La Vanguardia ofrece a partir de hoy a sus lectores una serie sobre obras poco conocidas de los museos catalanes. Se trata de joyasescondidas en centros de arte pequeños o excéntricos por diversas razones, ya sea que sus autores son anónimos o poco reconocidos–a veces injustamente–, o simplemente son obras que no han gozado del favor del público... hasta ahora. Una de las joyas del museo del Prado de Madrid es sin duda El jardín de las delicias de El Bosco, considerada una obra surrealista avant la lettre. Tal como descubrió el historiador del arte Joaquín Yarza, Salvador Dalí se inspiró en un fragmento de este cuadro para el rostro de El gran masturbador (1929) que siempre se había considerado que surgió de la silueta de una roca del Cap de Creus (observación que tampoco queda invalidada). Y el crítico de arte Josep Casamartina considera que este mismo cuadro de El Bosco influyó en Ángeles Santos Torroella y "está presente" en La Tierra, óleo de 1929 (y en menor grado en El mundo, su obra más conocida). Es decir que en el mismo año dos artistas nacidos en el Empordà, Dalí en Figueres (1904) y Ángeles Santos en Portbou (1911), se adentran en el surrealismo y crean unas obras, que serán de las más representativas de su carrera, bajo el mismo influjo. Han aprovechado sus estancias puntuales en Madrid para impregnarse de los grandes maestros y se han ensimismado ante el mismo cuadro. Sin saberlo, porque no consta que se conociesen pese a la proximidad de sus orígenes. La Tierra, también llamado Un pueblo primitivo, pertenece al Museo del Empordà (mE) de Figueres. Llegó como una donación de la autora en 1993, como compensación por la pérdida de El mundo (290 x 310 cm.), el gigantesco cuadro que después de estar cedido en préstamo durante 17 años fue comprado por el Reina Sofía de Madrid. Desde entonces, el mE tiene el privilegio de haber tenido las dos únicas obras surrealistas de esta pintora, aunque se haya quedado la de menor presencia. En Catalunya sólo existen otras tres obras de esta autora pero de menos relevancia: Retrato de Conchita (1928) y Retrato de Juan Mari (1953), en el MNAC de Barcelona, por una reciente donación, y Niños en el jardín (1928), donación de la autora al ayuntamiento de Portbou. La Tierra (Un pueblo primitivo) 1929. Óleo (67x80 cm) donado por la autora. Última exposición externa Il·luminacions. Catalunya visionària (CCCB, 2009). 'La Tierra' es uno de los dos óleos surrealistas que se conservan de la pintora nacida en Portbou. Ángeles Santos, que falleció el pasado 3 de octubre a punto de cumplir los 102 años, pintó La Tierra con tan sólo 18. Más o menos por la misma época que El mundo, dentro de una serie sobre el cosmos, de la que se han perdido otras obras. La Tierra es un planeta, probablemente a la caída del sol, donde se aparece una secuencia de escenas cotidianas, Sus habitantes han quedado reducidos a una figura femenina y otra masculina, andróginos sino fuera por sus vestimentas, verde para ellos, roja para ellas. Una pareja que se va repitiendo siempre con su propio mundo al lado, en forma de bola, donde a veces se refleja su rostro. Están en el paraíso ante la manzana de la discordia –presente también en El jardín de las delicias–, rezan o descansan, se buscan, se pasean, se lavan, se esconden, tienen hijos y los hacen crecer, Se mueren y se reproducen. Un mundo misterioso e indescifrable, tal como se le aparecía entonces a aquella chica, prodigio en la pintura pero adolescente aún. "Unos seres inquietos,/de insomnio y sombra hechos,/se afanaban noche y día,/tiernos hasta en sus crímenes,/con ira hasta en sus juegos", escribió su hermano Rafael Santos Torroella en un poema dedicado a ella y a su mundo. "Más nada comprendíamos/nosotros, cuando,/sin desde Portbou movernos,/las luces de la noche/encenderse veíamos/en el jardín de los abuelos", continuaba diciendo el poema que le dedicó, en referencia a este otro jardín de la infancia, en la casa natal de Portbou donde siguieron pasando los veranos de muchos años. Ángeles Santos Torroella era hija –la mayor de ocho hermanos– de Julián Santos, un funcionario de aduanas salmantino que había recalado en Portbou, y de Aurèlia Torroella, hija del que durante casi veinte años fue un alcalde federal y masón de esta población fronteriza. Aunque sus primeras obras son retratos familiares realizados en Portbou, fue en Valladolid, tras el traslado de su familia, donde recibió las primeras y únicas clases de pintura. Lo suyo fue una eclosión repentina que dejó estupefacta a la crítica madrileña en 1929. Ramón Gómez de la Serna, Federico García Lorca, José Gutiérrez Solana, Jorge Guillén y Juan Ramón Jiménez elogiaron y se interesaron por su obra. Como ella mismo confesó era "un alma que se sentía esclava aún en un mundo libre". La presión creció en su entorno y ella llegó a obsesionarse. Hasta tal punto que a principios de 1930 sufre una crisis personal que cambiará su futuro. Se traslada con la familia a San Sebastián, se aleja de la pintura momentáneamente y cuando regresa lo hace con una temática y estilo más plácidos, más cercanos a un postimpresionismo. En 1935 conoce al que será su marido Emili Grau Sala. Durante la Guerra Civil su marido se va a París y ella se queda en Canfranc para tener a su hijo, Julián Grau Santos. La posguerra no será fácil. Vive sola con el hijo en Madrid, Figueres y Portbou. A partir de los años 60 vuelve con fuerza a pintar, se reúne de nuevo con su marido pero su obra no abandona ya ese tono más académico, centrado en los retratos, paisajes floridos y jardines de alegre colorido. Anna Capella, directora del mE, dice en Entre la vida i la pintura –el libro que le dedicó hace tres años–, que "la etapa artística más brillante, que la ha legitimado como una pintora de vanguardia, es muy particular, enigmática, sorprendente y corta". Y concluye que quizás Angelita "entró en el mundo del arte por la puerta grande, seguramente un poco demasiado pronto y demasiado rápido". Su tierra, su realidad, eran demasiado naif. MUSEU DE L'EMPORDÀ FIGUERES Contemporaneidad combina con tradición. La historia del Museu de l'Empordà se remonta a 1885 cuando el museo del Prado cedió varias obras en depósito al instituto Ramon Muntaner de Figueres. La colección creció con las donaciones del político Josep Rubaudonadeu. En los años veinte hubo un movimiento para crear un Museu d'Art pero no fraguó. El museo se creó finalmente en 1946 con una sede provisional en el instituto Muntaner. A partir de entonces llegan varias donaciones: el legado Moncanut (Sunyer, Gargallo, Gimeno, Nogués, Tàpies...), el de la madrede Alexandre Plana (Nonell, Martí Alsina, Mir ...), Frederic Marès y nuevos depósitos, como una columna y capiteles románicos de Sant Pere de Roda. Una colección ecléctica donde no falta toda la escuela ampurdanesa de pintura. En 1971 seinaugura el actual edificio. En los últimos años ha sabido combinar la tradición (retrospectivas de Dalí, Reig, Llavanera, Fages, Vallès) con artistas contemporáneos (Pazos, G. Rubert, Portabella, Dora García) y locales (A. Marin, Mitjà, Galter, Bianchi). Pantocràtor 1929, Joan Massanet, coetáneo de A. Santos. Técnica mixta sobre madera, 39 x 49 cm., adquirido en 1994. (TEXTO_INTEGRO).