempos también se vieron afectados durante estos procesos de cambio. En este escrito analizaremos las dos imágenes que la iglesia inculcó como modelos para la mujer durante la Edad Media: la mujer idealizada cuya representación se atribuye a la Virgen y la mujer real representada por Eva; así como una pequeña comparación entre la mujer perfecta de la Edad Media y la mujer perfecta de la época contemporánea.
El primer modelo era el que representaba la Virgen María como la nueva Eva, la imagen de una mujer pura, una buena madre y una esposa ejemplar. La castidad era una de las cosas más sagradas para una mujer. La iglesia inculcaba que el acto sexual era exclusivo del matrimonio; un deber que tenía como único el de extender a la familia y por lo tanto cualquier mención del placer que pudiera inducir al deseo carnal quedaba descartado. Cualquier acto sexual fuera del matrimonio se consideraba adulterio y era castigado severamente con la humillación pública, el destierro a alguna institución religiosa casi todo el tiempo de por vida o hasta la muerte. La siguiente responsabilidad de toda mujer era la de la educación de los hijos. Si bien la mayoría de la educación y el aprendizaje de la escritura y la lectura eran impartidos por la iglesia igualmente la madre jugaba un papel importante en la instrucción de los hijos en los modales, la moral y otras tantas actividades según la posición a la que pertenecían. Y finalmente el ser una buena esposa era una de las responsabilidades fundamentales de toda mujer cristiana. Ser ayuda idónea para sus maridos así como se mencionaba en la biblia no era simplemente complacer al esposo de manera física sino también ser buena administradora de su casa y sus bienes en ausencia de su cónyuge.
Varias obras literarias de la época nos dan un gran ejemplo de lo mencionado anteriormente en sus personajes femeninos. Tal es el caso del personaje de Doña Jimena en el del Cantar del Mio Cid, donde se le representa como el típico reflejo de la mujer perfecta: una mujer fiel, trabajadora, honrada, prudente, callada, amorosa y entendida de su marido. Desafortunadamente, debido al valor que tenían las mujeres en aquella época casi semejante al de un objeto, es bastante notable su ausencia en las fuentes escritas. Por consecuente no es fácil rastrear las actividades diarias de los personajes femeninos o de la mujer en general y lo poco que sabemos es a través de los escritos masculinos. Otro ejemplo que redunda un poco más en lo divino e idealizado está ilustrado en las obras Los Milagros de Nuestra Señora y Las Cantigas de Santa María, donde se muestra más explícitamente las características más sobresalientes que caracterizan a la Virgen como la mujer ideal de aquel tiempo. En estas obras se describe su personalidad así como otros atributos, una mujer muy bella, amorosa, compasiva y una madre audaz dependiendo de la situación en la que se encontraba; todas estas eran virtudes que fervientemente se buscaba inspirar en las mujeres medievales. La segunda imagen es la de Eva, la mujer imperfecta pero más real que fue creada de una costilla que Dios tomó del hombre y que es susceptible a caer en la tentación de los apetitos de la carne de la misma forma en que lo hizo en el huerto del Edén y así condenando al mundo al pecado y la perdición eterna.
La mujer, como un elemento importante en la sociedad que empezaba a emerger, es por esta razón vinculada con el culto a la Virgen, al ser ella el primordial modelo a seguir por sus dones y bellezas femeninas. En consecuencia, a la mujer se le enseñaba a ser sumisa y estar al servicio del esposo o amante. Debido a la estricta moralidad de la época, la mujer pasó prácticamente a ser un objeto de deseo y de amor puro y honesto, no arrebatado o puramente carnal. Con estas dos descripciones bien definidas podemos llegas ahora a la comparación entre las mujeres de la Edad Media y las mujeres en la actualidad. Mientras que a las mujeres se les demandaba completa sumisión y decoro la mujer de la actualidad podría decirse que está en un caso completamente diferente. Hoy en día las mujeres pueden disfrutar de completa libertad para elegir si depender en alguien o volverse completamente independientes. Cada día es más normal ver mujeres ocupando puestos en sociedad cada vez más importantes y con más variedad que en el pasado. Tanto los códigos de moral como el prejuicio contra las mujeres han cambiado radicalmente al punto de dejar a las mujeres en el mismo plano de oportunidades que los hombres pero, ¿Es esto obligatoriamente algo bueno? Realmente no hay una respuesta concreta a esta pregunta, sino que depende de la mentalidad y la visión de la persona. Mientras que antes los valores y la sociedad eran más estrictos y existían menos oportunidades para el género femenino la moral que predominaba y la reputación que precedía a la mujer era tal vez para la opinión de algunos más decorosa y digna hasta el momento en que surgió la revolución femenina y el feminismo. Para otros es simplemente un cambio positivo y alentador para un grupo que por siglos sufrió la opresión y la limitación de su gran potencial por otro grupo que erróneamente se creía superior sin prueba alguna. Sea para bien o para mal el cambio es importante aprender siempre del pasado para mejorar nuestro pasado, revivir la historia y analizar el presente para poder optimizar el futuro. Los buenos valores del pasado, el decoro y el estado sagrado al que una vez se atribuyó a las mujeres es algo que jamás llegaría a ser anticuado, aun en este siglo.