En este capitulo se pone de relieve cómo el hombre con su razón, tiene la posibilidad de alcanzar la verdad que por su naturaleza es universal. El Papa expone diversas "facetas" de la verdad, llegando a afirmar que: "se puede, pues, definir al hombre como aquél que busca la verdad".
El hombre trata de llegar a Dios de diferentes modos y en todos los tiempos con la literatura, la musica y el arte, entre otras muchas maneras, pues la belleza del mundo refleja la grandeza divina y la expresión de esta belleza no es sino el reclamo de un ser superior (Creador) y es porque, “en lo más profundo del corazón del hombre esta el deseo y la nostalgia de Dios”
Si el conocimiento lleva al progreso, qué mayor progreso puede tener la humanidad sino el conocimiento de Dios por medio del obrar ético de cada persona, actuando según su libre y recto querer, en el camino de la felicidad y que tiende a la perfección (Dios). El seguir un camino justo y con valores verdaderos enriquece al hombre y así como el trabajo, le enaltece.
Junto con el sentido de la vida y la inmortalidad nace el cuestionamiento, absolutamente cierto, ¿el inevitable hecho de nuestra muerte implica el Fin absoluto? Cada persona quiere o debería saber acerca de su fin; llegar a saber si existe una vida más allá de la muerte o simplemente se aniquila el ser.
De estas respuestas se puede partir hacia la singularidad de la verdad, que de ser de esta manera, debe ser la misma para todos y para siempre. Para descubrir y expresar la verdad, el hombre busca dar una “filosofía” propia que satisfaga (o no) los cuestionamientos; “filosofía” basada en convicciones o experiencias personales, tradiciones familiares o culturales, etc., sobresaliendo en todas la certeza de la verdad y su valor absoluto.
La verdad puede ser condicionada dependiendo de los intereses de quien la busca, hasta puede ser evitada por temor a sus exigencias, pero al no poder fundarse la vida sobre la duda, la incertidumbre o la mentira, es la verdad la que influencia su existencia pues la sed de verdad esta tan radicada en el corazón del hombre que tener que prescindir de ella comprometería la existencia.
La fe cristiana ofrece al hombre la posibilidad de llegar a la verdad apoyándose no solo en los logros propios o ajenos, sino también elevando al hombre en ese orden de gracia necesario que le permite participar en el misterio de Cristo que es Uno y Trino, siendo esta la Única Verdad, que no se puede alcanzar únicamente filosofando.
“La unidad de la verdad es ya un postulado fundamental de la razón humana, expresado en el principio de no contradicción.” Así, es Cristo la verdad y fuente de la misma, a la que solo por Él se puede acceder.