En cuanto empiezan a salir las primeras burbujas que denotan que el agua hierve, justo ahí, justo ahí es cuando se echa la pasta a la olla. El agua bajará su temperatura de forma considerable, pero usted no se preocupe, mantenga la calma, ya que después de un rato volverán las burbujas a invadir el agua. Cuando usted las vea aparecer otra vez, es el momento estrella del chorrito de aceite de oliva extra virgen. Eche usted un buen chorro y remueva el aceite con un tenedor. Un tenedor grande. Siga removiendo la pasta, hasta que usted crea que se ha gestionado de forma correcta la diferencia de densidades entre el aceite y el agua. Después de eso, habrá que esperar unos cinco minutos antes de vaciar la olla, aunque dejo a su consideración el hecho de alargar el tiempo de cocción, dependiendo del tamaño de la olla que usted tenga…. Y esa maldita pasta te la comes hasta en el desayuno, porque es lo único que sé cocinar. Esa es la verdad.

Odio los programas de cocina que pasan por la televisión nacional a media mañana. Tanta variedad y tanto equilibro alimenticio me hace sentirme poco saludable. También, me hacen sentir que necesito cosas que no sabía que las necesitaba. La legión de ollas y el tenedor gigante son algunas de otras muchas.

Usted dirá…¿Quién soy? Soy Sam, Sam Koskoff, y hace unos años decidí perder el control de mi vida.

Vivo en una habitación en un pequeño edificio al sur de Madrid. Como todos en este barrio, yo también soy inmigrante y, por supuesto, estoy desempleado.

Bueno, aunque a veces pienso que tengo un trabajo. Pero no es de esos trabajos que se pueden anunciar de forma orgullosa a tu circulo de amigos, ni de aquellos que den oportunidad a tu madre de presumir de su hijo. Es mucho menos que eso…a veces, cuando tengo la motivación suficiente para pensar que esta situación se arreglara algún día, cojo mi guitarra y me meto en algún vagón del tren subterráneo a tocar y cantar algunas canciones compuestas por mi.

Es duro. La gente me aparta la mirada como si el estado en el que estoy fuese su culpa. Sé que estoy descuidado y mi aspecto no es amigable, pero si estoy así es porque quiero, porque yo quiero, porque me da la gana, porque es mi vida, y yo hago lo que quiera con ella. Mi barba es mi barba, y si quiero que sea larga, es porque es mía. Pero sé que estoy loco, y también sé que eso se nota bastante, independientemente de mi apariencia. Yo siempre les digo a los que viajan por el subterráneo…el control, o mejor dicho, el espejismo de control que todos vosotros tenéis sobre vuestras vidas es un veneno. Un veneno que te mata mientras te hace sentirte fuerte. Un veneno de los buenos.

Les recuerdo que yo estuve ahí, en esa nube de fortaleza y dominio, pero me caí. Escapé de mi país, mi novia se casó con mi vecino, mis padres me echaron de casa, y luego los del despacho pensaron que lo mejor para mi y para la empresa es que abandonara mi puesto de trabajo. La verdad es que el tiempo y mi vicios

me han hecho confundir el orden de los factores que resultaron en mi desgracia, y ahora no tengo ni idea de lo que pasó primero, ni lo que de antes ni lo de después.

Yo sufrí la caída, y aquí abajo me quedé. Pero bueno, tampoco se está tan mal. No me creerías si te digo que la verdad es que me gusta esto de estar por aquí, de estar aquí decidido a perder siempre el control de mi vida, todos los días. No hay presiones, por lo menos no para mí, no tengo nada que perder, pero yo sé que para ellos sí.

A veces pienso que la gente, ante la duda, quiere que les digan cómo tienen que vivir. Y eso no es posible, no en mi vagón. Yo siembro caos.

Cuando toco la guitarra y canto, miro las caras de todos esos que están en el vagón; veo miedo. Siempre lo he hecho, pero cada vez más. Los huelo, huelen a miedo. ¿Influye ese miedo en sus vidas? No lo sé… Yo cuando compongo mis canciones pienso en ellos. Mi objetivo es desestabilizar, incomodar, molestarlos. Pero no siempre, porque entonces no tengo para comer mi pasta. Cuando necesito dinero para comer y para pagar mi habitación, les canto canciones de felicidad, de amigos, de amores, de encuentros, les hago sentir que son afortunados. Les hago sentir guapos ahí sentados, les hago sentir que todo el mundo está pendiente de ellos, que son el centro de atención. Les hago sonreír. Les digo lo que quieren escuchar, una mentira que les haga alcanzar la felicidad. Pero a veces, cuando ya tengo algunas monedas en el bolsillo y me corroe la envidia de verlos ahí tan cómodos, cambio de tono y les canto canciones que les traen de vuelta a la realidad. Les hago sentir infelices, les hago sentir que nada sale, y que todo está mal. Les hago sentir feos, sucios, y mal cuidados, y mal queridos. Les digo algo que les duela, les digo la verdad.

Me encanta ver sus caras. Me gusta pensar que dedican mis canciones a esas personas que aman, y a esas que odian. Me gusta ver como me miran cuando saco la guitarra del estuche. Es ahí cuando huelo su miedo.

¿Sabes por qué me tienen miedo? Porque no saben por dónde he entrado, ni por dónde voy a salir. También porque les digo cosas inusuales, los meto en problemas, los enfrento a ellos mismos, porque les mezclo todo, y porque les complico la vida.

Creo que hay dos cosas que te hacen sentir vivo; la música y la muerte. Y eso es cierto no sólo en mi vagón, sino en todas partes. La música te recuerda todo eso que no puedes olvidar; lo bueno y lo malo.

El sonido acompaña a la letra y no al revés. Es por eso que le pongo a casi todo el mismo ritmo, con acordes parecidos, y me concentro más en el mensaje. Quiero enseñarles mi percepción de la vida. Quiero dejar espacio para la imaginación. Quiero darles luz, y cubrirlos con oscuridad. Quiero hacerles sonreír, y al mismo tiempo hacerles llorar. Quiero enseñarles lo bonito que es luchar, lo bueno que es perdonar, y realmente olvidar. Quiero enseñarles lo bueno que es tener amigos y

enemigos de verdad. Pero también quiero que se den cuenta lo fastidioso que es odiar, que se den cuenta lo que pesa el resentimiento, y lo mucho que pudre por dentro las ganas de vengar. Nadie merece recibir castigo por otro castigado. Esa es la verdad.