Antes de hablar del conflicto nacionalista que hay en Israel y que le ha llevado a estar en una guerra constante con sus países vecinos, hay que contextualizar geográficamente e históricamente a éste Estado. Israel se encuentra en Oriente Medio, limitando al norte con el Líbano, al este con Siria, Jordania, Cisjordania, al oeste con el Mar Mediterráneo y la Franja de Gaza, al suroeste con Egipto y al sur con el golfo de Aqaba (Mar Rojo). La mayoría de la población de Israel es judía, siendo Israel el único Estado judío del mundo. Es también el hogar de árabes musulmanes, cristianos, drusos, samaritanos y Bahais (con sede en Haifa). Y es esta mezcla de culturas y religiones la que produce una gran tensión en la zona.

Israel como Estado tiene su origen tras la Segunda Guerra Mundial, más concretamente en 1947 cuando las Naciones Unidas decidieron partir Palestina (que desde el final de la Primera Guerra Mundial era un Mandato Británico) en dos estados, uno árabe y otro judío. Sin embargo los países árabes no estaban de acuerdo con esta resolución de la ONU, una desaprobación que se manifestó cuando sus 5 países árabes vecinos declararon la guerra a Israel el 15 de mayo de 1948, un día después de que Israel declarara su independencia. Una guerra cuyo fin era invadir el nuevo estado de Israel pero que, sin embargo, trajo consigo una serie de victorias israelíes que llevaron a que Israel expandiera su territorio más (aproximadamente un 26%) de lo que se acordó en la resolución de las Naciones Unidas. Esta guerra llevó a que muchos árabes fueran expulsados de Israel, y por otro lado muchos judíos fueran expulsados de países árabes hacia el nuevo estado de Israel.

Cabe destacar más conflictos en el resto del siglo, como por ejemplo la Guerra del Sinaí en 1956, en la cual Israel (apoyada por Francia y Gran Bretaña) conquistó en Egipto la península del Sinaí, aunque más tarde EEUU y la URSS “obligaron” a Israel a devolver los territorios conquistados en la guerra. También destaca la Guerra de los Seis Días en 1967, que se prolongó hasta 1973 en la Guerra de Yom Kipur y en las cuales Israel invadió Egipto. En esta situación, Israel firmó la paz con Egipto y con Jordania, devolviendo a Egipto la península del Sinaí (pero no la Franja de Gaza) a cambio del reconocimiento de Israel por parte de Egipto.

Hemos mencionado el momento en el que Israel declaró su independencia como Estado, pero el movimiento que persiguió este hecho se inicia mucho antes. Concretamente, tiene sus primeros vestigios a finales del siglo XIX (1881), cuando los judíos se vieron obligados a inmigrar (Aliyá) a tierras palestinas tras ser perseguidos en Europa. Un movimiento migratorio que tuvo como principal efecto los inicios en las hostilidades entre judíos y árabes.

Pero es el período comprendido entre 1904 y 1919 cuando la inmigración judía cobra fuerza. A ello contribuye el surgimiento del sionismo, fundado por Theodor Herzl. Un sionismo que ha sido el motor y la justificación que se utilizó para la posterior fundación del Estado de Israel. Es difícil, por no decir imposible, entender la creación del Estado de Israel sin la contribución del sionismo. Por tanto, se puede decir que el Estado de Israel sienta sus bases ideológicas, políticas, sociales, etc en el sionismo. Durante el resto del siglo XX hay más casos de movimientos migratorios, como son por ejemplo en durante el período de entreguerras, el avance del nazismo y la posterior Segunda Guerra Mundial, o los intentos de huída de la URSS de judíos, considerados como traidores por el gobierno soviético.

Una vez visto el contexto geográfico e histórico de Israel, hay que hacer especial mención a su situación actual. Una situación marcada por las diferentes políticas que adoptan los distintos gobiernos de Israel. Y decimos distintas porque se ve claramente las diferencias (sobre todo en política defensiva y política internacional) entre los gobiernos de un color y los de otro.

Viendo los diferentes artículos de prensa, vemos que el sionismo y el nacionalismo judío son de los principales argumentos que se utilizan para defender o criticar la política israelí, así como la propia existencia del Estado de Israel.

El nacionalismo judío es además peculiar, pues nunca tuvo un territorio ni una patria (aparte de la tierra prometida, a la cual aún no habían llegado hasta la formación del Estado de Israel tras la Segunda Guerra Mundial). Y es peculiar porque el nacionalismo judío no tiene una nación al uso, sino que los judíos eran un conjunto religioso formado por distintas comunidades dispersas por el mundo, estando algunas conectadas entre sí pero no todas. Por tanto, se puede decir que el sentimiento nacional judío se vio obligado a formar una idea en torno a la posibilidad de formar un “estado-nación”. Cabe destacar que, esta idea, no está fundamentada en torno a la religión como tal, pues en gran medida, los actuales representantes del nacionalismo israelí más radical, son profundamente laicos.

Así, los partidarios de formar un Estado judío en el siglo XX (es decir, los sionistas) tenían que hacer, entre otras cosas: a) Obtener el territorio palestino, siendo el plan judío erradicar a los palestinos y hacer una limpieza étnica; b) Convencer a los judíos de la necesidad de la creación de ese Estado judío, basándose en el derecho histórico que tenían los judíos que tener un territorio y un Estado; c) Convencer a occidente de la necesidad de crear un estado judío, recibiendo un apoyo económico, político y militar de occidente.

En la actualidad, los defensores del sionismo y del nacionalismo israelí, defienden que es este Estado sea quién muestre el camino al resto de países del mundo (sobre todo los occidentales) para acabar con el terrorismo islámico que atenta contra el mundo occidental. Un camino que pasa por el enfrentamiento y la fuerza, y no por la vía diplomática.

Estos defensores del sionismo y la política dura de Israel respecto a la comunidad musulmana dicen que la culpa de que Israel tenga que adoptar medidas de acción bélica son los propios terroristas islámicos, que atacan las fronteras de Israel y que esconden armas en edificios civiles para que cuando estos edificios sean atacados por Israel poder justificar la muerte de inocentes. Por tanto, se podría decir que los defensores del sionismo ven a Israel como la última barrera que frena el avance del terrorismo islámico, frente a la pasividad diplomática de occidente (en especial Europa).

Otro defensor del sionismo y, por tanto, del nacionalismo más duro de Israel es el profesor de la Universidad de California en Los Ángeles, Judea Pearl. Este profesor dice que es el antisionismo (que no es lo mismo que el antisemitismo) lo que pone en peligro la paz en oriente próximo. El profesor Pearl mantiene que los judíos tienen el derecho histórico de un estado.

Pero también hay críticos hacia el sionismo y el propio Estado de Israel, algunos incluso judíos. Por ejemplo, el periodista y novelista judío Ben Ehrenreich, que dice que el sionismo es el principal problema que impide que se alcance la paz en oriente próximo. Es más, este autor critica los propios principios del sionismo y la fundación del Estado de Israel. Una crítica en el sentido de que Israel se fundó bajo unos principios de una única etnia (la judía) o identidad religiosa en un territorio claramente multiétnico y multireligioso, y ante esta situación, el sionismo fundador de Israel opta por la exclusión política de las etnias no judías, y en último extremo hacer una limpieza étnica. El periodista hace referencia las recientes elecciones en Israel, en las que el líder del Likud, Benjamin Netanyahu negocia con el partido ultraderechista de Avigdor Lieberman la formación del gobierno, dejando a un lado a los más moderados. Como resultado de este pacto, según Ehrenreich, se consolidarían las posiciones más duras en Israel, ya que Lieberman es un enemigo frontal del plan de creación de un estado palestino.

Otra postura contraria la encontramos en el periodista Lluís Bassets, con su artículo “un camino más a la derecha”. En dicho artículo hace una crítica a las últimas elecciones en Israel, en las cuales fue elegido presidente Lieberman, líder del partido Yisrael Beiteinu. La crítica está en que Lieberman y su partido son partidarios de una limpieza étnica antiárabe en la zona de Israel y sus alrededores. Un partido que es contrario al proceso de paz con Palestina, la creación de un Estado palestino, exige a los árabes que viven en Israel que declaren su fidelidad al Estado judío, que los alumnos de todos los colegios del país (sean los alumnos judíos o árabes) canten el himnos nacional cada mañana o declaren su fidelidad a la bandera, la exigencia a los árabes de que cumplan el servicio militar obligatorio como hacen los judíos, etc. Y, por último, un partido que se siente fuertemente ligado a los principios sionistas que sentaron las bases de la fundación del Estado de Israel tras la Segunda Guerra Mundial.

Además, las políticas de Lieberman son criticadas por muchos medios de comunicación y humoristas judíos, al considerar a Lieberman como un fascista (a lo que Lieberman responde diciendo que se siente un patriota judío).

Y no sólo los medios de comunicación. Por todo el mundo, profesores, editorialistas, burócratas de ministerios de exterior cuestionan la existencia de un estado judío, e incluso otros países históricamente amistosos. Y con una población judía cada vez más desencantada y avergonzada de la evolución de la ideología sionista que fundó el Estado de Israel bajo los principios del sionismo socialista. Un nacionalismo judío que también ha perdido el apoyo de cierta parte de los judíos seculares, que ven al sionismo y al nacionalismo judío como una ideología desfasada basada en el racismo y la supremacía judía.

Como se ha dicho antes, el nacionalismo judío no es un nacionalismo al uso. Cumple unos mínimos en la definición de nación, en el sentido de que el nacionalismo judío reivindica el reconocimiento de sus diferencias culturales con otros pueblos. Una reivindicación que traslada a la política, es decir, que el pueblo judío quiere un reconocimiento político de esas diferencias, lo que le lleva a exigir un territorio en el cual fundar su propio Estado. Pero, obviamente, va más allá. Lo que busca el nacionalismo judío (o lo que es lo mismo, el sionismo) es la reivindicación de un Estado-Nación, es decir, un territorio donde ejercer su soberanía y sus actividades sociales, políticas y sus diferencias culturales.

Es en este Estado-Nación judío donde surge el problema y las grandes críticas, pues un sector del sionismo busca un Estado-Nación exclusivamente judío, sin árabes dentro de su territorio. O lo que es lo mismo, parte del sionismo persigue una limpieza étnica en la zona. Un sionismo menos radical admite una presencia árabe, pero la admite con unas condiciones en las cuales los árabes están prácticamente “sometidos” a los judíos (en el sentido de que se les exige a los árabes un respeto absoluto hacia bandera, himno y otras costumbres culturales judías). Siguiendo a Nielsson, el sionismo puro busca un Estado-Nación uninacional (es decir, más del 95% tienen que ser judíos) o, sino consigue un Estado-Nación uninacional, intenta que sea un tipo de Estado-Nación que Nielsson establece de entre el 60% y el 95% de una sola etnia. Argumento que a Nielsson se le cae por su propio peso, ya que la población judía está conformada por múltiples etnias, entre las que cabe destacar askenzíes (Europa central y oriental), Sefardíes (mediterráneos) y Falasas (Etiopía).

Así, en al actualidad, el sionismo es cada vez más criticado, tanto por los propios judíos como por el resto del mundo que no judío (no sólo los árabes, también personas de occidente e incluso muchos países que tradicionalmente fueron aliados de Israel desde su creación). Y las críticas se ven por el corte fascista en el que se ha convertido un sector del sionismo. Por tanto, las críticas no son hacia el pueblo de Israel, sino hacia una serie de preceptos e ideas que alimentan un nacionalismo filonazi que tiene representación en el gobierno del Estado de Israel y es encabezado por Avigdor Lieberman y secundado, en su mayoría, por los judíos originarios de la antigua URSS.

Dijimos antes que el nacionalismo judío es peculiar porque, aún cumpliendo con los requisitos antes mencionados, el nacionalismo judío reivindica una nación que en realidad no existió hasta finales del siglo XIX y principios del XX. Y esto es así porque a lo largo de la historia los judíos se han agrupado en diferentes comunidades a lo largo de todo el mundo, pero sin encontrarse todos los judíos en una misma nación. Había judíos en EEUU, Europa, zonas de Asia y África, pero eran comunidades que no estaban fuertemente unidas entre sí, sino que cada una hacia su vida y convivía con las demás personas de esas regiones. Y es este un punto que se le critica al sionismo, pues éste reivindica un territorio en el cual la comunidad judía no convivió unida nunca a lo largo de su historia. Lo hizo sólo a finales del siglo XIX y XX tras las migraciones que se hicieron hacia Palestina. Pero esto también es criticado al sionismo, porque aunque éste argumente que sí ha estado en Palestina, los críticos al sionismo le recuerdan que esas migraciones a Palestina fueron forzadas porque los judíos fueron “expulsados” de Europa y muchas otras zonas del mundo y sólo les quedaba Palestina como lugar al que ir a vivir. Y es por eso por lo que se creó esa comunidad judía unida, que coincide en la que los judíos consideran como su “tierra prometida”.

Por eso, aunque el nacionalismo judío reivindique su territorio basándose en que tiene derecho tras más de 2000 años de persecución y basándose también en que Palestina es la tierra prometida que les prometió el Mesías, los cada vez más contrarios al nacionalismo judío le dicen que en esa tierra prometida históricamente los judíos no han tenido nunca una comunidad unida y formal.