Free Essay

El Tesoro de Ricardo Petaca

In:

Submitted By ElCarpo
Words 20141
Pages 81
Introducción
La desenfrenada euforia y presión que cargan sobre un adolescente que cursa 2do y 3er año del Ciclo Técnico en la Escuela Industrial Superior pero que busca inconscientemente otra cosa, otra cosa que más bien es instintiva, como un impulso primario natural, y que además tiene aspiraciones artísticas como teatro, dibujo y literatura, pero que siente la mirada constante e insistente de su propia responsabilidad y ambición que lo obligan a exigirse todo lo que sabe que puede lograr para no defraudarse a sí mismo, todo esto sumado a una ideología que se basa en el delirio voluntario y la descarga de tensiones por medio de la expresión sin el más mínimo sentido y sin miedo al qué dirán, criticando a la juventud masiva y sin criterio propio del cual se está plagando el mundo; todos estos factores influenciaron al autor a enchufarse en su computadora y a escribir lo que primero le viniese a la mente, lo que se cruzase de forma más torcida, lo que lo hiciese reír a él mismo, esto era lo que seleccionaba para su texto. Lo que se empezó a formar era un montón de “delirancias”, que mágicamente empezaron a tomar forma, trama y hasta un profundo dramatismo. Una vez estructurado ya no había más que hacerle, ya había cobrado vida propia, solo restaba seguir escribiendo hasta que simplemente decida terminarse.

El absurdo no es ni ficción ni realismo fantástico, es el arte de saber volar más allá de la imaginación (ya que esa es zona de la ficción), hay que despegar con mucha más fuerza hasta notar que se está planeando por el delirio y la locura, rodeado por una bandada de ideas sin sentido a las cuales no les importa revelarse ante la coherencia y la cohesión y vuelan en direcciones erráticas, sin fijarse si realmente están yendo a algún lado. Pero hay que tener cuidado: saber cuándo ya es suficiente es tan o aún más importante que saber explotar en delirio, si no puede lograrse una repugnante pasta de boludeces que no solo no causaría risa sino que dejaría esa sensación de empacho o empalago que causaría el abandono seguro de la lectura, como una torta con demasiado dulce de leche.

Un texto absurdo bien hecho no admite expresión de ideologías o políticas, o por lo menos no debería. El Tesoro de Ricardo Petaca no expresa y ni intenta expresar directa o indirectamente ningún tipo de ideología, política o discriminación, no da lugar a críticas públicas más que chistes cotidianos y de los acontecimientos actuales. El autor de El Tesoro de Ricardo Petaca recurrió al absurdo para poder utilizar la escritura como método de relajamiento y descarga, o sea, quería escribir sin ninguna presión ni preocupación. Esto fácilmente puede verse plasmado en el texto como por ejemplo en el completo descuidado para con los tiempos verbales, ya que puede notarse el cambio de los mismos no solo de párrafo a párrafo sino también entre las líneas de un mismo diálogo.

En definitiva, si quiere tomarse a El Tesoro de Ricardo Petaca como un cuento con temática (dentro de la poca consideración que le tendría a la “temática” de un absurdo) yo diría que se trata de una especie de parodia a las clásicas historias de búsqueda del tesoro o de islas desiertas que tanto abundan en el mundo de la literatura. La historia nos ubica en algún país de Sudamérica en el año 2002 donde la sandía solía estar barata y el remate de propiedades se ponía rápidamente de moda, era euforia de la gente adinerada estar a la expectativa de algún remate importante para abalanzarse desmedidamente a adquirir sus bienes; pero el problema que asechaba al país era la exasperante sobrepoblación de pájaros carpinteros que emigraban al Este, no tenían donde jugar al golf ni donde acampar los fines de semana; todos los supermercados ponían los jabones en oferta para que la gente pueda arrojarlos al aire sin Ton ni Son, que eran los hijos del alcalde. I

María bajaba por las lujosas escaleras de mármol que desembocaban en el gran hall, la casa era hermosa y lujosa, y los azulejos del suelo reflejaban las paredes y todos los artículos de decoración invaluables que allí había: cuadros, estatuas de bronce, de piedra, armaduras antiquísimas, cortinas en blanco y dorado, enormes muebles de la mejor madera lustrados hasta el reflejo. Ella era alta y bella, aunque su edad superara los 40; descendía cada escalón con gran elegancia, moviendo su cuerpo como una modelo, pero de porte firme y serio.
Sin embargo había algo en sus ojos que preocupaba a la sirvienta, la joven mucama que la observaba bajar desde el pie de la escalera con el diario del día en una bandeja. Los ojos de María empezaron a brotar en pequeñas lágrimas que buscaban escape entre las arrugas que circundaban su cara.

- ¡Sirvienta, Sirvienta! - Sollozó - ¡Alguien ha robado mi perro! – se veía muy triste. - Oh, por Dios, ¡Qué terrible! - dijo la muchacha alterada, y salió corriendo por la casa – ¡Voy a buscarlo! La mujer esperó pacientemente a que la sirvienta salga de la sala… - ¡Ja, ja, ja, ja, ja! – Largó a reír - Negra mogólica. Siempre hace lo mismo – y con una gran sonrisa tomó el periódico que la otra había dejado caer y se dispuso a leerlo sentada en un gran sillón que se lucía contra una de las paredes. - Clasificados...clasificados… tengo que comprarme otro de esos patos de jardín... ¿Qué es esto? ‘‘Muere hombre millonario, se rematan propiedades‘‘, ‘‘Ricardo Petaca, 53 años, empresario‘‘ “¡Oh, carajo! La palmó el Petaca...mmm...millonario...propiedades... rematar... ¡Yuju! ¡Sí! ¡Vámo nomá!...”

De repente, la sirvienta, exhausta, irrumpe en la sala - Señora, el no pude el encontrar el no perrito lo.1 (leer como paraguayo) - ¡Ahhhhhhhh! – gritó María con expresión de gran terror. - ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! – gritó la sirvienta. - ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! - ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!

Y la negra salió corriendo otra vez.

1: Pronombres agregados para describir negrura oral. II - 130000 dólares al señor de turbante... - ¡135000! - ¡135000 dólares a la mujer disfrazada de astronauta! - ¡132000! - . . . - perdón... ¿136000? - 136000 a...ese señor. - ¡200000! - ¡Ohhhhhhhhhhhhhhhhh! (exclamación de sorpresa del resto de la gente)

¿Quién podrá ser la persona oculta tras ese enorme sombrero color salmón? Efectivamente, era María. Empujando el sobrero con ambos brazos hacia arriba y agachándose con profundidad salió de debajo del mismo. Lo dejó caer pidiendo perdón a toda la gente que éste había abarcado y se puso de pie en el pasillo de la sala de subastas: - Ya me oyó, haga lo debido – dijo seriamente mientras se peinaba.

Así fue como María se compró todas las ex-propiedades del ex-Ricardo Petaca y se retiró en su camión con remolque.
Llegó a su casa y descargó todas las cosas compradas, pero solo tomó un cuadro de aproximadamente un metro y medio de lado y lo llevó a su habitación no 12. Allí lo miró un rato, sacó una navaja de su cartera ¡Y SE CORTÓ LAS VENAS!...
...
...
¡MENTIRA!

Tomó la navaja y cortó el contorno del lienzo, apartó la tela y de adentro de la cavidad sacó un mapa:
Era un mapa Rivadavia que mostraba el Océano Pacífico y un círculo con fibrón rojo que marcaba un lugar donde no había nada más que agua.
Metió la mano en el cuadro nuevamente y sacó otro mapa, éste segundo era casero, aparecía dibujado lo que parecía ser una isla de arriba. Tenía marcadas precariamente zonas como playas (toda la vuelta), junglas de palmeras, ríos retorcidos, campamentos de negros aborígenes comedores de calcio de anatomía humana, una gran montaña y un amenazante volcán.
Volvió a buscar revolviendo con la mano y sacó una pistola, una beretta 9mm con cinco cargadores llenos.
Sin inmutarse por lo anterior siguió revolviendo con esperanza hasta tocar algo peculiar en el fondo: era un compact de Kenny Rogers y la discografía completa de Elvis Presley (oh ho hom), lo que la entusiasmó a seguir buscando.
Después de media hora se detuvo: - Ya tengo todo lo necesario para partir en busca de EL TESORO DE RICARDO PETACA – dijo con voz grave y mirando hacia la cámara.
Y evitando pisar uno de los osos panda bebé que había sacado posteriormente, entre muchas otras cosas, salió de su habitación No 12. III
El sol se veía brillante desde la borda del barco, María permanecía parada contra las barandas de Estribor.

- Ya deja de apoyarte contra mis barandas, pues – dijo Estribor. Un viejo marinero español que se encargaba de guiar las travesías en barco de María. Le costaba un poco caminar, por eso llevaba consigo unas barandas con rueditas. - ¿Por qué no te consigues las tuyas, mujer? - Perdón – dijo María. Y se apoyó en una columna, que no era un tripulante. - ¡Tierra! – Gritó Popovski desde el carajo. Popovski era un ex-soldado polaco: le faltaban las dos piernas, un brazo y un ojo ¡Pero veía como la pura madre!

A lo lejos se veía la isla, su contorno palmeroso y sus dos montañas al centro, una echando humo.
María se dirigió hacia la sala del capitán, caminando por la retumbante madera del suelo.

- ¿En cuanto llegamos, Ugo? – preguntó ella sin dejar de mirar hacia la isla. - 30, 40 minutos – calculó Ugo.

Sí, se llamaba Ugo, sin hache. Él decía que la hache no servía para nada, por eso se la sacó del nombre. - Perfecto, iré preparando las cosas para desembarcar.

A la media hora aproximadamente, el barco encalló delicadamente entre unas artísticamente afiladas rocas, y con total clase, envió volando a toda la tripulación hasta la arena partiéndose prácticamente en dos (el barco).
Ah, olvidé mencionar que la sirvienta también venía con ellos en el barco: Cinco marineros y negra aventurados en una isla desierta llena de negros aborígenes comedores de calcio de anatomía humana, en busca de EL TESORO DE RICARDO PETACA (dice el narrador con vos grave y mirando a la cámara).

- ¡Oh, carajo! – Indultó María - ¡La mierda de barco se partió al medio! ¿Ahora cómo coño se supone que vamos a volver? - ¡Cuidado con cómo dirigirse a mi barco, pues! – recató sobre la marcha Estribor, algo enojado. - ¿El qué barco lo? - ¡Tu cállate negra de mierda! - Bueno, serenidad – Interrumpió Ugo – ay que calmarse para salir adelante. Primero consigamos un lugar para acampar, que se ace de noche. - ¿Qué? Si recién el narrador dijo que había un sol brillante, el agua que qué se yo, bla, bla... - ¿Qué queré que le aga flaca? Se ace de noche y se ace de noche, carajo. Así fue como los cinco aventureros y paraguaya comenzaron su búsqueda de un lugar seguro en esta terrible isla desierta, oscura, llena de negros aborígenes comedores de calcio de anatomía humana y apestada de mosquitos... - ¿Qué? ¡Oy no dijiste que abía mosquitos! – me protesta ya saben quién mientras arma una carpa contra una palmera muy alta y resistente. - ¡Shhh! Vos callate y seguí martillando esa estaca – le contesto. Estaba muy oscuro y húmedo. Popovski, con su único brazo, trataba de encender el fuego para una fogata; Ugo y Estribor se encargaban de las carpas; María recolectaba frutos, y la sirvienta limpiaba y ordenaba lo más posible.

- ¡Dejá de barrer la tierra pedazo de espécimen pseudo-humano! ¿Por qué no te vas a buscar gente de tu especie a ver si no te comen o te hacen algún ritual parecido? - Mff, mff (sollozo) - ¡Popovski! – Ceduló María – ¡Por qué no te preocupás en insultar a tus propias bolivianas! - Paraguaya – acotó la sirvienta tímidamente. - Es lo mismo - Bueno, serenidad – Interrumpió Ugo – ay que calmarse para salir adelante. Sigamos con nuestros trabajos. - ¡Hey! ¡Eso lo dijiste la página anterior! - Bueno, si el escritor es bagre ¿Qué querés que le aga? Así fue como los cinco aventureros y paraguaya comenzaron su búsqueda de un lugar seguro en esta terrible isla desierta, oscura, llena de negros aborígenes comedores de calcio de anatomía humana y apestada de mosquitos... - ¡Basta! ¡Dejá de copiar y pegar! – se me queja Popovski. - ¡Yo edito mis textos como se me canta! – le contesto

Entonces amaneció. Uno a uno fueron despertando, sentándose primero y sonándose el cuello y la espalda después. El sol brillaba, los fuertes rayos penetraban la espesura por entre las hojas bailando en el suelo lleno de follaje. - ¡Sirvienta! ¡Desayuno! - Enseguida. - Esperen – dijo Estribor – falta Popovski. - ¡Polaco pelotudo! – decantó María. - ¡Me lleva la cachetada! – Gritó Estribor. - Que molestia – agregó tímidamente la sirvienta. - ¿Y a vos quién te dijo que tenías libertad de expresión? - Bueno, serenidad – Interrumpió Ugo – ay que calmarse para salir adelante. Organicémonos para salir a buscarlo. - Estoy empezando a dudar del escritor – dice María mirándome disimuladamente. - Eso no importa aora, partamos de una vez.

La compañía comenzó a abrirse paso entre la espesa vegetación a machetazos. El suelo sonaba húmedo con los pasos de los viajantes y negra. De repente ven cruzar por adelante una silueta humana, pero fue demasiado rápida como para distinguir bien. Todos comenzaron a moverse más rápido, como tratando de alcanzar este... eh... tratando de alcanzarlo. Obviamente no era Popovski, eso era seguro, tenía piernas. Al cruzar un árbol algo se precipitó sobre Ugo. - ¡Ay! ¡Puta madre!

Alguien había caído sobre él. Era un hombre algo arrugado, pero mantenía su pinta. Aún le quedaba algo de rubio y un elegante peinado, y tenía ojos celestes (imaginar como Robert Redford), vestía harapos y pieles atadas con tiras de algo marrón, pero mantenía su elegancia. - Jelow, mai neim is Reuben James – dijo elegantemente - ¿Ju ar iu? - Eh... you sou Marwía – dijo intentando que le entienda algo. - ¡Pero la re puta que te parió! ¡Bajate de encima! - Oh, sorry, esquiúsmi ser – y se paró elegantemente limpiándose los hombros y peinándose... elegantemente. - Nosotros venimos en busca de EL TESORO DE RICARDO PETACA – dijo Estribor con voz grave y mirando a la cámara – necesitaríamos guía y, usted parece un náufrago que lucha por sobrevivir en esta terrible isla desierta, oscura, llena de negros aborígenes comedores de calcio de anatomía humana y apestada de mosquitos. - ¿Ju sed tu iu que había mosquits? - El escritor. - ¡MENTIRA! – digo yo. - Sí, fijate más arriba. - Bueno, no importa. - Well, lets gou, puedou llevarlos a un pleis que perjaps jelps iu. - Ok – religó María, que era la única que más o menos entendía - Les gou.

Continuaron caminando todo el día, al parecer el señor Reuben James estaba habituado a la isla y sus complicaciones, y conocía la ubicación de los lugares importantes. - If continiu por acá, iegaremous a la Caníbal City – dijo Reuben James elegantemente. - Hey, y ¿Qué probabilidades hay de que nuestro compañero haya ido ahí? - Caníbals dont need que comideiyon gou, they busc it – contestó elegantemente. - ¡Oh, Dios! Se van a comer a Popovski. - ¡Coño, carajo, me lleva la cachetada! – dijo Estribor. - Bueno, serenidad – Interrumpió Ugo – ay que calmarse para salir adelante. Primero, llévanos a esa ciudad. - Ok, bat apuréit iu – y elegantemente salió corriendo entre los árboles. Después de correr mucho tiempo por una espesura a través de la cual uno no podía ver más allá del metro, salieron, y al levantar la vista bajo este nuevo sol vieron asombrados la anteriormente mencionada población: una enorme ciudad repleta de rascacielos de espejos, todo tipo de autos y tránsito, locales de comercio con muchas propagandas y carteles luminosos que iluminaban con colores esta estrellada noche en Caníbal City... - ¿No era de día? - Shhhhh!!!!! - WAAAAAAAAAW – dice María. - ¡Pega la cachetada! – dice Estribor. - ¡Uy, umeante! – dice Ugo. - Ah ha ha, a que nadie se imaginaba esto, jajajaja – digo yo. - Que lugar espectacular – dice Popovski. - ¡Popovski! – dijeron todos. - ¡AAAAAAAAAJAJAJAJAJAJA! – me río yo – MIRÁ SI VA A ESTAR POPOVSKI
¡JAJAJAJAJAJAJA!............. ups – y salgo corriendo. - Bueno, parece que sí vamos a tener que entrar a buscarlo. - Si, y si lo llego a volver a ver al gilipoyas del escritor... - Ok, camón, lets entréit. Nuestros héroes y sirvienta ingresaron en la ciudad. Eran observados por los aquí habitantes como seres raros; cabe aclarar que estos eran tan negros que si se ponían contra algo negro no se veían, eran tan pelados que... que no tenían pelo, daban tanto miedo que los extranjeros, todos apretados, parecían una sola persona, y tenían un peculiar hueso ubicado horizontalmente en la cabeza, agarrado con andá a saber qué porque no tenían pelo ni nada. Lo raro era que todos vestían trajes y pantalones, con cinto y corbata; los más jóvenes de bermudas y shorts; y las mujeres de top y jean. Subían a sus autos descapotables y se dirigían a sus trabajos, no sin antes pasar por McDonalds.

Caníbal City - Hace calor, ésta ciudad llena de negros caníbales civilizados me aterroriza. Todo esta lleno de moho y contaminación, sin nombrar, claro, la inindiferenciable presencia de esos seres oscuros y despreciables – Popovski relata sus sentimientos perdido en este lugar de pesadillas, que por alguna extraña razón ésta zona lucía como si fuera Alemania durante la segunda guerra mundial.

“Espero que mis amigos y sirvienta pronto vengan a rescatarme, no aguanto más esta situación, yo, Ravk Popovski Nafkencagg, héroe de la infantería de Polonia, con honores y condecoraciones de la guerra Varsovia-Polonia y nombramiento nacional, refugiándome de la lluvia dentro de una caja de un TV 39’‘ desechada en un callejón oscuro y abandonado, en una ciudad habitada por negros caníbales civilizados, ubicada en el medio de una isla desierta, oscura, llena de negros aborígenes comedores de calcio de anatomía humana y apestada de mosquitos. Oh, ¿Qué es eso?”

En ese momento, por la calle de adoquines hacia la que Popovski estaba mirando, pasó un grupito de guardias al trote (recordar que son negros y tienen un hueso en la cabeza, imaginarlos de gris como soldados alemanes), daba la impresión de que iban apurados y el líder gritaba algo que Popovski no pudo entender:

- ¡Ungu unchu, machunga la manchorga! – y todos le respondían al unísono - ¡Upupricu pororó, gongolongo parrandero! - ¡Ahá! – dijo Popovski, porque sí les entendió – conque me están buscando para comerme, ¡ÉSTA me van a comer! – y sacó una vincha roja de la mochila y, con la única mano que tiene se la ató a la frente igualito que RAMBO. Empezó a rodar rápidamente detrás de los oficiales (recordar que no tiene piernas) le llevaban unos 50 metros de distancia pero eso solo lo hizo ir más rápido y con más ganas. Más adelante, los guardias, corriendo, cruzaban un puentecito de piedra que subía y bajaba como arco, debajo pasaba un arroyito – Esta es mi oportunidad – pensó Pop mientras rodaba a una velocidad vertiginosa.
Al segundo, nuestro héroe ya estaba entrando al puentecito y los patrulleros estaban unos 20 metros más allá de la salida del puente. Con un fuerte movimiento de abdomen y aprovechando la elevación del arco, que era el puente, Popovski pegó un salto impresionante: salió disparado por los aires a toda velocidad, obviamente rodando acostado perpendicular a la dirección de camino y girando sobre si mismo como las ruedas de un vehículo que salta. Vuelta tras vuelta Popovski veía que estaba alcanzando por medio aéreo a sus perseguidos, se acercaban cada vez más, cada vez más rápido, cada vez más cerca, estaba a punto de caerles en la cabeza, y justo antes de estrellarse dejó de girar sobre sí mismo, sacó su cuchillo de guerra súper bolacero y tallado, y calló sobre una de sus víctimas cercenándole la cabeza. Los otros cuatro se frenaron y se dieron vuelta en seguida, pero nuestro soldado cayó con su único brazo y así quedó parado en el piso, haciendo equilibrio en vertical. Ante el primer movimiento de los negros de gris, Popovski pegó un salto con el brazo, no sin antes agarrar el rifle del policía cabizcarente, y se agarró de una viga que sobresalía de un techo. Desde su nueva posición acribilló a dos de los oficiales y decidió que no podía ser tan camper y entonces se balanceó y se arrojó dentro de una casa por una ventana que tenía al lado, con el grito de “vengan a buscarme manga de giles”. Los negros con huesos en la cabeza, indignados, decidieron entrar a buscarlo.

- Miren, allá parece que hay mucha gente – dijo María, en la entrada de la ciudad, junto al resto del equipo que sigue desorientado (esto de alternar las historias es para aumentar el suspenso, por favor pónganse tensos y disfruten de la historia). - Vayamos a ver – continuó Estribor. Se acercaron a la multitud, presenciaron un amonchorramiento de negros apiñados contra una tarima y otro negro subido encima hablando en su intrincado y primitivo idioma de negros que ninguno podía entender: - Unungu, muololulu pongudongo, dolulengo monobobongo... ¡Uk! - ¡UUUUK! – contestaron todos. - ¡No! ¡Son todos del Reino Unido! - Nou, iu ar rong, UK is a grito de war. Luks laik they want to jant iu – dijo elegantemente Reuben James. - ¡MADA FAKA! – dijo María. - ¡Coño, carajo, me lleva la cachetada! – dijo Estribor. - Bueno, serenidad – Interrumpió Ugo – ay que calmarse para salir adelante. Debemos encontrar un lugar para escondernos, rápido. Todo el grupo y negra se movió velozmente hacia un callejón oscuro y sin salida - ¡Rápido, a ese callejón sin salida! – pero fue demasiado tarde, ya habían sido vistos, una estampida de negros aborígenes comedores de calcio de anatomía humana los venía persiguiendo, eran muchísimos, ocupaban toda la calle, toda la esquina, toda la plaza de al lado, rebalsaban, solo cabezas podían verse desde arriba, todas negras y con un peculiar hueso ubicado horizontalmente en la cabeza, agarrado con andá a saber qué porque no tenían pelo ni nada.

- ¡Vamos, corran, podemos escapar, corran más...! - ¡Uy no! Este callejón sin salida... ¡NO TIENE SALIDA! - ¡MADA FAKA! – dijo María. - ¡Coño, carajo, me lleva la cachetada! – dijo Estribor. - Bueno, creo que esta vez si se pueden alterar...

..................¿QUÉ PASARÁ CON NUESTROS HEROES Y NEGRA?..................
......¿SERÁN CRUELMENTE CENADOS POR LOS NEGROS CANÍBALES?.....
...........¿TENDRAN ALGUNA POSIBILIDAD DE SALVARSE DE ÉSTA?............
--
--
ENTERESE CUANDO REGRESEMOS, AHORA VAMOS CON POPOVSKI......
(Esto es para aumentar el suspenso, por favor, recuerden ponerse tensos y disfrutar de la historia).

Popovski rodó entre los vidrios rotos de la ventana, se reincorporó (lo que no fue muy difícil ya que no tiene piernas) y se dispuso a salir de ese cuarto para recorrer el establecimiento. La casa era básicamente de madera, lujosas telas colgaban de algunas paredes como decoración, todo era como si fuera Alemania durante la segunda guerra mundial: bajó las escaleras de madera crujiente hasta una sala que al parecer era una cocina o un comedor, o las dos cosas; el horno era de hierro, de esos con puertita para el carbón y un tubo que sale para arriba, la mesa era de quebracho macizo y en la pared, sobre el asiento de cabecera, una gran foto de Hitler y una bandera NAZI. ¡En ese momento la puerta estalló! Después de la sala de estar, cruzando todo el comedor, estaba la puerta de entrada, que daba a la calle por la que él había entrado: los dos guardias negros con huesos en la cabeza entraron disparando sus rifles automáticos AK-47; Popovski, amenazado por la espesa ráfaga de balas, pegó un salto con los muñones de debajo de su tronco y, con el único brazo, con el cual sostenía su propio rifle, se agarró de una viga de madera del techo y se subió encima. - ¡No te escaparrrasss, maldito judío! – dijeron los negros, que de repente tenían acento alemán. Caminaron por la sala buscando al polaco.

Pero Popovski sacó su granada y tras el grito de - ¡FIRE IN THE HOLE! Se la arrojó a sus captores. Víctimas de la explosión, uno se partió al medio y el otro quedó con 23, más o menos.

- ¡Amigo, amigo! – gritó el menos herido. - Ou, nou, help me – ruega el partido al medio, agonizando. - Te vas a salvar amigo, te vas a salvar – lo consuela ciegamente el otro, arrodillado a un lado. - Ah, Ah. I can’t feel my legs... - Por Dios, te llevaré hasta una sala de curación. - Give me more morfina...

Entonces cae Popovski y los asesina a sangre fría a los dos.

Salió rápidamente de esa casa, sabía que algo malo estaba pasando, principalmente porque ahora la calle era de asfalto, las construcciones eran modernas y ya no se oían sonidos de explosiones y disparos, sino que el día era brillante, caluroso y la población de caníbales civilizados paseaba tranquilamente por todos lados. Se preguntó por qué a ninguno se le ocurría comérselo, y llegó a la conclusión de que era porque tenía aspecto de ser un almuerzo fugitivo de algún otro caníbal y, obviamente, la gente de acá es muy respetuosa con la comida ajena.
Rápidamente fue a saltitos hasta la esquina, pasó por un McDonalds y, al doblar la esquina, vio una increíble multitud que, dos cuadras más allá, invadía las calles y una plaza que había ahí al lado.

Lentamente, la compañía y negra retrocedían hacia la pared, hacia un destino sin salida, hacia la perdición de la sangrienta crueldad del destino (?).

- ¡Vamos, rápido, alguien haga algo! – Feneció María – se acercan. - ¿Qué quieres que hagamos, mujer? – Dijo Estribor -- estamos entre los negros y la pared. - No se, algo, háganse los malos, gruñan, o algo así. - Grrrrrrrrrrrrrrr - Grrrrrrrrrrrrrrr - Grrrrrrrrrrrrrrr - ¡Vos no, negra enferma! Los caníbales se frenaron, luego observaron detenidamente, después vacilaron por un segundo y, finalmente, gruñeron ferozmente y volvieron a caminar hacia ellos. - Creo que tu idea no funcionó. - Shhhhh.

Ya estaban prácticamente sobre ellos, si pegaban un salto de exactamente 3 metros podían alcanzarlos, la situación era desesperante, solo paredes sofocantes y una gran muralla de ya saben qué tipo de personas que se acercaba babeante y sedienta de carne humana. Parecía, como siempre, que este iba a ser el final; que los caníbales, que no se por qué me los imagino como zombis, se iban a comer a María, y luego a los completamente indefensos Estribor, Ugo y Sirvienta; pero:

- ¿Qué es eso allá en el cielo? – exclamó Ugo. - ¡Es un pájaro! - ¡No! ¡Es un avión! - ¡No! ¡Es Popovski piloteando un F-22 Raptor! ¡El nos va a salvar!

El espectacular caza-bombardero sobrevoló la amplia zona como para realizar una vista de reconocimiento de terreno: un estruendoso zumbido cruzó de lado a lado más rápido que la velocidad del sonido, cortando el cielo en un instante, atravesando el sol y reflejando sus rayos como encandilantes destellos en las alas. Todos, absolutamente todos, los siguieron con la mirada como perro a un juguete, pegó la vuelta en el horizonte haciendo un doble loop, para así regresar hacia el lugar de los acontecimientos.
Todos los negros comenzaros a aplaudir con expresiones de gran alegría por la espectacular acrobacia que acababan de presenciar, y en un segundo empezaron a volar en pedazos por la maravillosa ametralladora doble que llevaba cargada el avión. Como postre dejó caer dos bombas de carga desde la panza del mismo; estas no solo desintegraron por completo la integridad física (valga la redundancia) de los locales, sino que también provocaron dos cráteres de un diámetro de aproximadamente 50 metros. Todos los negros sobrevivientes salieron corriendo desesperados a refugiarse en sus casas y Popovski aterrizó.

- ¡Oh Popovski! Pensamos que te habían comido – Reñideró María. - Si, tranquilícense, no fueron los únicos que lo pensaron – contestó mientras se bajaba del avión. - Pero, hombre ¿cómo has conseguido el avión? – se preguntó Estribor. - Y – contestó Popovski con aire de agrandado – contactos. - Esperen – dijo Estribor – falta Reuben James. - ¡Jankie pelotudo! – decantó María. - ¡Me lleva la cachetada! – Gritó Estribor. - Que molestia – agregó tímidamente la sirvienta. - ¿Y a vos quién te dijo que tenés libertad de expresión? - Bueno, serenidad – Interrumpió Ugo – ay que calmarse para salir adelante. Organicémonos para salir a buscarlo.

Pero en ese momento, desde una esquina, apareció él, en un jeep verde, camuflado, sin techo, y con unos agujeros de balas, doblando con un fuerte chirrido. Se acercaron y frenaron. Junto a él venía un negro, pero no era caníbal, era como más negro chango, le faltaban algunos dientes y lucía la cubana más negra, larga y estrepitosa que jamás habían visto.

- ¿El cómo andá el che, lo, vieja, lo, eh, fierita? – dijo el Susodicho. Todos se quedaron mirándolo como diciendo ¿y este negro chaqueño quién es?, levantando una ceja y frunciendo la otra en señal de confusión, nadie contestó hasta que se oyó tímidamente desde el fondo - bien – Era la sirvienta. A nadie se le ocurrió decirle que se calle o algo, porque el Susodicho parecía bastante pulentiador. Todos se quedaron mirándola como dawns babeantes hasta que ella volvió a hablar: - ¿Y vos, lo? – dijo aumentando la confianza. - De la re-rabera, fiera, eh, como la cachetada, uh, loco, loquísimo jamón, ¿casá? De acá papá, del bocho, mamá, eh, uh, lo, ¿eh, fiera? - Eh, sí, casé – contestó la sirvienta dudosa pero con mejor tono esta ves. - Well – cortó Reuben James – Let’s teik de pir aut, sub iu tu de camionet. Y todos subieron al jeep: Reuben James al volante; el Susodicho de acompañante con la sirvienta sentada en una pierna; Estribor, Ugo y María en los asientos de atrás; y Popovski sentado en el sillín de la ametralladora de pie que estaba postrada sobre los asientos de atrás – ¡Ok, jirrrriiiigooooouuu! – gritó Reuben James mientras aceleraba a fondo.
Salieron así de la entrañable Caníbal City, dando saltos por los médanos, internándose en la jungla en dirección a las montañas gemelas (que una era un volcán). Se desplazaban ágilmente por el complicado y remoto terreno, parecían los GORILLAZ en el video de 19-2000, nada más que en vez de un negro gordo rapero había un loco payo sin miembros al mando de una enorme ametralladora de pie y con una vincha roja en la cabeza...

...Y se perdieron en el horizonte. El Horizonte
1
- Hey ¿Dónde estamos? – Surgidó María. - No se, creo que nos hemos perdido en el horizonte – contestó Estribor. - Efectivily – confirmó Reuben James – ui ar in algún pleis of El Horizonte, bat cincerely ai no nou bien donde. - Pero, exactamente ¿cómo luce esto? - Ah, perdón:

El Horizonte... un lugar macabro, un lugar espantoso, nadie sabe con que se puede encontrar en un lugar así, porque no hay lugar que se compare con El Horizonte, ni el mismo infierno.
Particularmente esta parte de El Horizonte es una amplia y verde pradera, repleta de montañitas, el sol brilla espléndidamente en el cielo, y el suelo está forrado de un césped verde limón. Al bajarse del jeep, los viajeros, pudieron divisar solo flores y animalitos que saltaban de aquí para allá, pero en un momento, cuando a uno se le ocurrió volver a mirar para arriba, lo vio, estaba allí, mirando y riéndose como una gran cara macabra, era... UNA GRAN CARA DE BEBÉ EN EL SOL.

- ¡Oh, Dios! ¡Miren eso! – magulló María. - ¡Oh, no! ¿Qué es? – dijo Estribor. -¿Qué? ¿No ven? Es una GRAN CARA DE BEBÉ EN EL SOL ¡Corran, antes de que aparezcan los TeleTubbies! – pero fue demasiado tarde, apenas empezaron a correr fue inevitable caer bajo el dominio de esa voz, aquella voz demoníaca, aquella voz, que aunque muchos quisieron evitarla cayeron igual bajo su dominio, pegándose al televisor como babosas al azulejo, de la que también muchos se alejaron, y como excusa se rieron de ella acusándola de infantil, pero que en realidad llevan la tortura dentro, aquella necesidad, aquel hechizo, aquella droga, aquella agonía... aquella voz:

- ¡HOOOOOOOAAAAAAA! - ¡No, no los oigan, no los oigan! – Gritaba María desesperada mientras corría tapándose los oídos. El llanto se apoderaba de ella, la histeria, el sufrimiento, la pena. Todos empezaron a sentir esa puñalada en lo profundo de su pecho, como un desgarro del corazón, todos...menos Popovski, que llevaba esa voz enterrada en el cerebro, en sus más íntimos recuerdos, entre lo más recóndito de sus neuronas...

“Todo empezó aquel día, era un 8 de Septiembre de 1939, yo era tan solo un niño muy rubio jugando sentado en el suelo de madera de mi casa en Varsovia, Polonia. Mi madre estaba cocinando, caminaba de aquí para allá, pero tenía cara de preocupación. Mi padre salió de su habitación algo apurado y abrochándose los últimos botones de la camisa verde que lo uniformaba como militar de la fuerzas armadas de Polonia, me miró con una gran sonrisa, me dio un beso en la frente, y de atrás de su espalda sacó un gran muñeco: era un TeleTubbie verde con un cordel en la espalda. Sus ojos se le llenaron de lágrimas, los míos también, sin soltar el muñeco pegué un salto y le di un gran abrazo, contrastando el calor de mis lágrimas con el frío del metal de sus medallas de honor. En ese momento una voz lejana se empezó a oír, era alguien hablando muy fuerte, como con un altoparlante o algo así. Mi padre me miró y me dijo adiós, pero en polaco. Aquella voz se sentía ahora más cercana, era una voz imponente, intimidante, imperante, predominante, autoritaria; no hablaba nuestro idioma, pero podía sentir la fuerza y el liderazgo en sus palabras. - Es Hitler, mi amor – le dijo mi mamá. - Si, ya lo se – dijo mi papá con aire de héroe – no permitiré que invadan nuestra ciudad - me dirigió una última mirada y se fue. Esa fue la última vez que lo vi.
Entonces tiré del cordel trasero del muñeco: “HOOOOOAAAAAA”, dijo, y me pareció simpático. Volvía a tirar: “ABAAAAAZO”, y abrazándolo me di cuenta de que lo quería. Empecé a llevarlo hacia todos lados, comía con él, dormía con él, soñaba con él, hasta iba cagar con él; pero un par de días después de que papá se fuera, la voz de Hitler volvió a inundar la ciudad, se empezó a llenar de soldados vestidos de gris, con cascos grises y ametralladoras en sus manos. Mamá decía que eran malos y que nos teníamos que esconder, porque si no nos iban a separar, matar, hacer jabón o algo parecido. Yo tenía mucho miedo, pero aferraba mis fuerzas al recuerdo de mi papá y el TeleTubbie que me hablaba cuando tiraba del cordel: “YOU ARE DEAD”, me dijo, pero no entendí el idioma.
En esas miré por la ventana de mi habitación, estaba en el segundo piso: por las calles venían marchando muchos de ellos, en filas de a cinco, hilera tras hilera, casco tras casco. Entonces la puerta de mi habitación se abrió violentamente golpeando con fuerza contra la pared, y mi mamá entró: - ¡Vámonos, quieren entrar por la puerta! – estábamos muy asustados, me tomó con un brazo por la cintura y se asomó por la ventana, al parecer no nos estaban mirando. Se paró en el marco, miró con precaución hacia los dos lados, y después empezó a caminar por un bordecito tipo moldura que tenía la pared; era muy finito pero mi mamá era muy habilidosa y hacía buen equilibrio. Caminamos así como media cuadra, después llegamos a una casa que tenía el techo más bajo, más o menos a la altura por la que caminábamos; pasamos al techo ese y nos internamos, caminando sobre el mismo, hasta la mitad de la manzana. Así llegamos a un patio interno, allí había ropa tendida en una soga y un perro que ladraba – Josyuka, Josyuka – llamó mi mamá. Entonces, de adentro de la casa a la que pertenecía el patio, salió una gorda mujer con un pañuelo en la cabeza: - Señora Nafkencagg ¿Qué hace allá arriba? – preguntó intrigada la gorda mujer. - Táctica W3-28 – respondió mi mamá – Han entrado a mi casa. - Terrible, ahí vengo – desapareció un segundo por atrás de un toldo y luego regresó con una escalera de hierro – tome, baje – dijo mientras apoyaba la pesada escalera contra la pared de 7 metros (la escalera era larga). - Uff, gracias, ya me estaba empezando a dar vértigo – dijo mi mamá una vez habíamos bajado.

La señora Josyuka nos invitó a pasar a su casa, a tomar un Vodka mientras regresaba el marido para poder ocultarnos en el sótano, las ventanas estaban bloqueadas para poder esconderos bien y, de afuera, la casa parecía deshabitada.
Justo en ese momento golpearon la puerta: - Ahí está, debe de ser mi marido – se alegró la gorda mujer, y se acercó a la puerta, corrió la puertezuela por donde se mira quién es y asomó la vista. Fue la primera vez en mi vida en que vi como le volaba la cabeza a alguien, con cerebro desparramado y todo. Tras un fuerte disparo de escopeta la gorda mujer ya pesaba como dos kilos menos y caía desvanecida al suelo dándole un nuevo decorado rojo a la pared, a la puerta y al piso que tenía delante. Mi mamá pegó un grito y me protegió entre sus brazos mientras los soldados alemanes entraban a la casa. Yo tenía mi TeleTubbie.
Mamá entró en rabia, sus ojos ardían y sus brazos temblaban de tensos. Uno de los hombres se desplazó hasta adentro, donde lo podíamos ver; en seguida nos vio y nos apuntó con su escopeta, dijo algo en alemán, supongo que “alto” o algo así, pero mi mamá estaba loca de la vena, y en un instante saltó contra el nazi tan rápido que éste no pudo reaccionar; calló sobre el hombre y le enterró su puño en lo profundo del pecho. El soldado gritaba desesperadamente. Extrajo su mano del orificio e introdujo la otra, pero haciendo un nuevo agujero. Repitió esto dos o tres veces más. Caía sangre sobre más sangre, rojo sobre más rojo...llueve sobre mojado...Shalalala la la... ...perdón.
Mamá tomó la escopeta del piso, me miró y me dijo: - Hijo, hoy haremos historia, el día de hoy será recodado por todos nuestros compatriotas como el día de la resistencia polaca, ya verás, será honorable, memorable, histórico. Todo por una madre y un hijo que lucharon independientemente contra el nazismo. - ¡Si!
Con toda la euforia salimos de la casa, éramos dos bravos soldados corriendo por el campo de batalla, llevábamos toda la furia y el heroísmo con nosotros... hasta que nos chocamos (literalmente) contra un montón de soldados nazis. En ese momento todo era en blanco y negro, todo se movía en cámara lenta, tomaron a mi mamá y la empezaron a alejar “Noooooooooooo”, decíamos (imaginar en cámara lenta y en blanco y negro), me tomaron a mí también y nos empezaron a alejar, mucha gente comenzó a interponerse entre nosotros, muchos gritos, muchos llantos, mucho sufrimiento, pero todo era mudo y en cámara lenta, solo oía a mi mamá llamándome, y me acordé de mi papá también, y del TeleTubbie que llevaba conmigo, y tiré del cordel lo más que pude entre todo este amontonamiento...

- HOOOOOOOOOOAAAAAAAAA - ABAAAAAAZOOOOOO - HOOOOOOOOOOAAAAAAAAA

“Por eso soy invulnerable a su terrorífica voz” - Oh, perdónennos, nosotros no queríamos herirlos – dijo uno de los TeleTubbies muy apenado. Notar que la historia de Popovski ya terminó - solo hacemos lo que nuestra naturaleza de muñeco bobo, deforme, desagradable e infantil nos dicta, nos somos hostiles, por favor, perdónennos. - Está bien – contestó Popovski - solo dejen de decir... esas cosas, porque a mis amigos les perturba. - Gracias, nunca dejaremos de agradecerles, espero que podamos ayudarlos cuando sea. Entonces oyeron el rugir de un motor que se acercaba desde atrás de una colina, ambos miraron hacia allí en espera de una respuesta ya que nadie de la compañía estaba presente:

- ¡No te preocupes, Popovski, ya llegamos en tu ayuda! – gritaron al unísono Reuben James y el Susodicho mientras el jeep saltaba sobre la colina. - No pero...

La ametralladora de pie instalada en la parte trasera del jeep usufructuada por el Susodicho empezó a escupir balas a lo guaso vomitando cartuchos exasperadamente y produciendo un ruido aturdidor a helicóptero con catarro.

- NOOOOO
- NOOOOO
- NOOOOO
- ¡Se puso siete en físicos! ... y los TeleTubbies murieron agonizando a pedazos.

- ¡Hey, pero miren lo que...miren lo que...MIEREN LO QUE TIENEN LOS TELETUBBIES ADENTRO! – gritó Popovski. Y los tres abandonaron contentos los cadáveres de goma espuma y partieron en busca del resto en el jeep. Así emprendieron viaje hacia un lugar más oscuro. El Lado Oscuro de El Horizonte

Como espero les haya resultado natural de imaginar, era de noche. Todos yacían apaciblemente a un lado del jeep mientras descansaban, excepto la Sirvienta y el Susodicho que yacían no tan apaciblemente dentro del mismo...no necesariamente descansando.
El cielo había sido castigado esta noche con la negación de las joyas de los dioses, luna y estrellas se ausentaban dejando sólo a este velo negro y opaco que se presentaba indiferente frente a los inhóspitos terrenos de El Lado Oscuro de El Horizonte y sus nuevos huéspedes (ahora vuelvan a leerlo tratando de entender la metáfora). Repentinamente Reuben James se despertó sobresaltado como de una pesadilla – ¡Deyavú! – dijo mirando hacia todos lados. María se despertó y lo noqueó de una piña. Al día siguiente seguía siendo de noche. - ¿Eeeeeeeh?
¡SÍ! Que todos se despertaron y seguía siendo de noche, pero era el otro día. Loco, no entienden nada che, mirá si va a haber un lugar que se llama El Lado Oscuro de El Horizonte y se va a hacer de día, truchísimo, es como si en el país oscuro de Mordor se hiciera de día ¿No? el re bando... Perdón ¿Por dónde iba?... ¡Ah, ya se!

Todos se despiertan pero es de noche, bla, bla, bla. Mientras desayunaban en la oscuridad, alumbrados solo por los faroles del jeep, Reuben James termina de tragar una medialuna que estaba masticando y dice:

- Anoche tuve un sueño raro – todos lo miraban atentamente – soñaba que era mas joven, unos treinta años. Iba de aquí para allá, como buscando algo, lo raro es que llegué a Caníbal City, y después pasé por El Horizonte, y después...y después... - ¿Y después? – preguntaron todos. - No se, no soñé más nada. - ¡Oh! Lástima, era una linda historia. - Esperen, tal vez estaba buscando EL TESORO DE RICARDO PETACA – dijo María con aire astuto, voz grave y mirando a la cámara. - Es cierto – corroboró Reuben James – es muy probable, pero no recuerdo nada de un tesoro – todos quedaron pensativos. - ¿Ni siquiera un anillo pedorro que te hace invisible? – preguntó Estribor. Todos lo miraron con cara de “¿Y este qué se fumó?”. Y después de la negación con la cabeza de Reuben James se quedaron jugando Twister toda la tarde a ver si no pasaba nada bolacero.

No pasó nada bolacero, va, salvo que ganó Popovski, pero por todo lo demás el día fue un bando bárbaro, para colmo de noche todo el día.

Y así llegó la noche. O sea, siempre fue de noche, pero ahora era... ¿cómo decirlo?...horáriamente de noche, les dio hambre y eso, ¡de noche! ¡QUÉ! ¿No saben definir cuándo es de noche sin tener en cuenta la claridad del día? ¿Eh? Loco, no se puede escribir así, con lectores tan ineptos. O sea...a ver si me explico... ¡Qué mierda, entiendan lo que quieran! Total, los que quieren leer son ustedes, no yo.

Hicieron una fogata y se sentaron alrededor, la brisa nocturna les agitaba el pelo y la fogata les calentaba el rostro. Esa noche no usaron las luces del jeep porque se estaban agotando las baterías, además, el fuego era mucho más cálido y ambientador.
Estribor terminaba de reírse de un chiste verde que la había contado María y con la sonrisa aún colgada de la boca, se paró e interrumpiendo la charla dijo con vos firme - ¡Atención señoras y señores! ¡Negros y polacos! He de presentarle a ustedes a Mástil Mayor, mi guitarra – pone cara de banana – ¡y OLÉ!
“Bravo, bravo”, gritaban todos mientras Estribor iba por su Mástil Mayor.

- Ahora comenzaré con esta canción que me han enseñado en Andalucía y se llama “Oye Tío”.

Todos escucharon muy contentos cómo el intérprete español cantaba y tocaba canciones españolas (cabe aclarar que muy bien) durante un par de horas, pero Reuben James tenía la mirada perdida, sentía como si aún tuviera recuerdos olvidados, partes de su vida perdidas entre esas ideas como sueños, pendiendo de un hilo; pero todo era borroso. Repentinamente la voz fuerte de Estribor lo despertó de su estado de trance:

- ¡Oye, oye, Rubén! ¿Qué te anda pasando, tío? Toma, toca algo para nosotros que seguro que eres un gran guitarrista – le extendía el instrumento con una mano y todos lo miraban con alegría. - Pero, no, yo...no se, nunca toqué la guitarra, no se. - ¡Que toque, que toque, que toque! – repetían todos. - Vamos tío, ¿Qué no vez que todos te aclaman? - Bueno, está bien, pero yo les avisé.

Así tomó la guitarra entre sus brazos, la apoyó sobre sus piernas cruzadas, marcó un acorde con los dedos de la mano izquierda bien apretados y comenzó un rasgueo. Empezó a combinar acordes que brotaban automáticamente de su subconsciente formando un ritmo rápido, campestre y muy atractivo. Sorprendido, miraba con cara de gran asombro sus propias manos tocando, y empezó a cantar una canción en inglés:

- Reuben James – comenzó – In my song you will live, And the phrases that I rhyme, Are just the footsteps out-a time, From a time when I knew Reuben James.

Reuben James – siguió – All the folks round Madison County cussed your name, Just to no-account sharecropping colored man, Who steal little anything he can, And everybody laid the blame on Reuben James.

¡Reuben James!... – continuó con gran ritmo, sorprendido de sí mismo. Todos aplaudían y bailaban de sentados hechizados por la atrapante canción, la luz del fuego les enrojecía los rostros mientras bebían y cantaban los coros - ¡Reuben James! – y así terminó su canción.
Todos lo aplaudieron y lo ovacionaron: - Eso fue estupendo Reuben – Egregió María - ¿Por qué habías dicho que no sabías tocar? - No... no lo sé, creí que no sabía tocar, ¡estaba seguro de que no sabía tocar! Simplemente agarré y empecé a recordar acordes y ese ritmo. Si ni siquiera sabía que existía una canción con mi nombre, bueno, supongo que se llama así.
Todos se quedaron pensando otra vez, y de tanto pensar recordaron que como no sabían qué hora era, hacía como dos días que no tenían una comida decente. Comieron un riquísimo asado y cantaron un par de horas más, y el fuego comenzó a menguar. - Bien – dijo Ugo mientras bostezaba – ya será ora de dormir, me imagino. El tiempo apremia así que apuremos a armar las bolsas de dormir. - ¿Qué decís? – corrigió la Sirvienta – si recién nos levantamos. Es poco más del mediodía. - ¡Pero mujer, pues! – saltó Estribor – si deben de ser horas de la madrugada, máximo primeras horas de la mañana. - Bueno, serenidad – Interrumpió Ugo – ay que calmarse para salir adelante. Tengo una idea mejor, agamos de cuenta que es de día, que ninguno tiene sueño, y partamos lo antes posible. - Muy buena idea – acotó María – ya que yo no tengo la más mínima noción de la hora, pero ¿para dónde se supone que tenemos que ir? - ¿Vos no tenías un mapa? – preguntó como recordando Reuben James. - ¡Ah, sí!, que bol... ¡Hey! ¿Cómo sabías que tenía un mapa? - ¿Eh? No, no se. Debés haber dicho, seguro. - Bueno, no importa, de todas maneras tenés razón, acá en el mapa de la isla indica el camino hacia la montañas gemelas, pero se corta antes, como dejándote antes de disidir entre la montaña común o el volcán. - ¡Perfecto entonces, vallamos hacia allá! Todos volvieron a subir al jeep, con todas las ganas de viajar y enfrentarse a nuevos encuentros; la euforia los dominaba, la adrenalina les corría acelerada, los hacía reírse a carcajadas y gritar al fuerte viento que empezó a hacer flamear sus ropas y cabellos apenas arrancaron. Popovski estaba tan emocionado que, desde su posición en el sillín de la ametralladora, tomó el arma y disparó algunos tiros al aire.
Reuben James al volante; El Susodicho y la negra en el asiento de acompañante; María, Ugo y Estribor en los asientos traseros, y Popovski donde ya saben. Viajaban a toda velocidad en el jeep saltando por las montañitas de tierra que presentaba el terreno oscuro de El lado oscuro de El Horizonte. Las horas pasaron pero seguía siendo de noche, esa noche pálida, opaca, negra – ¿Qué? – contestó la Sirvienta – No, a vos no, dije negra de adjetivo negra, la noche, ¿cazás? – Ah, Okay.

- ¿Cuánto falta Reuben? Molibdenó María. - No se bien. Para que salgamos de “El lado oscuro” yo le pondría un par de horas más. - Che – agregó la Sirvienta – digo nomás ¿Reuben James no hablaba en inglés? – Todos palidecieron de golpe, los ojos abiertos como huevos de la sorpresa. Las miradas se fijaron inquisitivas en el susodicho conductor que pegó un frenazo cuan padre al que la hija de 15 le dice que está embarazada mientras va manejando. Lentamente fue girando la cabeza: - Les juro que estoy tan sorprendido como ustedes – argumentó con cara de “Te juro”. - Dinos toda la verdad, dinos qué eres en realidad, dinos tus intenciones, Dinos: las nuevas gomitas con forma de dinosaurio... ...perdón. - Les diré toda la verdad, y sabrán que no soy culpable de nada, y que no les estoy tramando nada:
“Hace un mes aproximadamente que todo comenzó. Desperté un día, abrí los ojos y me hallaba acostado en la playa, todo tirado sobre la arena, de cara al fuerte sol que se dibujaba incandescente en el cielo azul brillante. Los restos de una ola me mojaron los pies ardidos, no tenía ningún calzado, y la ropa en ruinas que llevaba estaba deshilachada y empapada. Me acuerdo que tenía hambre, entonces me acerqué a la vegetación y entré a sacudir palmeras para conseguir bananas...lo único que caía eran un montón de pelotas de madera, así que me adentré un poco más, y así descubrí que las bananas no salen de palmeras, sino de bananos. Conocí Caníbal City, su gente me enseñó a cazar mi propia comida y a hacerme ropas con pieles, como la que llevo ahora. Tuve que aprender su idioma, ya que solo sabía hablar el inglés que me oyeron en un principio.
Nunca salí de la gran ciudad y la jungla que la rodea, hasta que los encontré a ustedes en el cuadrante oeste de la selva mientras intentaba cazar algo. Que yo sepa es la primera vez que vengo a estos extraños lugares, pero mi gran duda son esos sueños que tengo, es como si fueran escenas de mi vida que no recuerdo.” - María lo miraba con cara de sandía, o sea...no importa, se los explico de otra manera...a ver... ¡Ah, sí! Lo miraba como si estuviera viendo un fantasma, los ojos muy abiertos y la boca caída. Lentamente buscó entre sus cosas y sacó de un bolso un diario, era el diario que Sirvienta le había dado aquella mañana en la mansión, cuando bajó las escaleras de mármol.

“Muere hombre millonario, se rematan propiedades”. “Ricardo Petaca, 53 años, empresario”. “Se lo declaró muerto, ahogado en las aguas del Pacífico, el 13 de octubre del corriente año, tras el hundimiento de su barco personal “Reuben James”, que se dirigía a la isla donde, por razones confidenciales, concurría con frecuencia.”

Todos miraban asombrados: - ¡Reuben James es Ricardo Petaca! - ¿Que soy quién? ¡Que nombre más bando! - ¡Ricardo Petaca! El del tesoro. - ¿Tesoro? ¡Ah, sí! Comienzo a recordar, los sueños, eran recuerdos que luchaban por salir, mi muerte no fue en realidad más que un naufragio donde perdí la memoria, adoptando un nombre que me resultaba familiar: el de mi barco y el de una canción de Kenny Rogers, uno de mis artistas preferidos, después de Elvis claro. Por lo del tesoro, no se preocupen, no recuerdo este lugar todavía, pero si seguimos el camino que dicen los mapas que tiene María, que por cierto yo lo hice, vamos a llegar a lugares que seguramente me refrescarán más la memoria. Y lo que tenga el tesoro lo compartiré, si no fuera por ustedes habría seguido siendo un Tarzán cualquiera. ¡Qué istoria tan feliz! – Dijo Ugo emocionado – lástima que el barco se partió al medio cuando llegamos y no tenemos en qué volver. - Eso es cierto – agregó Estribor - y no creo que el escritor tenga tanto bando como para poner una cabeza de mono gigante que, cuando los monos de la isla la manejan, de adentro sale un mono robot gigante capaz de cruzar a nado el océano.
Todos lo miraron con cara de “¿Y este qué se fumó?”. Y después de la negación con la cabeza de Reuben James (que es Ricardo Petaca) aceleraron y partieron a toda velocidad para salir de este oscuro lugar de una vez.

UNAS HORAS MÁS TARDE

- ¡Miren! ¡Allá adelante está aclarando! – gritó Popovski desde su posición. Era señal de que El lado oscuro de El Horizonte se terminaba. Todos sintieron nostalgia porque este llamado les hizo recordar el grito de “Tierra” desde su puesto en el carajo del barco.

Avanzaron a toda velocidad. La cámara se empezó a alejar, se empezó a ver el paisaje: el terreno seco con tierras quebradizas y rojizas, pequeñas lomadas y arbustos espinosos, todo bajo la cerrada oscuridad. La cámara siguió alejándose, ahora podía divisarse el amanecer en el horizonte: el sol recortándose rojo entre el vértice de las montañas gemelas, montañas menores y ríos que cortaban transversalmente el paso a los viajeros hacia el remoto destino... cruel densidad... (?). De la Obtención del Tesoro

Media hora más de viaje pasó. El sol comenzaba a asomar sus bordes de fuego intenso desde entre las montañas de hacia el este; solo así supieron que estaba amaneciendo. El cielo era de un violeta oscuro y no había ni una nube en él.

- Qué triste es mi caso – dijo reflexivo Ricardo – perder parte de tu vida dividiéndola entre un lejano pasado y un presente completamente distinto.
“Largo es el libro donde el destino de un hombre yace escrito, pero si una sola página queda en blanco ya nada tiene sentido en él” - Que sabias son tus palabras, Ricardo – confesó María. - No me lo digas a mí, atribúyeselo al escritor.

De repente Ricardo se vio obligado a detener el vehículo, un ancho río les cortaba el camino. Sabían que ese sería su último desafío, ya que unos cien metros después del río el camino se dividía en dos: uno para cada montaña. Esa sería la última decisión. - El río – murmuraba Ricardo mientras se frotaba la barbilla pensando – me resulta difícil recordar – Empezó a observar el lugar en busca de alguna pista: el caudaloso río centelleando por la luz del sol, los campos verdes, las minúsculas gotas de humedad que chocaban contra su rostro provenientes del estrellar del río contra las rocas de la orilla, las aves y su canto, el Bosque Cercano... Entonces una cagada de gaviota le cayó en la frente. “¡Sí!” - ¡¿Qué?! – preguntaron todos. - ¡Me acordé! Rápido, síganme. Tenemos que construir una balsa “JUYU”. - ¿Y eso? - Es una balsa, pero debe ser construida con los Olmos del Bosque Cercano y hay que echarle cagada de gaviota en popa y proa. - Extraños métodos – cuestionó Estribor. - No son cualquier método, señor marinero, son artes de la magia de los habitantes de esta isla ¿sabe? Los Olmos del Bosque Cercano son sagrados, llevan aquí miles de años y sus espíritus pueden sentirse cuando uno camina entre ellos; pueden sentirse en la piel, entre los cabellos, en el olfato, en el alma. - ¿Y la cagada de paloma? - Ah, no, nada más otro componente material.

Tomaron rumbo hacia el Bosque Cercano, llevaron los instrumentos de carpintería necesarios para tomar la madera y hacer las balsas: hachas, canastas, sogas, martillos y algunos clavos.
Al llegar al bosque empezaron a sentir una brisa fresca en el espíritu, un murmullo en el aire que parecía querer comunicarse con ellos. Ricardo tomó la iniciativa:

- Saludos, Oh Gran ZUJU. No venimos a lastimarte a ti ni a tu familia, venimos en son de paz en busca de un gran tesoro protegido por la magia de los antiguos GUCHU. Este se encuentra guardado bajo el sello del Encanto NUKU, y para abrirlo necesito construir una balsa JUYU.
“Para que estés complacido te traemos estas ofrendas – pidiendo las hachas a sus compañeros – Permiso, gracias – dirigiéndose nuevamente a El Gran ZUJU – toma, estos instrumentos agresores serán enterrados aquí mismo, en las tierras fértiles del bosque bajo los pies de tus hijos, para que sus componentes biodegradables les sirvan de alimento.”

El susurro del viento empezó a tomar claridad, y sin notarlo empezaron a oír una voz grave que les hablaba gentil pero poderosamente:

- Gracias por su ofrenda, hijos de GÚIU, su pedido será concedido. Dejen aquí la canasta y será llenada con la mejor madera. Vuelvan por ella dentro de quince días. - ¡QUÉ! – exclamó Ricardo con odio en el rostro - ¡Pero espíritu arbóreo de mierda! ¡Por qué no te metés la canasta por...! – Y sin interrumpir sus insultos tomó las hachas con gran ira y empezó a hachar el primer árbol que tenía adelante - ¡Vamos muchachos, tomen sus hachas y arrebatémosles su madera! – Estribor y Ugo tomaron las otras dos hachas y acompañaron a Ricardo. - ¡No, esperen! – Gritaba el Gran ZUJU, el viento comenzó a agitarse, los pelos de los viajeros se revoleaban a gran velocidad - ¡Por favor, no! - ¡Ja, ja, ja, ja! – Reía Ricardo con maniática expresión – ¡Esto te pasa por ser tan caquero! – Una vez habían recogido la madera necesaria se fueron corriendo hacia el lugar donde habían dejado el jeep. - ¿Qué se cree, pelotudito? – murmuraba para si mismo Ricardo mientras corrían – ¿Que por ser el espíritu sagrado de un bosque que tiene mas de dos mil años me va a tratar como a un balín cualquiera? Pedazo de hipócrita... – Y así siguió. Llegaron a la costa, junto al jeep. Entre todos armaron la balsa y le echaron la cagada de gaviota – Si, resistirá – afirmó Estribor mientras saltaba sobre ella cuando aún estaba en tierra – Solo tenemos que ver si flota. - Pero por favor, señor viejo lobo de mar de las costas del Mediterráneo, no insulte las artes GUCHU – Y empujando desde popa deslizó la balsa JUYU hasta el agua y de un salto se subió - ¡Vamos, salten, no querrán quedarse de este lado!
Uno a uno fueron saltando a la embarcación, y usando sus brazos como remos empezaron a remar hacia la costa opuesta. El ancho del río era aproximadamente de 300 metros y diminutos eran los árboles que del otro lado se veían.
Después de un rato de remar y remar alcanzaron a duras penas la mitad de la trayectoria. Aún faltaba la otra mitad del río cuando oyeron un fuerte estruendo tras ellos, en lo alto. Todos desesperaron al ver que una ráfaga roja cruzaba por el cielo: un relámpago de fuego que partió desde un vórtice que rajaba el cielo como un portal bidimensional o algo así. El agua comenzó a agitarse, los viajeros se aferraron firmemente a los bordes del navío para no caerse, las nubes espesas y grises fueron cerrándose e invadiendo la superficie, que centelleaba en rayos rojos como el fuego.

- ¡Qué demonios está pasando! – gritó María aferrándose por el agitar de la balsa JUYU y el viento huracanado. - ¡No se preocupen! – contestó Ricardo, tranquilo pero agarrándose con fuerza también - ¡Ya estamos por llegar! - ¿Pero qué decís? Si falta la mitad del río. - No, esperen un momento. - Bueno, serenidad – Interrumpió Ugo – ay que calmarse para salir adelante. Esperemos a ver qué pasa. - Vos no tenés mucha imaginación para hablar ¿No es cierto, Ugo? - No me lo digas a mí, atribúyeselo al escritor. - ¡Ah, miren! Ya está – dijo Ricardo. El cielo estaba completamente nublado, pero el viento calmó de repente. Un orificio comenzó a abrirse entre las nubes, por éste salió una beta de luz que iluminó directamente a la balsa JUYU. El agua se había calmado y los siete tripulantes miraban sorprendidos.

- Perfecto – acotó Ricardo – ya llegamos. Por favor, háganse a un lado...bien...así...a ver, un poco más a los bordes, necesito el centro de la balsa libre... ¡Perfecto!

La balsa se encontraba completamente iluminada por el cilindro de luz que descendía desde el orificio de las nubes en lo alto del cielo. Entonces unas delgadas líneas de fuego empezaron a dibujarse en el suelo de la balsa, todos observaban atentamente, el dibujo empezó a tomar una forma rectangular y, finalmente, una puerta de dos hojas quedó marcada en delgadas líneas incandescentes. “Permiso”, dijo Ricardo mientras daba un paso al centro: “Este es el portal que cruza el sello NUKU y lleva a la sala secreta donde se oculta – se afina la garganta – EL TESORO DE RICARDO PETACA, o sea mío. Pasen”. Y agachándose empuja la puerta que se abre de par en par hacia abajo, y se arroja dentro. Todos lo siguieron.
Cayeron... (el narrador carraspea), perdón...
Cayeron por el... (El narrador cierra los ojos y bosteza profundamente), no, no puedo, loco. ¡Mirá como tengo la garganta! ¡Y ya me caigo del sueño! No, no. Que siga otro...

- Yo sigo – propuso María. - ¿Sí? - Dale, dejame – insistió – a Popovski lo dejaste. - Pero él estaba solo, viste ¿Qué van a decir los otros personajes? - ¡Daaaaaleeeeeeee! - Bueno ¿qué más me queda? - ¡SIIIIIIIII! - ¡Pero dale! - Sí, sí, a ver. Primero me pongo allá...a ver...

...ahí está. Ahora...

Caímos por la puertita, como dos metros. El lugar era como una habitación toda negra.
O sea, no se veía nada, solo negro y un cuadradito de luz en el techo. De repente ¡Clic! Y se enciende la luz, Ricardo había prendido el velador que estaba al lado de la cama, en una mesita de luz.

- ¡Pará, pará! – Interrumpió el Narrador – ¡Sos un desastre redactando! Mejor sigo yo, dejá, dejá...

¡No, no! Dale, dejame a mí, un ratito más.

- Bueno, dale. Pero ponete más las pilas.

En la habitación había un ropero, estaba del lado de la cama en el que no estaba la mesita de luz. Ricardo se acercó y abrió las amplias puertas:
A medida que las hojas de madera se iban separando, una luz vertical se iba reflejando en Reuben James, y cuando las había abierto del todo se encontraba bañado en luz. El resplandor que salía de ahí adentro era impresionante. Se agachó y metió sus brazos dentro del armario para sacar de allí una cajita de oro, foco de la incandescencia.

- Oh, mi tesoro... ¡Mi tesoro! ¡MI TESORO! – gritó con aire de tarado desquiciado - ¡Por fin te encuentro! ¡Tantos años perdidos, separados, olvidados! – todos lo mirábamos como esperando a que termine – Había estado perdido yo también, olvidando la verdadera razón por la que estaba aquí, pero ahora volví y nunca me van a separar de ti. - ¿Perdón...? – inquirí. - ¡NO! ¡ALÉJENSE! – Me gritó Ricardo, como si quisiera atacarlo, casi gruñendo y ocultando el cofrecito de oro tras su cuerpo - ¡Ustedes quieren robarme MI TESORO! ¡Mi tesoro! Mi...tesssooorooo – repetía siseando las eses - ¡NO! ¡Ahora mismo me iré de aquí! ¡Los dejaré encerrados bajo el sello NUKU y nunca podrán salir! ¡NUNCA! JA, JA, JA, JA, JA – reía como maniático.

..................¿QUÉ PASARÁ CON NUESTROS HEROES Y NEGRA?..................
......¿SERÁN CRUELMENTE ABANDONADOS POR RAUBEN JAMES?.....
...........¿TENDRAN ALGUNA POSIBILIDAD DE SALVARSE DE ÉSTA?............
--
--
– MÚSICA DE SUSPENSO –
– ESCENA EN CÁMARA LENTA –

Reuben James toma el TESORO bajo una axila con un brazo y corre extendiendo el otro, tipo jugador de rugby:
Pega un salto sobre la cama y cae del otro lado. Corre, corre. La Sirvienta se interpone en su camino pero es fácilmente desplazada con el codo. Corre, corre. Popovski intenta correrlo pero se cae antes. Corre, corre. Ugo y Estribor se acercan uno por cada lado para cerrarlo, y en el momento en que se abalanzan sobre el objetivo éste salta y los deja a los dos de cara, pagando, o como quieran decirlo. Y corre y corre. El Susodicho se acerca cargando contra él a gran velocidad, parece una locomotora que echa humo por las axilas. Ricardo corre en dirección contraria con gran ahínco, como 11 ó 12. Ambos con distintas expresiones en la cara: El Susodicho con cara de odio, veneno en la sangre, sed de GORE; y Ricardo: cara de “desde que empecé a correr tengo los ojos cerrados y no se que me va a chocar un negro mastodonte con una cubana hasta la cintura”. Corren, corren... ¡PUM! ¡A LA MIERDA TODO!

- ¡No! ¡Pará, pará! – Interrumpe el Narrador - ¿Cómo que “PUM, A LA MIERDA TODO”? ¿Qué clase de redacción es esa? Noooo loco, acá no jodaaaamo, ¿vite? No es un cuento de Pipo Pescador ¿Savé? A mi me pagan supuestamente por esto... “PUM, A LA MIERDA TODO” ¡Dejate de joder! Somos grandes. Dale, dale, seguí un rato más que yo retomo al final... ¡DALE!

Eh... a ver... cómo le... ¡Ah, sí!
Chocan furtivamente en un estallido muy sonoro (algo como ¡PUM!), ambos salen revoleados con resiliencia, con tal justeza que Ricardo quedó del otro lado de la habitación, con la salida a su disposición: Se puso de pié, apretó fuerte el TESORO, metió una mano en la chaqueta y sacó un revolver plateado.

- Ha, ha. Ahora nada pueden hacer – dijo, mirando el revolver como haciéndose el malo de la película. Con cara de “Te mataré, John”. Así apuntó a la indefensa multitud, o sea a nosotros. Me midió la frente y me dijo: “Andá a salvar las papas, marrana salada. Acá nada anda, mañana rajará la sábana ¡PALANGANA MACABRA!”. Y en el momento en que estaba apretando el gatillo, yo rodé por el suelo en cámara lenta, metí la mano en la cartera y ¡PUM!: un disparo...no me dio. Hurgo con la mano entre las cosas que allí llevaba ¡PUM!: otro disparo, tampoco me dio, porque a todo esto yo seguía girando. ¡YA ESTA! Encontré lo que buscaba: la beretta 9mm que había sacado del cuadro ¡SU beretta 9mm! La extraigo rápidamente y efectúo un certero disparo a la integridad física de mi enemigo. La cámara lenta se va, ahora todo vuelve a la velocidad normal. Su cuerpo se sacude, sus ojos miran como Caballero del Zodíaco muriéndose. Sacudo un par de tiros más, repartidos por su pecho y estómago. Cae arrodillado y sangrante, con expresión muerto-viviente: sus ojos no miran y su boca sangra. Se desploma de rostro al suelo esparciendo un charco de sangre de dos metros. Muere.

- Listo, tomemos el TESORO – digo yo – es hora de partir.

Así salimos del... coso este, llegamos a la balsa JUYU por donde entramos y pegamos la vuelta en dirección a la costa de la que vinimos.

- ¡Detente! – Me interrumpió Estribor - ¿Para qué hemos de volver? Necesitamos algo que nos saque de esta isla y nos lleve de regreso a nuestro país.
- Es cierto – contesté dejando de remar – Es que en esta historia ya hice muchas cosas sin razonarlas antes y estuvieron bien ¿Qué se yo? Es como que uno va, después van apareciendo cosas. Digo yo ¿No? En una de esas es que ni el escritor sabe qué va a pasar, entonces escribe, escribe y bueno, después algo pasará.
- Me parece una buena posibilidad – contestó el gallego – ¡Pues joder! ¡Esta vez vamos a decidir nosotros qué es lo que vamos a hacer!
- ¿Y se te ocurre algo?
- Mmm... ¿A alguno de vosotros se le ocurre algo?
- ¿Popovski no tenía un avión? – comentó Ugo.
- No, no da – contestó el polaco – no entramos. Mirá ¿cuántos somos?... ¡Seis! No, ni ahí.
- ¡Ves! – Me quejo - ¡Todo culpa de que el barco de Estribor se hizo mierda!

Todos pensamos un rato largo, ahí, echados en la balsa que flotaba balanceándose en el medio del enrome río. Ya está oscureciendo.

- ¡Qué mierda! – Me quejo quejosamente - ¡Vamos a tener que hacer lo de siempre! ¡Ir sin ninguna razón a donde no sabemos precisamente qué hay a ver si no pasa nada que haga que pase lo que nosotros queremos!
- Era obvio – acotó Estribor – Es igual que jugando AD&D – Todos lo miramos con cara de “¿Y este qué se fumó?”. Y a continuación utilizamos nuestros brazos como remos y nos dirigimos a la costa opuesta, la que llevaba a las montañas gemelas (que una era un volcán).
- Vamos, vamos – concluí – veamos qué es lo que sigue a continuación. Lo que Sigue a Continuación - ¡Es imprescindible! – insistía Ugo. - ¡No, os digo que no conviene! – lo contradecía Estribor. - ¡En serio, separarnos en dos grupos es lo que tenemos que acer aora! - Mmm, no se. Me parase que Ugo tiene razón – acotó María. - ¿Por qué lo decís? - Y, viste, no hizo nada en toda la historia más que hablar sin “h”. Me parece que en este capítulo va a tener un poco más de protagonismo. - Mmm, puede que tengas razón. - No, es obvio, mirá: se murió Reuben James, Ricardo Petaca era él mismo, yo dejé de ser la narradora, Popovski no está otra vez ¿Ves? Todo coincide para que quede el protagonismo para él. - Es cierto, lo único que queda es que nos separemos. - Bien – saltó Ugo – yo organizaré los grupos: El Susodicho y la Sirvienta agarran para el volcán, y Estribor, María y yo vamos para la montaña ¿Ok? - No se, lo, eh, vieja ¿No? Medio que, lo ¿Vite? Uh. Andá con lo fideo en la cabeza, vo, no se, loco ¿Vite? La rabera, vieja, la rabera, ta, no, no se – Contestó el Susodicho. - Listo, quedamos así, además seguro que ustedes se lo encuentran a Popovski, chau. Así se separó la compañía: Personas por un lado, negros por otro, y media persona por otro.
El camino se hacía difícil para el trío. Ugo, María y Estribor: un timonel, una empresaria y un marinero, a los pies de una montaña enorme, la cual van a escalar sin saber bien para qué, confiando en la creatividad... ¡DEL ESCRITOR! ¡JAJAJAJA! Jaja ja j... ...perdón. - Che, María, el escritor quiere que diga algo – dice Ugo (viste qué poder). - Y bueno, decí algo, no se. Para algo sos el líder. Él tiene razón – dice María. - Ok – piensa un rato – Escalaremos esta montaña y encontraremos la manera de salir de esta isla; porque SEGURO que en una montaña hay algo que sirve para cruzar MEDIO OCEANO PACÍFICO. ¡Vamos compañía! ¡Adelante! Era de noche, habían pasado muchas horas desde que se separaron ese mediodía. El sonido de las pisadas en la piedra resonaba llamativamente. Estribor usaba una rama de bastón porque ya se había cansado.
Escalaban roca tras roca, recorrían cada sendero. NO SE EXTRAÑABAN.

Mientras, el Susodicho y la Sirvienta escalaban la ladera del volcán:

- Me siento tan libre, lo – comentó la Sirvienta – nunca no lo había estado no tan suelta, lo. (De ahora en adelante suprimiré los agregados negrísticos, sobrentender) - Es verdad, uno puede ver mejor las estrellas y la luna desde aquí – contestó el Susodicho. - ¿Dónde trabajabas tú antes de ser libre? - Era esclavo de los negros caníbales, me tenían trabajando en la refinería de carbón. Hasta que Reuben me salvó la noche que escapamos de la ciudad. - ¿No era de día? - Eh... no se bien. Una rato sí y un rato no ¡Pero mira! ¿Qué es eso que se mueve allá arriba? - Debe de ser una rama. - No, las ramas no caminan. - ¿Cómo que no? - No. - Ah. De lo que se entera una estando fuera de una casa. - Vení, vamos a ver. Ambos comenzaron a escalar rápidamente, con pisadas fuertes y ágiles. Sus manos rozaban las rocas para un impulso delicado pero... ¡No se! ¡Me la estoy contando mal! Ahí va de nuevo:
Subían más y más, los dos parecían ágiles animales de las montañas corriendo en cuatro patas casi verticalmente. El Susodicho no había perdido de vista a su presa, la seguía con ímpetu. Parecían acercarse a la criatura, pero ésta era muy rápida también.

- ¡Ven aquí criatura impía! – gritó el Susodicho corriendo a altas velocidades.

La criatura se frenó y saltó hacia un lado ocultándose entre la vegetación y la oscuridad. Los perseguidores siguieron acercándose.
Detuvieron su carrera donde creían haber visto frenar a la pesa. El negro comenzó a explorar minuciosamente el terreno, agudizando todos sus sentidos de cazador nato, percibiendo cada pista ínfima. Sus movimientos eran silenciosos e impecables, y cada paso era un escanéo completo de información ilimitada.
Un paso más... ...un paso más... ...un paso... ¡PUM! ¡Y SE CAYÓ A UN POZO! (María ©) - ¡¿CÓMO QUE ME CAÍ A UN POZO?! – se me queja el Susodicho - ¡RE TRUCHO! - No ¿Qué re trucho? Te caíste, vieja, fue – le contesto – Dale, dale, seguí con lo tuyo.

El Susodicho observa su entorno, no ve nada, todo negro. Mira para arriba, se encuentra unos tres metros por debajo de la superficie de la montaña. Y la Sirvienta se asoma:

- ¡Hey! ¿Tas bien, lo? – preguntó ella desde arriba. - Eh...sí, sí. Vení, baja. Yo te aguanto acá abajo – Contestó el Susodicho preparándose para recibirla.
La Sirvienta se arrojó y éste la detuvo con facilidad. - No se ve nada – comentó él. - ¿Cómo que no ves nada? – Preguntó sorprendida – ¿Vos no tenés infravisión de negro? - No, yo desciendo de la raza Delta. Nosotros carecemos de infravisión pero gozamos de otras habilidades. - Ah, claro, ya recuerdo. Una vez me hablaron de ustedes, es poco común encontrarlos en estos climas. - Así es – contestó él – preferimos los climas donde abunde el porrón. - Ah, sí. Pero bueno, ya dejemos de hablar de zoología y dediquémonos a hacer lo que debemos. Mira, para allá hay un camino que se interna en la montaña, sigamos. - Vos llevame – le dijo el Susodicho – que yo no veo nada.

Siguieron el camino un trecho más. Las paredes eran de tierra rocosa y daban la impresión de estar por caerse en cualquier momento, pero esto no asustaba al Susodicho, porque no las veía.
Llegaron a un sector más amplio, como una sala entre las rocas. Mientras más se acercaban al centro más calor sentían, empezaron a transpirar del calor que las paredes transmitían. - Esperá – dijo ella – estamos en una especie de sala, un “algo” un poco más amplio que el pasillo. - ¿Ves algo interesante? - Si, parece estar construido artificialmente. Las paredes están recubiertas de pequeñas rocas, y el piso está alfombrado con paja. Es como si alguien viviera aquí. - Debe ser la casa de la cosita que veníamos siguiendo. - Seguramente – afirmó ella – pero juraría que se metió acá. En ese momento lo ve: una especie de personita con cuerpo de rana flaca, cara de pescado con nariz, un poco de cabello extremadamente fino y toda la piel áspera y grisácea.

- ¡Hey, tu! – grita la Sirvienta. La criatura se sobresalta. - ¿Qué pasa? – pregunta el Susodicho. - ¡No, a vos no! – contesta la Sirvienta. El bicho asiente con la cabeza y sigue con lo suyo. - ¡No, a vos! ¡El bicho escamoso! – Se desespera ella. - Bueno, aflojemos con los agravios – dice el Susodicho. - ¡Ahhhhhhhh! – grita ella con expresión de histeria. - ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! – grita el Susodicho. - ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! – grita el bicho. - ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! – gritan todos.

En ésas, el coso agarra, sin dejar de gritar, cosa que nadie se de cuenta, corre una piedra de la pared que apunta al centro de la montaña y se escabulle por ahí. Una luz anaranjada con la intensidad de todo el fuego del mundo entra por el orificio.

- ¡Hay, mis ojos! – dijo el Susodicho agarrándose la cara con fuerza. - ¡Rápido! – Reaccionó la Sirvienta - ¡Vamos, hay que pasar por ahí! - Vo tas mal de la cabeza ¿Te pensás que vamos a pasar por ahí? - Si, dale – y furtivamente se abalanzaron contra la pared de roca desplomando los pedruscos que cayeron de a cientos al vacío que se precipitaba frente ellos.
Nuestros dos negros quedaron haciendo equilibrio en el borde del precipicio, para así notar que la incandescencia que entraba antes por el agujero era producto del río de lava que corría debajo de ellos. - ¡Mierda! – Exclamó el Susodicho – ¡Estamos en el centro del cono! – Ya que mirando hacia arriba podían ver el agujero superior y las estrellas en el cielo a través de él. - ¡Mira! – Dijo la Sirvienta – Allá enfrente, el bicho. - ¡Hola! – Les gritó la criatura desde un peñasco que sobresalía de la ladera de enfrente - ¡Negros! ¡Acá! - Hey, habla – susurró el Susodicho a la Sirvienta. - No tiene nada de raro. Cuando te conocí tampoco pensé que hablaras. - ¡Hey! – Insistía el coso – ¡Vengan! - ¿Cómo querés que crucemos? – Le gritó la Sirvienta. - ¿Cómo? – Preguntó sorprendido – ¿Vos no tenés Salto de negro? - ¡Cierto! – Recordó ella – El Salto de los Delta tan famoso en las costas laguneras. - Dame lugar – dijo él. Y tomando carrera hasta la mitad de la sala que tenían atrás comenzó a correr:
Sus pies descalzos se clavaban en la tierra, corrió hasta el final de la plataforma y saltó con la pierna derecha pisando justo en el borde, en cámara lenta empezó a elevarse, recogió las piernas y desplegó los brazos. La cubana le flameaba en el aire, la luz anaranjada proveniente de abajo lo cubría. De repente la imagen se congeló, la cámara apuntaba al Susodicho en su posición de flamenco asustado justo en el medio de la pantalla. Entonces la cámara empezó a girar alrededor de él: primero se podía ver de fondo a la criatura, toda dura, con expresión de “dale, vení” y con los brazos abiertos en el peñasco de enfrente; después giró hasta ver de frente al Susodicho, que tenía cara de mamerto, con los ojos cerrados y la boca abierta hasta más no poder, y de fondo a la Sirvienta, mirando atentamente; la cámara siguió girando hasta apuntar desde la derecha del Susodicho, entonces todo volvió a andar.
El Susodicho cayó perfectamente al lado de la criatura, dejando enterrados sus pies unos quince centímetros en la tierra:

- Aquí estoy ¿Para qué me querías? – Indagó el Susodicho con aire de superhéroe. - ¿YO los quería a USTEDES? – Preguntó la criatura, sonriente – No, no. Vengan, ya les voy a contar. - Oh, espera, mi amiga no puede cruzar. - Ah, tu amiga – dijo la criatura como quien dice “ah, eso” – No, ella no es necesaria para el final de la historia, decile que...que ya la volvés a buscar. - Ok ¡Hey, negra! - ¿Qué pasa? - Aguantate un rato que ya vengo ¿Ta? - Ta - Listo, negra fuera. - Bieeeen, bieeen – murmuraba la criatura – ahora sígueme. Ambos comenzaron a descender por la pared interior de la fisura.

- ¿A dónde vamos? – Preguntó el Susodicho. - Espera un poco y escucha – contestó la criatura. - Che. - ¿Si? - ¿Cómo te llamás? - Me dicen Continuación. - ¿Cómo? - Continuación – contestó él con total naturalidad – el escritor me pone de vez en cuando para encajar algo descolgado en la historia. - ¡Ah! Claro – dijo el Susodicho comprendiendo – Este capítulo se llama “Lo que sigue a Continuación”, o sea que se trata de la negra y yo, que te estuvimos siguiendo a vos. - Y...sí, más o menos. Siguieron descendiendo por la parte interior del volcán caminando por un pasillo muy estrecho que bajaba en espiral tallado contra en las paredes hasta llagar muy cerca del nivel de la lava. El Susodicho traspiraba infernalmente, Continuación no tanto. Entonces la criatura se detuvo: - Hasta acá – dijo. Y tocando la pared de roca caliente que tenían a la derecha pronunció las palabras secretas – ******** – y una entrada se abrió. - Oh, una entrada secreta – exclamó el Susodicho – lástima que tenga sistema de codificación de clave. - También tiene firewall y detector de llamadas, pero eso no es lo que importa ahora, vamos sígueme. Ambos entraron a un pasillo oscuro pero perfectamente poligonal, estaba muy caluroso allí y el suelo quemaba un poco. Recorrieron unos diez metros derecho, después bajaron unas escaleras hacia la izquierda (bastante más abajo del nivel de la lava), y después retomaron en dirección al cilindro interior del volcán doblando nuevamente hacia la izquierda.

- ¡Hey! – Exclamó el Susodicho – ¡Estamos volviendo al centro del volcán, pero esta vez saldríamos bajo la lava! - Espera un poco y escucha – le remató Continuación.

Llegaron hasta una compuerta de metal, toda copada, reluciente y hasta con una franja horizontal de bandas rojas y amarillas. A continuación, Continuación se acercó a ésta y tipeó unos números en el panel digital con pantallita verde que allí había: la compuerta se abrió estruendosamente dejando ver así una gran cámara blindada en la que reposaba una nave plateada: su forma sobrepasaba los avances tecnológicos, aerodinámicos, aeromodelísticos y las más remotas y revolucionarias ideas de la tecnología espacial; lucía dos trompas platinadas y con vidrios polarizados, se unían hacia atrás acompañadas por una gran aleta con una turbina en el extremo, sus cuatro alas se desplegaban hacia izquierda y derecha separadas entre sí por un ángulo de 30º, y cerraba hacia atrás formando una punta de cono decorada con un espiral dorado y una súper turbina en la cola.

- Waw – exclamó el Susodicho. - ¿Ves? – Dijo Continuación levantando una ceja – ESTO es (la cámara voltea violentamente hacia la nave otra vez) ¡“SÚPER MECHA VOLATRÓN 76”! - ¡Más waw! – Re-exclamó el Susodicho – ¡Es alucinante! - ¿Alucinante? Si, si, uno de los componentes mágicos es LSD. Y se dice ALUCINÓGENO no ALUCINANTE. - No, no, me refiero a otra cosa, pero... esto ¿Qué es el “76” ese? - Ah – expresó Continuación con naturalidad – el modelo. - ¡¿QUÉ?! – Re-Fwd-exclamó el Susodicho - ¡MODELO 76! ¡VOS ME QUERÉS MATAR! - No, para nada, para nada – se defendía el bicho – yo solo estoy para arreglarle los finales al escritor, de última él los quiere matar; pero, que yo sepa, esto es seguro, palabra.

El Susodicho me mira con cara de “¿Y?... ¿Vos que tenés para decir?”.
“No, no” le contesto, “A mí no me mires, se supone que no les puedo decir nada a nadie” “Mirá” me contesta agresivamente, “vos me llegás a matar a mí o a la negra y yo te jur...”
Y de repente el Susodicho no puede hablar más. ¡Haaaaay! ¡Queeee laaaaastima! Creo que se quedó mudo (digo yo como haciéndome el boludo), ¡Huuuy, pobrecito!
El Susodicho trata de abrir la boca desesperadamente solo para ver que NO PUEDE, se entra a desesperar y a agarrarse la cabeza con rabia.

- ¿Ves? - Dijo Continuación levantando una ceja – esto te pasa por hacerte al malo con el escritor. Ya sabes que no soy yo el que decide si te morís ¿No? Pero si te pasás de boludo... y... te cagás solo, vieja.

El Susodicho respiró profundamente un momento y, una vez tranquilizado, asintió con la cabeza. Bien, ahora vení, nos vamos a meter al “SÚPER MECHA VOLATRÓN 76” y NOS-VAMOS-A-LA-RE-MIERDA ¿OK? ¡MMM! – hizo como que decía “OK” el Susodicho, y se subieron a tripular uno en cada trompa.
Se colocaron unos auriculares enormes con antiparras de aviador y micrófono incorporado, el tablero frente a cada uno de ellos estaba repleto de lucecitas, palancas, botones y perillas, y el parabrisas era negro, no se podía ver nada por él.

- ¡Mmm! – dijo el Susodicho a Continuación a través del micrófono - ¡MmmMMMm! - Ah, si – contestó Continuación con naturalidad – lo que pasa es que está diseñado para ver en la lava, mientras no haya semejante luminosidad no vas a ver más que negro; pero mirá a tu derecha ¿Ves un televisorcito? - Mm. - Bueno, prendelo... ¿está? - Mm. - Esa es la pantalla auxiliar, para ver cuando no ves nada por el parabrisas ¿OK? - Mm.

A través de la pantalla auxiliar podía observarse la pared del final de la habitación, era una compuerta igual a la que usaron para entrar, pero en lugar de un panel con teclas ésta tenía un sensor.
Continuación, desde su cabina en la trompa izquierda de la nave, sacó un pequeño control remoto blanco y rectangular, lo sostuvo con firmeza en el aire, tomó distancia con el dedo gordo de la misma mano con que lo sostenía, solicitó permiso para despegar (“Tower Control, Tower Control, Take Off permeation needed"), se contestó solo (“SMV-76, SMV-76, You are clear for Take Off”), y apretó el botón con fuerza. La compuerta que se encontraba en frente comenzó a abrirse de abajo hacia arriba, por la ranura que iba agrandándose bajo ésta empezó a entrar lava con gran presión; el brillo era impresionante, podía verse el líquido con facilidad a través del vidrio negro. Rápidamente la lava cubrió la habitación, la nave se hallaba suspendida en el fluido justo a la mitad de la sala, podía verse claramente la salida a través de la lava, ya que el parabrisas estaba diseñado especialmente para eso.

- ¿Estás listo, negronauta? – preguntó heroicamente Continuación. - Si – el Susodicho se sorprendió de haber podido hablar - ¡HEY! ¡Puedo hablar! - Por supuesto, el escritor no es tan malo como parece, lo único que quiere es que no le caguen la historia. - Obvio – agrego yo – no todos los escritores tienen que enfrentarse al problema de personajes rebeldes. ¡Hay, mirá, en este cuento el narrador habla con los personajes! – Digo con voz burlona - ¡Más vale! ¡Si no los freno se mandan cualquiera! ¡Qué vivo García Márquez, él porque el náufrago no se le quiso suicidar! ¿Te imaginás si el tipo se podría, agarraba, y se tiraba al mar a las cinco de la tarde a que se lo coman los tiburones? No da, loco, no da... ¿En qué estaba? ... ¡Ah, sí!

Tras las órdenes mecánicas de Continuación, la nave, perdón, la SÚPER MECHA VOLATRÓN 76, comenzó a moverse, abandonaron el compartimiento lleno de lava y comenzaron a subir por el cono del volcán. Aún la nave estaba cubierta de incandescente mineral en estado líquido por completo (o sea de lava).
Nuestro pequeño piloto desplazó su mano hasta la palanca plateada a su derecha – che, a la cuenta de cuatro jalá la palanca plateada de la derecha ¿OK? - OK – le contestó su natural y permanentemente enlutado copiloto. - Uno...dos... - ¡PARÁ! – Gritó interrumpiendo el Susodicho. - ¿Y ahora qué? - No sé cuál es el tres.
Continuación tomó un graaaaaan suspiro, empezó a masajearse la frente con los dedos, y rascándose el cuero cabelludo empezó a habla – Mirá, cuando vos tenés “uno” es UNO ¿No? - Eh, sí, creo que sí – contestó el pseudo primate. - Bien – continuó Continuación - ¿Qué pasa si tenés un “uno” dos veces? - Eh... – piensa un rato - ¡TENÉS UN DOS! – Contestó el Susodicho con entusiasmo. - ¡BIEN, PIBE! – Lo gratificó el otro – Entonces, le agregás un “uno” más y... - ¡Te queda un tres! - ¡SIIIIIIIIIII!
Música de “Carrozas de fuego” Tan taaan, tan taaan, tarán tatán (¡Ya sabemos como es la música! – me reprende Continuación.
Pero los lectores, Conty, acordate de los lectores – le respondo gentilmente.
Oh, Escry, cierto, vos siempre tan cortés con los lectores.
¡Che, no tanta confianza!
Perdón.
Dale, seguí que el homo-erectus éste que, si no, no salen más).

- ¿Listo, Susy? – Pregunta Continuación a su compañero. - ¿Quién? - Digo ¿Listo copiloto? - Eh... – piensa: uno, dos, tres - ¡Sí, yastá! - ¡TRES! – Grita Continuación.

Ambos jalan la palanca plateada al mismo tiempo y la nave empieza a hacer un ruido a motor y un zumbido que va haciéndose cada vez más fuerte. El aparato entero empieza a vibrar notoriamente y un calor comienza a sentirse desde atrás. - Motores encendidos. - Afirmativo. - Alerones en posición. - Afirmativo. - Cinturones abrochados. - Afirmativo.

- Correcto. continuemos. Eh... ¿En qué estaba? ¡Ah, sí! ¡DESPEGUE! – Grita mientras empuja una palanca enorme de la izquierda.

La nave estaba diseñada especialmente para despegar desde la lava, así que la primera carga de combustible era de hidrógeno puro, las turbinas largaron una gran vomitada de fuego, la cual realizó una implosión empujando al trasbordador hacia arriba a una velocidad vertiginosa. - ¡YAHOO! ¡PARTIMOS! – Gritó con gran emoción el bicho que conducía. - ¡Espera! – Se alertó el Susodicho - ¿Qué pasará con el resto? ¿Qué pasará con la Sirvienta, María y los demás? - No te preocupes por ellos – contestó el piloto de color verdoso grisáceo – los importantes para el final de la historia lograrán escapar. - Y... – inquirió temeroso el Susodicho – ¿La Sirvienta es necesaria? - Solo el escritor lo sabe.

En ese momento la nave estaba pasando horizontalmente por la parte en la que había estado la Sirvienta, el Susodicho se estampó contra el parabrisas para tratar de verla: unos metros más arriba logró divisar los peñascos en donde habían estado, donde él había saltado de un lado a otro, entonces la vio, venía corriendo en cámara lenta con cara de “corre Forrest” por el peñasco desde donde llegaron.

- ¡RAAAAN SERVANT, RAAAAN! – Gritaba el Susodicho mientras se acercaban - ¡YAMP, YAMP!

La negra corrió a toda velocidad hasta el extremo y saltó con todas sus fuerzas. La escena empieza a pasar en cámara lenta en el momento en que su pie derecho (con el que saltó) se despega del suelo; la imagen se congela: se ve la negra con la pierna derecha toda estirada, la izquierda toda comprimida, y los brazos en posición de correr; delante de ella se ven las dos puntas de la nave, que está apunto de pasar por adelante; la cámara da un giro de 180° alrededor de la Sirvienta deteniéndose justo del lado opuesto al que te lo estabas imaginando al principio; la escena se descongela, pero en cámara lenta: la muchacha (notar que la última vez que la llamé “muchacha” fue en la primera página) sigue elevándose lentamente, la nave también, contra el vidrio se ve la cara aplastada del Susodicho, que grita desesperadamente algo que no se escucha porque en las cámaras lentas las voces no están, como máximo se escuchará una música suave, a ver... ¡Nothing Else Matters! Sí, imagínenselo con “Nothing Else Matters” de fondo ¿Ok? ¡Ja! Ahora hasta tengo que hacer de sonidista. Sigamos. Ella sigue elevándose y acercándose al trasbordador, el trasbordador sigue subiendo; la situación es súper tensa, todos están nerviosos aguardando a ver qué pasa... ¡Y LA PUTA ESCENA VA EN CÁMARA LENTA! Pero lamentablemente la escena se corta, la pantalla pasa a negro y el capítulo termina, como para seguir con otra cosa y después enganchar la historia acá; pero para eso falta, para eso hay que esperar...
De fondo se siente una extensa y elaborada puteada hacia mi persona, recordándome mi familia, especialmente mi madre, y lo tanto que tendría que dedicarme a otra cosa. La Travesía de Popovski

Hola, yo soy el narrador, o el escritor, como ustedes quieran; esta parte es complicada, por eso quise tomarme este espacio para explicarles todo. Bueno, vamos a recordar cuando todos estaban cruzando el río para llegar de este lado, donde están las dos montañas ¿Se acuerdan? Bien, recuerden que, al desembarcar, María se percata de que Popovski no está otra vez ¿No? Bien, en este capítulo vamos a ver lo que hace Popovski paralelamente con el resto del grupo, no se preocupen, recibirán de vez en cuando una comparación de tiempo con la parte de los negros, leída anteriormente bajo el título “Lo que sigue a Continuación”. Gracias: El Escritor.

La embarcación estaba a unos minutos de tocar tierra, el cielo era gris y la atmósfera estaba plagada de ruidos de disparos y explosiones, estaba algo nervioso así que decidí ir hasta proa a ver si no podía ver algo. En el camino me crucé al soldado Wojtyla: vi en su rostro una gran preocupación. - ¿Qué sucede, Wojtyla? – Le pregunté. - Es, mi familia – me dijo angustiado – estoy preocupado de no volver de ésta, y dejarlos solos en nuestra Polonia madre en esta época de hambre y enfermedad. - Tú, Wojtyla, eres mi más grande compañero en esta guerra, más que cualquiera en este escuadrón, más que cualquiera en este barco de transporte, que cualquiera en todas las tropas y en el ejercito entero de la gran Polonia madre; nunca te dejaría solo, Wojtyla, nunca te dejaría abandonar tu familia a la que tanto aprecio. - Gracias, Popovski – contestó él – siempre tendrás mi aprecio y el de toda mi familia – el barco dio un pequeño azote y el agua se roció sobre los soldados abordo, era como una pequeña llovizna alterna – siempre confiaré en ti... ¡ALARMA! – Se oyó desde algún punto de la nave - ¡BOOM! – una explosión reventó cerca de la cabina de radio unos metros a nuestra derecha: el calor fue impresionante, la fuerza... mucho más. Muchos fuimos empujados brutamente, solo algunos caímos al agua.
Todo fue muy rápido: un grito de alarma, un fuerte zumbido, una sorpresiva explosión, un golpe de dolor instantáneo, sofocación... mucha gente, y de repente, el agua. Abrí los ojos abajo, dominado por el pánico; muchas piernas, mucha gente, muchas burbujas sobre todo. Empecé a nadar instintivamente hacia arriba, llegué a la superficie: allí estaba Wojtyla siendo jalado hacia abajo por la desesperación de otro compañero, nadé hasta allí y lo separé. Es un duro trabajo cuando uno no tiene más miembros que un brazo. Miré a mi amigo (si, el del nombre raro), lo tomé del cuello y le dije que era hora de que nos separemos del pelotón – Este trasbordador no tiene mucho futuro – y comenzamos a nadar hacia la costa.

El narrador no tuvo la delicadeza de comentarles como luce el terreno de este lado del río anteriormente, así que de eso me ocuparé yo, aprovechando que soy yo el narrador ahora. Me temo que no crean del todo lo que yo les describa, ya que, como se habrán dado cuenta, mi visión es algo distorsionada de la real, pero, bueno, en fin:
Bajo el humo del bombardeo llegamos nadando hasta la orilla. Del lado del mar (Oh, sorpresa, el río es ahora mar) se veían los barquitos de transporte acercándose a la orilla o ardiendo en llamas; del lado de la playa, una gran fila de morteros con soldados alemanes a su mando, muchas trincheras y nidos de ametralladoras. - Tendremos que ir sigilosamente, Popovski – dijo mi compañero – escabullirnos por entre las palmeras de más allá. - Es cierto – le contesté – tratemos de hacer un bien por nuestra patria, consigamos un rifle o algún otra arma y protagonicemos un acto digno de ser honrado por la nación. Mi madre me dijo una vez: “Hijo, hoy haremos historia, el día de hoy será recodado por todos nuestros compatriotas como el día de la resistencia polaca, ya verás, será honorable, memorable, histórico. Todo por una madre y un hijo que lucharon independientemente contra el nazismo”. - ¿Y qué pasó? - Nos agarraron y nunca más la volví a ver. - No me alientas mucho – acotó Wojtyla. - No, pero esto es distinto – le dije mirando al horizonte - en ese entonces yo era solo un niño, y mi mamá... era mi mamá; pero ahora somos dos hombres, dos soldados de la patria – giré mi cabeza lentamente hacia él y lo miré fijamente a los ojos – Vamos, es nuestro destino, o por lo menos el mío. - ¿Y yo qué sería, entonces? – Preguntó con duda - ¿Una especie de “amigo del protagonista”? - Eh... no sé ¿Qué se yo? Capaz. - Si – contestó – me gusta la idea... “amigo del protagonista”. - ¡No, no! – Acoté yo – mejor aún: ¿Qué te parece...“Mejor amigo del protagonista”? - Si, si, definitivamente ese es papel que interpretaré a continuación – Afirmó convencido Wojtyla. Afortunadamente para Popovski, su compañero no sabe mucho acerca de las reglas de las películas.

Fueron internándose en la costa por una zona de palmeras sin perder de vista en ningún momento las líneas enemigas que se formaban en la playa, a su izquierda. Después de correr unos cuatrocientos metros entre las palmeras, la vegetación comenzó a menguar, y vieron, unos metros frente a ellos, un camino por el que estaba pasando un jeep militar escoltado por soldados a pie (el jeep iba a paso de hombre).

- Mira, Popovski – me susurró Wojtyla – el último está distraído y nadie lo está mirando. - Es cierto – contesté yo – es nuestra oportunidad.

Como dos fieras al acecho esperamos a que pase frente a nosotros, y cuando nos dio su primera luz de espalda saltamos sobre él como natos depredadores: no tuvo oportunidad ni de zafar, ni de gritar. Wojtyla tomó su rifle automático y acribilló a los otros, incluyendo al conductor del jeep – ¡Vamos Popovski! ¡Al jeep! – Así nos hicimos de un vehículo y armas.
Estábamos estacionados en el medio del camino; a nuestra izquierda: palmeras hasta la playa; a nuestra derecha: dos montañas enormes, una echaba humo; y al frente: filas de soldados alemanes, todos mirando hacia la playa.
Arrancamos por el camino a toda velocidad acribillando soldados. De fondo se sentía “Bodyrock” de Moby. Fuimos por la playa, subimos rocas, saltamos trincheras, asaltamos campamentos, volamos puestos de radio... matamos a todo el mundo.

- Creo que ya es hora – dijo Wojtyla mirando el cielo rojo, nos habíamos detenido a comer unos sándwiches sobre el jeep. - ¿Hora para qué? – Pregunté confundido. - ¿Cómo para qué? – Contestó mi compañero sorprendido – Para acabar con el trabajo y eliminar de una vez por todas todo el mal que está infectando estas tierras. - Ah, matar a todos los alemanes. - No, no sabes nada. - No – le dije con cara de perdido – es como si esto fuera una especie de sueño al que entré hace poco y no supiera nada desde ese entonces. - A ver – me dijo pacientemente – sabés que estamos en guerra ¿No? - Si, lo noté desde un principio. - Bien. Sabes que los alemanes son enemigos. - Obvio. - Sabes por qué lo son. - Por supuesto, porque ellos invaden Polonia y matan mucha gente – le dije con naturalidad. Wojtyla abrió grades los ojos sorprendido - ¿Qué, qué pasa? – Le pregunté. - Es como si te hubieras quedado traumado con eso – me contestó con preocupación – la invasión NAZI fue cuando nosotros éramos niños, y lo sabes ¿Por qué sigues confundiéndote las cosas? - Es cierto. Pero... ¿Por qué estamos invadiendo a los alemanes? - ¡POR DIOS! – Gritó agarrándose la cabeza - ¡Es obvio! ¿Qué más si no es para derrocar a Saddam Hussein y a Bush? - EHHHHHHHHHH???? - Sí ¿Es que no sabes nada? - ¡TE DIGO QUE NO! - Ok, Ok, te contaré todo: Todo empezó con la guerra de Estados Unidos a Irak en el año 2003... - ¡¿En qué año estamos?! – Le interrumpí. - En el de siempre, desde hace unos meses. - ¡POR DIOS! ¿Podés dejar de contestarme todo como si fuera tan obvio y entender de una vez que no se absolutamente nada? - Está bien, perdón, es que es difícil de asumir. Estamos en Mayo de 2012. - Eh? – Exclamé sorprendido. Realmente estoy muy sorprendido, no se si tendría que seguir siendo el narrador - ¿Cómo se supone que luzco igual que hace diez años? ¿Cómo se supone que tenía diez años en Septiembre de 1939 durante la invasión alemana a Polonia en la Segunda Guerra Mundial y no luzco como un viejo choto de 83 años? ¿Cómo... - ¡PARÁ! ¡PARÁ! No sé – me interrumpió mi compañero – no sé porque está todo tan trucho, si el delirante sos vos, yo no tengo nada que ver. - Está bien, está bien. Seguí contándome lo de Saddam Hussein y Bush. - Ah, si... eh, bien, te acordarás del ataque de Estados Unidos a Irak. - Si – le contesté – lo del petróleo, el desarme de Irak, lo de la ONU, eso. - Si, bien. Resulta que Estados Unidos, al tomar Irak, ocupó zonas petrolíferas que pertenecían a Alemania y a Francia, esa era la razón por la que la ONU no quería avalar el ataque... - Ahhh. - Bien, entonces se armó, Francia y Alemania atacaron Irak, ahora ocupada por los yanquis. Saddam Hussein, temiendo nunca más poder recuperar sus tierras y, por sobre todo, sus pozos petroleros, y Bush, cagado hasta las patas de que no lo hagan mierda a misilazos, unieron sus fuerzas y así se plantaron a resistir el ataque de los aliados europeos.
La invasión duró casi un mes, fueron enviados cerca de 3,2 millones de soldados entre Franceses y Alemanes, 400 tanques, 120 barcos y 20 submarinos; fueron lanzados 45 misiles crucero que los Alemanes le habían robado a EEUU hace un tiempo. Pero eso no fue todo: Francia activó su ataque secreto al mejor estilo Caballo de Trolla, escondido en la Estatua de la Libertad que ellos mismos habían regalado a los americanos en 1876 celebrando el primer centenario de su independencia; la cabeza de la misma se desprendió y del hueco salió un misil de ocho metros de diámetro que se dirigió desde Nueva York directamente hasta la Casa Blanca, lamentablemente 1876 fue hace mucho tiempo, el misil había estado ahí guardado por más de 127 años y la cabeza explosiva ya se había descompuesto, el efecto sobre el edificio fue tal como si un enorme pedazo de acero común y corriente colisionara contra sus paredes, los daños fueron solo un hoyo de nueve metros en uno de los costados del establecimiento, lo cual no era exactamente el plan de los franceses. Bush, atemorizado por el intento de atentado, decidió trasladarse, y pensó que donde menos lo buscarían sería en el medio de la hecatombe, junto a Saddam en Irak.

- Qué loco ¿No? – Comenté – pasaron de ser enemigos mortales a aliados solo por intereses económicos. - Si, si, pero esperá, que lo más loco viene después. - ¡¿Más loco?! - Sí, escuchá. Era evidente un nuevo atentado, pero esta vez a Irak. Secretamente, Saddam y George huyeron del país, ni siquiera la gente de sus respectivos países supo de este nuevo movimiento; pero, según la lógica, adivina a dónde fueron. - A Francia o a Alemania. - Exacto, se dirigieron al centro de Berlín, más precisamente. - Pero ¿Cómo se supone que sobrevivieron? – Al oír esto, Wojtyla abrió los ojos sorprendido y dijo: - Oh, veo que tampoco sabes de los poderes mágicos de dos de los gobernantes más poderosos del mundo. - ¿Qué poderes mágicos? ¡La gente no tiene poderes mágicos! - ¡Por supuesto que sí! – Me contestó insistente, yo seguía confundidísimo – Solo la gente con poderes mágicos puede ser gobernante, si no cualquier ganso se postularía para presidente, como en Argentina. - Ah, con razón cuando le pregunté a mi mamá si podría ser presidente me dijo que nuestro país no iba a ser gobernado por gente como nosotros. Se referiría a los magos. - Se refería a los alemanes, ignorante; pero, de todas maneras nunca habrías podido ser presidente, no tienes poderes mágicos. - Perfecto, continúa con tu historia. - No sabía que estuvieses tan interesado. - No, es que el escritor me está diciendo que nos apuremos. - Ah, Ok. Bueno, así sobrevivieron, se hicieron invisibles y fueron hechizando a cada uno de los soldados alemanes. - Eso no tiene ni el más remoto sentido, pero está bien, casi nada en esta historia lo tiene, continúa. - Los dos, acompañados por millones y millones de soldados alemanes, se vinieron a refugiar aquí. - Esto es cada vez más incoherente – le comenté – y... ¿En dónde estamos? - Ah, no se – contestó Wojtyla – es secreto, nadie lo sabe. - ¿CÓMO QUE NO SE SABE? ¿CÓMO SE SUPONE QUE LLEGAMOS? - Ahh... ehh... uhh... – Wojtyla vaciló un momento. Empecé a maquinar extraños pensamientos en mi extremadamente confundida cabeza, miré fijamente a los ojos celestes de mi compañero, éstos temblaban, noté mucha inseguridad y nerviosismo en ellos, en su boca tensa, en sus manos blancas. Su garganta tragó dificultosamente.

- ¡HABLÁ! – Le grité desesperado tomándole la camisa fuertemente con la mano - ¡HABLÁ O TE MATO! - No, ehh... ehh... - ¡Esto es todo una trampa! – Le grité - ¡Vos sos solo otro alemán! - ¡No! ¡Sí! Digo... ¡NO! ¡CULO! - ¡Maldito, estabas tratando de llevarme a tus líderes para que me maten!

Wojtyla intentó golpearme pero lo esquivé, entonces le acerté un golpe en la mandíbula y otro en el estómago; enfurecido se arrojó contra mí y empezamos a rodar cuesta abajo (estábamos en una colina), obviamente no era mi verdadero amigo Wojtyla, sino un impostor, ya que cualquiera que me conozca bien sabe de mi gran ventaja rodando. Con mi brazo le tomé la mano izquierda, la derecha, las dos piernas y le mantuve alejada la cabeza para que no pudiera golpearme mientras bajábamos, al caer en la arena de abajo lo sostuve con firmeza contra el suelo y le di un cabezazo en la nariz, él zafó una pierna y me pegó un rodillazo en el trasero. Ahí me calenté y saqué el cuchillo, pero muy rápido para que no se avivara de usar sus miembros libres: le corté el cuello y los tendones del codo izquierdo, gritó desesperadamente hasta que se desangró. Muriéndose me dijo:

- Eres un soldado valiente, Popovski, mereces el honor de vencer. Yo no soy el verdadero Wojtyla, soy un impostor. Tu amigo fue secuestrado por Saddam Hussein, se lo llevaban a su refugio secreto. - ¿Donde está ese refugio? – le pregunté desesperado; pero fue en vano, su vista se perdió hacia arriba y murió. - ¡NOOOOOOOOOOOOO! – Grité con ira - ¡¿Por qué siempre tiene que pasar lo mismo?! - Es cierto – contestó el muerto volviendo en sí – no es justo para el heroe. - ¡Wojtyla! – Le grité contento - ¡Wojtyla! - No me llamo Wojtyla, lo sabes, me llamo Carlos Manuel de la Paz, soy colombiano. - Y por qué eres tan rubio y pálido. - Cirugía estética. - Ah. Bueno, dime dónde es el refugio de los dictadores fugitivos – Carlos tosió sangre y me dijo, muriéndose: - En el interior de la montaña gemela que hecha humo – volvió a toser. - Te lo agradezco plenamente, siempre me acordaré de ti y de que las cirugías estéticas en el año 2012 son muy buenas. Ya puedes morir en paz, amigo. - Gracias... – tosió con MUCHA sangre - ...amigo – y sus ojos se cerraron. Murió un atardecer del 26 de Mayo de 2012, en cumplimiento del deber para su nación dominada mentalmente por Bush y Saddam Hussain.

Popovski le dio cristiana sepultura y le rezó para que no sea condado al infierno. Entonces partió hacia la cima del volcán. Sabía que iba a encontrar muchos soldados más cerca del refugio, por eso cargó su rifle.

Por favor permítanme aclarar, esto no es un capítulo nuevo, pero más o manos ¿Entienden? Es como un paréntesis en la historia de Popovski, ya que después necesitaré retomarla y no da como para ponerle un nombre de capítulo nuevo. Gracias: El Escritor.

( María, Estribor y Ugo llegaron a la cima de la montaña gemela que no era un volcán, era 22 de Mayo y estaba atardeciendo. María miró a Ugo con una ceja levantada: - ¿Qué se supone que hacemos acá, eh? – exclamó ella. - ¿Qué se yo? – Contestó Ugo levantando los hombros – Ustedes me pusieron de líder, no yo. - Pues para mí aquí no hay nada – acotó Estribor – Yo digo que vayamos para el otro lado. - ¿Para la otra montaña? - Pues, claro. - Si, después de todo podríamos fijarnos si no están los negros – agregó María – No sería fácil conseguir otra mucama como la Sirvienta. - Entonces – dijo Ugo airoso – si soy el líder voy a acerlo notar ¡Nos vamos para el volcán! – Y los tres empezaron a descender la cuesta hacia el valle que los dividía del objetivo.

El camino fue aburrido, bajaron hasta el valle. Mirando hacia arriba se veía la extensa subida de la ladera del volcán, pero antes tendrían que cruzar un arroyo que corría entre las dos montañas. - ¿Por qué no vimos este arroyo antes? – Se preguntó extrañada, María – Se supone que desembocaría en el río grande que cruzamos para llegar acá. - Al parecer no – Dijo Estribor. Se arrodilló y apoyó una oreja contra la tierra. - ¿Escuchas algo? - Mmm, mmm – hacía el marino de vez en cuando – Mmm... ya lo tengo. - ¿Qué es? - Es un arroyo de tipo endocaviforme. - ¿Y... eso? - El agua continúa un tramo normalmente, pero antes de desembocar en el mar u otro río se sumerge en un pozo en la tierra, cae por el hueco adaptándolo por erosión a su forma. - ¿Y donde termina? - Se termina dispersando por las napas subterráneas. - O sea que si seguimos bordeándolo acia allá – acotó Ugo señalando para el lado hacia el que supuestamente se terminaba el arroyo – podríamos rodearlo.
)
- Exacto – confirmó Estribor – pero sería mejor cruzarlo por aquí nomás, ya que tiene como medio metro de profundidad. Nadie lo contradijo.

El atardecer avanzaba, Popovski caminaba entre las elevaciones que comenzaban a pronunciarse un poco más, cuando empezó a oír una cascada, leve y lejana, después de rodear una roca enorme y trepar un terraplén barrancoso Popovski vio algo sorprendente: desde la aún distante unión entre el volcán que él empezaba a escalar y la montaña de al lado venía un arroyo, angosto pero muy rápido; éste llegaba hasta unos metros frente a él y caía por un gran pozo redondo de aproximadamente cinco metros de diámetro. Popovski se arrimó al enorme pozo y miró hacia abajo: el arroyo caía como una hermosa cascada cristalina, pero esto duraba poco ya que, tanto ésta como las paredes del pozo, se sumergían en la oscuridad. Entonces tomó por la derecha de este sorprendente accidente, directo a la sima del volcán.

Algo de tres horas pasaron desde que abandonó el pozo del arroyo, el cielo era azul oscuro y Lucero lo espiaba desde el firmamento. Popovski se refugió rápidamente tras un pequeño barranco al oír una voces más arriba, eran voces alemanas, varias. El soldado polaco salió furtivamente de su escondite disparando su rifle AK-47, las voces eran de tres soldados alemanes, los cuales cayeron muertos antes de poder si quiera levantar su arma. ¡ALARM! ¡ALARM! Gritos de alarma sonaron a los cuatro vientos junto con una estridente sirena; luces rojas y mucha agitación por toda la zona. Popovski corrió hasta un la carpa en la que probadamente acampaban sus recientes víctimas, allí encontró, entre otras cosas, unas granadas y un radio encendido:

- (Kgggg) Soldier (Kgggg) – decía alguien por el radio. - (Kgggg) Guden Tag – contestó alguien por el radio. - Enemy (Kgggg), kill, kill’em all (Kgggg). - Affirmative, President Bush (Kgggg) - Change, over. - Change, over. - ¡O, no! – Exclamó Popovski – ya vienen sobre mí; pero por lo menos se que Bush está aquí, en la base secreta en la sima del volcán como Wojtyla me lo dijo. Ahora solo debo llegar. Salió y divisó en la oscuridad de esta noche cada vez más cerrada un grupo patrullero que pasaba unos metros más a la derecha, entonces peló una granada y se la arrojó: uno de los soldados comenzó a darse vuelta en cámara lenta, la granada volaba lentamente por el aire, la cara del alemán gesticuló gran sorpresa cuando vio al intruso, estiró el brazo y dijo “¡GRANA...!

¡PUM! ¡A LA MIERDA TODO!

Todos los soldados volaron en pedazos. Popovski fue rápidamente hasta el amontonamiento de miembros y se chorió un casco alemán y una camisa que más o menos quedaba entera, huyó hasta la carpa y se cambió la camisa y se colocó el casco, así salió caminando (“caminando”) del lugar hacia más arriba. Todos lo saludaban mientras pasaba diciendo “Guden tuk“, nadie sospechó de él, sólo siguió moviéndose más y más arriba, atravesando niveles de seguridad cada vez más altos, entocenes, cuando llegó a la entrada que lo separaba del sector principal, la sima del volcán, un guarda lo detuvo, al parecer éste era Yankee: - I’m sorry, Master Chief, this area is restricted even for you. - Yes – Popovski no sabía hablar inglés, pensó rápidamente algo que decir – ¡Maikel Yacson! ¡Rokan Rol!
El guardia estadounidense lo miraba confundido: - I don’t know what you wanna say, ser. - ¡Guden Tuk! – dijo rápidamente Popovski. - Oh, I see – contestó el guardia – You are German.

Popovski no entendía nada, estaba poniéndose nervioso, empezó a parpadear rápidamente mientras no entendía nada y se ponía nervioso, a mirar hacia otro lado mientras parpadeaba rápidamente, no entendía nada y se ponía nervioso, a rascarse la cabeza mientras miraba hacia otro lado, parpadeaba rápidamente, no entendía nada y se ponía nervioso, a juguetear con su rifle mientras se rascaba la cabeza, miraba hacia otro lado, parpadeaba rápidamente, no entendía nada y se ponía nervioso, a morderse el labio mientras jugueteaba con su rifle, se rascaba la cabeza, miraba hacia otro lado, parpadeaba rápidamente, no entendía nada y se ponía nervioso, a caminar lentamente hacia atrás mientras se mordía el labio, jugueteaba con su rifle, se rascaba la cabeza, miraba hacia otro lado, parpadeaba rápidamente, no entendía nada y se ponía nervioso, a apuntarle al guardia en la cabeza mientras caminaba lentamente hacia atrás, se mordía el labio, jugueteaba con su rifle, se rascaba la cabeza, miraba hacia otro lado, parpadeaba rápidamente, no entendía nada y se ponía nervioso, a desparramarle el cerebro al guardia.
Miró para todos lados para asegurarse de que nadie lo haya visto, efectivamente, estaba absuelto (la verdad, después de tanto disimulo sería para matarse), entonces entró a la zona restringida, un área a la que solo la ínfima elite tenía permitido el acceso. Miró a su alrededor para reconocer el ambiente: esta parte del volcán era especialmente empinada (de hecho, era la sima), no pudo ver a nadie desde ese lugar, solo el alto alambrado que había dejado atrás y que rodeaba el perímetro alrededor del volcán y algunas tiendas militares que le tapaban la clara visión hacia la boca humeante que se presentaba en la sima. Popovski inhaló profundamente por la nariz y exhaló suavemente por la boca, levantó su arma y la cargó mientras inhalaba profundamente por la nariz y exhalaba suavemente por la boca, se sonó el cuello mientras ¡NO MENTIRA! ¡NO, NO DEJEN DE LEER! ¡ERA UN CHISTE!
Una vez preparado, listo, pronto, ready, y todo eso, Popovski se encaminó decididísimo a completar su misión, MATAR A LOS MAAAAAAAAALOOSSSS!!!!! Entonces los vio, su vista era clarísima, la punta del cono volcánico con una enorme abertura al rojo vivo y humeante, y los dos lideres imperiales acompañados por una mujer, quien probablemente haya sido... sí, lo era... era... ¡MARTA GOIRI! Todo cobraba sentido, las piezas se ubicaban otra vez; entonces quiso acercarse sigilosamente pero ya era muy tarde, Saddam Hussein ya lo había visto y ya corría hacia él con endemoniadas expresiones de odio:

- Ven aquí Popovski – le gritó Saddam Hussein. Entonces Bush y Marta Goiri también lo vieron y empezaron a correr hacia él. Popovski estaba asustado, tembloroso, miles de miles de millones de hombres y mujeres había matado ya, pero ahora se enfrentaba al mismo Saddam Hussein, el cual se le acercaba a velocidades vertiginosas con sed de sangre en sus mandíbulas. - ¡PUES NO TE TENDRÉ MIEDO TÚ, REPRESOR DEL DEMONIO! – Le gritó Popovski con toda su ira, y así lo mató a sangre fría con su rifle AK-47. - ¡Nooooooo! – Gritaban Bush y Marta Goiri - ¡¿Qué has hecho?! – Popovski volvió a apuntar pero vio que sus otros dos enemigos no se abalanzaban sobre él, sino sobre el compañero caído para tratar inútilmente de recuperarlo. - Ustedes dos – los entremetió reciamente Popovski – ¿Cómo saben mi nombre? Respondan o los acribillaré.

Marta Goiri levantó la vista tristemente y Popovski vio lágrimas en sus ojos, Popovski vio que Bush levantaba la vista tristemente y veía lágrimas en sus ojos mientras Marta Goiri levantaba la vista y veía lágrimas en sus ojos. Popovski vio a Saddam Hussain yacer muerto en el suelo mientras veía que Bush levantaba la vista tristemente, vio lágrimas en sus ojos, vio a Marta Goiri levantar la vista tristemente y lágrimas en sus ojos. Popovski vio que Marta Goiri no era Marta Goiri sino María, mientras veía a Saddam Hussein yacer muerto en el suelo, veía que Bush levantaba la vista tristemente y veía lágrimas en sus ojos. Popovski vió que Bush no era Bush sino Estribor, mientras veía que Marta Goiri no era Marta Goiri sino María y veía a Saddam Hussein yacer en el suelo. Popovski vio... que al que había matado no era Saddam Hussein sino Ugo, mientras veía que Marta Goiri no era Marta Goiri sino que era María y veía que Bush no era Bush sino Estribor... ...y vio lágrimas en sus ojos.

De Regreso a Casa

Estuvieron así tirados junto al cadáver y con lágrimas en los ojos durante aproximadamente veinte minutos. De repente todo el volcán empezó a temblar, los tres tuvieron que sujetarse fuerte para no deslizarse por la pronunciada pendiente mientras el suelo no dejaba de agitarse.

- ¡El volcán debe estar entrando en erupción! – Gritó Popovski. - ¡No, no es posible! – Le contestó estribor - ¡Este volcán es de la familia de los geotrópicos, parientes de los afro-teutónicos, solo entran en erupción en noches de luna menguante, y esta noche no hay luna, o hay luna nueva, mejor dicho! - ¿Entonces qué puede ser? – preguntó María aferrándose con fuerza. - ¡No lo se, iré a averiguar! – Confesó el gallego, y se dirigió a la boca de erupción. - ¡Espera, yo iré contigo! – Le gritaron los otros dos siguiéndolo inmediatamente.

Apenas se asomaron por la abertura vieron algo que no podían creer, algo que los dejó atónitos: vieron un cohete espacial, una espectacular nave plateada, su forma sobrepasaba los avances tecnológicos, aerodinámicos, aeromodelísticos y las más remotas y revolucionarias ideas de la tecnología espacial; lucía dos trompas platinadas y con vidrios polarizados, se unían hacia atrás acompañadas por una gran aleta con una turbina en el extremo, sus cuatro alas se desplegaban hacia izquierda y derecha separadas entre sí por un ángulo de 30º, y cerraba hacia atrás formando una punta de cono decorada con un espiral dorado y una súper turbina en la cola. Esta nave venía volando verticalmente en dirección al agujero por el que estaban mirando y parecía haber salido del fondo de la lava, pero esto no era todo, piloteando la nave venían el Susodicho y una criatura horrenda que era Gollum en pinta, y prendida a un ala de la nave con los brazos venía la Sirvienta con una cara de espanto que ni que viniera prendida del ala de una nave espacial que había despegado del fondo de la lava de un volcán que no iba a entrar en erupción porque no había luna en cuarto menguante pero no importa porque eso ella no lo sabía. Entonces el Susodicho se asomó por la ventanilla y les gritó desesperadamente a sus compañeros de arriba:

- ¡DELEN! ¡SALTEN, LO, EH! - ¡Miren, son ellos! – Gritó María emocionada. - ¡SÍ LO, YA SE QUE SOMO’ NOSOTRO’ LO, RABEREIYON MAN, SALTALE VIÉ!

Estribor, María y Popovski se miraron deliberativamente por unos instantes, y aferrándose a sus últimos puntos de fuerza de voluntad saltaron al vacío del hoyo del volcán. El Susodicho sacó una mano, los agarró a los tres, y así viajaron los seis hasta su dulce país de origen con EL TESORO DE RICARDO PETACA - digo con voz grave y mirando a la cámara.

El viaje fue largo, después de unas horas ya volaban sobre tierra firme y un rato después podían empezar a verse las bandadas de pájaros carpinteros que despegaban desde los grandes lagos de la ciudad buscando un hábitat mejor hacia el Este, y la nave se acercaba velozmente.

- La escondemos en el fondo del lago ¿Ok? - Propuso Continuación. - ¡¿En el lago?! – Exclamaron, el Susodicho desde la otra cabina, y la negra, María, Estribor y Popovski colgados por la ventanilla - No tiene sentido. - Es cierto, tampoco hay que exagerar – recapacitó Continuación – mejor la dejamos en la playa de estacionamiento.

Volaron hasta la playa de estacionamiento más cercana. La nave se posicionó sobre un lugar libre y mientras los pasajeros colgados se iban soltando la nave fue bajando al nivel del suelo, y un rato después ya estaba cada uno en su casa.

- Es increíble que nadie se haya opuesto a mi propuesta de guardar el tesoro aquí en casa ¿No crees, Sirvienta? – Comentó María una vez estaban solas en el hall de la gran mansión. - ¿Cómo? No, no – contestó ella sorprendida por la igualdad con la que la estaba tratando María – creo que es lógico y obvio que esta casa es la más segura de todas – la Sirvienta toma el abrigo de María – Además, tanto lío por un cofre de oro del tamaño de una caja de zapatos. - Tenés razón, estoy exagerando, total todos sabemos que es pertenencia de los cinco, si alguna vez se decide hacer algo las ganancias se repartirán equitativamente.

- Gracia eh, sabé, por dejame viví en tu casa, lo – le dice el Susodicho a Estribor ya en casa de Estribor – la verdá loco que me carcomía la rabera, sabé. No sabía si iba viví en la calle, lo, vite, eh, vite, lo. - No hay de que, hombre – contesta Estribor – para eso hemos de ser amigos. - Y vó, vite ¿De qué parte de España vení? - Pues, para decirte la verdad... no se. - ¿Cómo que no sabé, loco? - No, no se, nunca lo he sabido – contestó él agarrándose la cabeza – yo llegué aquí con mis padres cuando era bebé, nos vinimos por la guerra, pero mis padres no pudieron conseguir trabajo, puedo recordarlo bien: (la imagen se distorsiona dando lugar a las nuevas)

“Era el primer día, estábamos recorriendo un mercado viendo quién nos aceptaba dinero español, pero no tuvimos suerte, entonces mi padre tomó rápidamente una bolsa con verduras y salimos corriendo, va, yo no corría, me llevaba mi madre, pero ella sí corría, corrimos mucho y nos refugiamos en un callejón, pero en el callejón llovía, y mucho, así que nos mojamos. Los días pasaban y las verduras se nos iban acabando, mi padre seguía sin conseguir trabajo... y en el callejón seguía lloviendo. Una tarde, cuando la claridad del sol de afuera penetraba intensamente en la lluvia de nuestro refugio, un hombre con boina y bigotes graciosos nos vio al pasar y decidió acercase, mi padre no estaba, había salido a buscar trabajo, entonces el hombre nos habló de una forma rara pero comprensible, dijo “¿Qué hacen una dama tan bella y un bebé refugiados en un callejón lluvioso con este día tan bello?”, “Es lo único que nos queda” contestó mi mamá, “...somos inmigrantes y no tenemos a dónde ir”, el señor la miró sonriente y dijo “¡Pero ese no es un problema! Para eso existe el hotel de inmigrantes”, el hombre se quitó la boina “...permítanme presentarme, soy el señor Alfonso Almirez, pero me dicen Al, permítanme acompañarles hasta nuestro hotel, su marido será llevado allí también...” - Hacela, corta, lo – lo interrumpió el Susodicho. - Bueno, este, la cuestión es que mis padres murieron en unos días y yo crecí solo en el hotel y luego me dediqué a la marinería. - Es un triste historia bolo’, yo nunca sabí quiéne fueron mis padres. - ¿Fuiste abandonado de niño? - No, tenía tantos hermanos que nunca llegué a distinguirlos. - Oh, asombroso, yo nunca tuve hermanos – dijo Estribor – Oye, ya está listo el té ¿Quieres? - Si.

Estribor se levantó de la silla de madera y caminó hasta la cocina: - ¿Lo quieres con limón? – Gritó desde allí. - No – contestó el Susodicho – soy delicado a los cítricos.

El español regresó con las dos tazas humeantes y se volvió a sentar.

- Tenemo’ que hablar del plan, viteh – dijo el Susodicho mientras tomaba su taza. - Así lo creo, será un trabajo difícil y debemos planearlo detallada y delicadamente. - La María no se va ni enterá de quién le robó – agregó el Susodicho riéndose – Jajaja. - ¡JAJAJAJAJAJAJAJAAJAAA! – Rieron los dos demoníacamente. Y AQUÍ FINALIZA LA PRIMERA ENTREGA DE NUESTRA PRECIADA HISTORIA.
MARÍA Y LA SIRVIENTA SIGUEN VIVENDO TRANQUILAS EN LA MANSIÓN, ESTRIBOR Y EL SUSODICHO SIGUEN PENSANDO SU PLAN, CONTINUACIÓN DESAPARECIÓ CON SU NAVE, RICARDO PETACA ERA ROUBEN JAMES, ROUBEN JAMES MURIÓ... Y POPOVSKI ESTÁ INTERNADO EN UN HOSPITAL PSIQUIÁTRICO DIAGNOSTICADO DE ESQUIZOFRENIA.

Esto de cortar la historia es para aumentar el suspenso, por favor pónganse tensos y esperen a que salga la segunda parte. Fausto

Final Azul
(No deje de leer también el final rojo y el verde)

Similar Documents